01 | SICILIA
Brooklyn
Un manto azul brillante cubría el cielo de Sicilia, con el Sol resplandeciendo en su punto más alto. Una brisa cálida acariciaba mi rostro mientras observaba fascinada el exterior del vehículo a través de la ventana.
Hacía casi una hora habíamos aterrizado junto a mi mejor amiga en Italia, habíamos viajado en el jet privado de su prometido desde Nueva York para celebrar su boda en la tierra natal de ambos. Nos encontrabamos rumbo al lujoso hotel donde nos hospedaríamos, el mismo en que se celebraría el compromiso.
En el camino, Cara y yo aprovechamos para sacarnos muchas selfies para guardar como recuerdos de ese momento tan importante, no solo para ella y Michael, sino también para nosotras como mejores amigas.
Cuando entré a la universidad a estudiar leyes, me tocó compartir habitación con ella que, por algún motivo del destino, estaba en la misma carrera, y tuvimos una química tan buena que rápidamente nos volvimos inseparables.
Hacía unas semanas finalmente había pasado a mi último año y ella se había graduado, Cara estaba muy felíz sobretodo porque esperaba con ansias ese momento, luego de tanta planificación, para finalmente poder llevar a cabo su boda.
Habíamos pasado de ser universitarias que salían cada fin de semana y estudiaban con resaca para pasar sus exámenes, a compartir un momento tan importante en la vida de la otra como lo era el matrimonio.
La camioneta finalmente se detuvo y ambas bajamos, también el chofer quien ayudó a bajar nuestro equipaje. El Sol cálido pegó en mi piel y agradecí haber llevado un vestido ligero y mis amadas sandalias blancas de diseñador, perfectas para ese clima.
El hotel tenía un sofisticado estilo francés, visualmente elegante, antiguo y fastuoso. Contaba con grandes ventanales, columnas, una suave iluminación en la entrada y un alero de cristal con bordes negros donde se leía el nombre en delicadas letras plateadas: Excélsior.
Una mujer del servicio se acercó a nosotras, se presentó amablemente y nos guió hasta nuestra suite. Carla, así se llamaba, deslizó una tarjeta negra por la cerradura electrónica y la puerta se abrió, luego nos entregó una a mi y a Cara, y nos adentramos.
La suite era espaciosa, extensa, en tonos claros y con mucha iluminación natural que ingresaba por los enormes ventanales, con una vista deslumbrante hacia la pintoresca isla y el océano.
—La suite les da acceso a todas las instalaciones del hotel a cualquier hora del día —informó Carla y atrapé mi labio inferior con una sonrisa. Dios, ¿acaso era un sueño?
Cara al parecer pensó lo mismo porque su mirada emocionada se dirigió hacia mí.
—Este teléfono les permite comunicarse con cualquier área del Excelsior y pedir el servicio que les apetezca, los números se encuentran en la carta a su lado —. Ambas asentimos y ella se dirigió a la puerta, antes de despedirse con una sonrisa amable—. Disfruten su estadía, chicas.
—¡Gracias! —canturreamos Cara y yo al unísono, antes de chillar como dos niñitas emocionadas y brincar a la enorme cama King Size.
Definitivamente sería el mejor fin de semana de nuestras vidas.
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Adamo
—Entiéndonos, Adamo —habló Rafael, uno de los cuatro hombres en la mesa, sin contarme a mí, su jefe—, no se trata de un simple capricho.
—Las cosas se volverían un caos si algo llegara a ocurrirte y no tuviéramos quién tomara tu lugar en la mesa— secundó Luca—. Una guerra por el poder se desataría en la Isla y sería una masacre.
Como el hombre a la cabeza de la mafia más poderosa de Italia, no solo se trataba de mí, sino de todos aquellos que dependían de que yo estuviera vivo, aquellos que me entregaban su lealtad a cambio de asegurarles protección y ganancias, ya que en este mundo lo que sobraban eran enemigos capaces de cualquier cosa por lo que yo tenía y debía proteger.
Y lo que debía proteger era mi legado.
Había hecho caso omiso a su pedido desde hacía varios meses, pero luego del intento de asesinato que había sufrido unos días atrás, ya no podía mirar para otro lado.
—Sobretodo después de lo ocurrido en el puerto —habló Alessandro—. Tu vida corre peligro a cada segundo y, aunque seas un asesino letal, no eres inmortal, Adamo.
Claro que lo sabía. Era un hombre intimidante, de gran estatura, ágil y despiadado, pero un hombre como cualquiera, al fin y al cabo, y en mi piel se reflejaban las cicatrices que lo evidenciaban. Y al estilo de vida que llevaba.
Una cicatriz más reciente aún se curaba en mi piel, en mi hombro izquierdo siendo más preciso, la única bala que me había dado durante ese ataque en el puerto durante una emboscada. Y esa noche estaba tan fresca en mi mente, como mi furia y mis ganas de hallar a quien había sido tan imbécil para tratar de asesinarme y demostrarle que el no haberlo logrado fué su mayor error.
Un capo de la mafia jamás podría dejar impune una cosa como esa.
Luego de hallar al bastardo me encargaría de concretar ese asunto pendiente, conseguir una esposa principalmente para calmar a los hombres de la mesa y más adelante darle vueltas al asunto de tener un heredero, que es algo que aún no concibo, no al menos teniendo a alguien como Lorenzo a mi lado, mi mano derecha y hermano de la vida, que podría hacerse cargo de todo si algo llegara a pasarme.
Unos golpes en la puerta y asiento en dirección a Lorenzo, quien la abre e intercambia algunas palabras con uno de mis hombres, antes de dirigirse a mí nuevamente.
—Michael tiene la información.
La atención de los presentes se centró en mí y me levanté de mi asiento a la cabeza de la mesa, ellos imitaron mi acto.
—Los mantendré informados sobre lo que Michael haya conseguido. Y sobre el otro asunto, serán los primeros en saber cuando una mujer esté portando a mi heredero, pero a partir de este momento ese asunto queda sellado —finalicé y ellos asintieron una vez, nadie podía replicar una órden mía.
Me encaminé hacia la salida tomando el abrigo que Lorenzo me tendió, tragandome la jodida molestia de la herida y simplemente apoyandolo en mis hombros. Cuando me vieron salir del edificio mis hombres se subieron a sus camionetas y me dirigí a la mía y, con Lorenzo ubicandose como conductor, nos dirigimos hacia el viejo almacén donde Michael se encargaba de sacarle información a un posible testigo clave de la emboscada.
Estaba seguro de que lo que tenía Michael era importante, inclúso lo más mínimo sería la punta de un hilo del cual tiraría hasta llegar al bastardo que había querido matarme. Esa emboscada había sido planeada con antelación, así que algún cabo suelto debía haber. Además, confiaba en las habilidades de Michael para saber cómo actuar de forma acertiva tanto en los negocios como en las calles, sin miedo a mancharse las manos cuando lo necesitara.