La expresión de Chan fue todo un poema dantesco, bueno, no más que el insufrible gesto de dolor de su tía mientras intentaba levantarse; Chan corrió ayudarla, la tomo del brazo para que se pudiera estabilizar. Al notar su tambaleó. —¡No me toque mugroso sirviente!.—Para sumarle otro defecto era una desagradecida, le lastimó ver la cara triste de Chan ante esas palabras ofensivas. —Acata su orden Chan, no vaya a ser que te infectes.—Escupió, Serafine estaba furiosa, pero no más que ella, deseaba volver a darle otro duro golpe. —¡Eres una estúpida, te juro que me pagarás esto!. —Con mucho gusto te volvería a romper la cara, ¡ah!, en vez de estar amenazando, deberías limpiarte la boca.—Comenzo a reírse, Chan la acompaño en esa tarea divertida de burlarse de ella. Está se llevó los dedos