Hebe miraba maravillada a los pequeños jugando con los juguetes que había llevado para ellos.
—¿Y esto es para ti? —dije, entregando la última de las cajas al pequeño Jim, quien dudó, pero ante la cercanía de Hebe, él aceptó.
—Gracias —contestó—. Me ayudas a abrirlo —le preguntó a ella.
—Por supuesto que sí.
Ella tomó asiento sobre una de las sillas, cruzando sus piernas con disimulo, cada gesto la hacía ver increíblemente elegante. Con cada segundo que pasa, siento que mi alma sale de mi cuerpo y que solo me convierto en un objeto, incapaz de cambiar la dirección de mi mirada.
—Aquí está —sonríe, entregando el juguete al pequeño de mirada llena de ilusión.
No lo sé, pero al verla estar frente a Jim, no pude evitar imaginarme que si jamás la hubiera apartado de mi vida, en este m
