Después de llevar a Layla a la mansión, donde Atenea y Lenox se encontraron con Valentino, regresaron para continuar con su noche. Aunque el rubio con semblante serio optó por no reclamarle nada, no mostraría debilidad y prefirió dejarlos ir, tragándose su propio orgullo. Por otro lado, Atenea regresó con el italiano a su apartamento, donde él demostró ser bastante caballeroso. Se encontró con un espacio lujoso, amoblado con colores simples pero con estilo y lujo. —¿Vives solo aquí? —le preguntó ella, explorando el lugar con la mirada—. Si traes putas aquí, me largo. —Tranquila, chiquita, soy decente —se acercó por detrás y la abrazó—. ¿O qué? ¿Te pondrías celosa si así fuera?. —No sufro de ese patético síndrome infantil —aclaró de inmediato—. Solo que no me gusta ser una más del montó