Los finos tacones de Lirio resonaban en la baldosa mientras avanzaba desde un extremo a otro cerca de su puesto de trabajo. Su desesperación no pasaba desapercibida entre el personal; algunos concentrados en sus ordenadores, otros simplemente la observaban y murmuraban en voz baja. Sin embargo, lo último que le importaba a Lirio era la atención ajena. Consultaba su reloj de pulsera constantemente, contando ansiosamente los segundos y los minutos, evidenciando su impaciencia y el enojo que se filtraba a través de sus poros. Era claro para todos en la fábrica que la reciente agitación se debía a la pequeña esposa del director general. Su presencia generaba un murmullo constante, creando un ambiente tenso que fluía a su alrededor mientras caminaba con desesperación. Aunque algunos miembros