Elia.
Tardé unos minutos más en asimilar la figura delante de mí. Su espalda cubierta por un gran tatuaje de la cara de un tigre es impresionante. Pero lo más abrumador de todo esto son las marcas de mis uñas marcadas en su piel.
Frunzo el ceño recordando lo de anoche. Me sentí mal conmigo misma por haber disfrutado de esos tres orgasmos que me produjo este hombre. No puedo creer lo que me ha hecho.
Incluso lloré por lo impotente que me sentía, me odiaba aún más a mí misma por el simple hecho de no poder hacer nada, de no poder soportar ese deseo que me abrazó la noche de ayer.
Su mejilla está descansando en la almohada mientras sigue con los ojos cerrados durmiendo. No se siente intranquilo, está relajado y despreocupado porque aquí él es el victimario. Él no está sufriendo como y
