La Marca del Dragón

Despertar Drage se negó a abrir los ojos . "Maldición, por qué ahora...Humanos desagradables. Quiero dormir..." pensó molesto y resopló con fastidio acomodándose de nuevo. Llevaba mucho tiempo durmiendo en su cueva y estaba cómodo. No quería que los humanos lo molestaran. No quería tener nada que ver con ellos. Nada después de ese malnacido. Incluso ahora, al recordarlo, sus escamas se estremecieron... Si, escamas. Drage era un dragón n***o de cientos de años de edad. Llevaba varios de esos miles durmiendo después de ser traicionado por el humano que creyó era su amigo el que luego destrozó su cueva y nido cuando obtuvo lo que quería. También se llevó la escama roja que cubría su corazón después de apuñarlo, pensó molesto. Era un joven dragón cuando Dylan, un humano, lo encontró por casualidad en su cueva luego de entrar por curiosidad y se hicieron amigos. Drage confió en él tomando de nuevo una forma humana. El dragón había estado en su cueva desde su nacimiento hace cientos de años y no había sentido la necesidad de salir a medida que los hombres comenzaban a asentarse en grupos cerca de su montaña. Una aldea en un pueblo, un pueblo se convirtió en una ciudad, una ciudad, en un país... Dylan apareció frente a él despreocupado y sin temor a él lo que lo desconcertó. Todas las criaturas, mágicas, espirituales o mortales tenían respeto a los dragones. No por nada eran los guardianes del mundo. Lo fueron alguna vez, pero inevitablemente se volvieron malvados con el tiempo. Muchos de sus antepasados se volvieron codiciosos y ambiciosos debido a su fuerza y capacidad. El poder de un dragón era comparable al de los dioses. Eran los guardianes y ejecutores del mundo, pero ese poder los hizo soberbios y confiados en ser invencibles. Sus antepasados fueron castigados por los dioses para que aprendieran a ser humildes y se les hizo mortales. Un solo punto en su cuerpo de dragón, indicado con una escama roja sobre su corazón, mostraba su posibilidad de morir o ser asesinado. El único punto en que un poderoso dragón era vulnerable. A medida que el dragón compartía con el joven humano, aprendió de los cambios en el mundo y como habían crecido como grupo creando tecnología y avances como caminos, agua, edificios y carruajes en grandes ciudades. También se enteró de las enfermedades y las guerras, la muerte no estaba lejos para ninguna r**a. También se enteró que las razas de seres mágicos, espirituales y humanos ya no convivían como antes. Los elfos y hadas se habían refugiado en los bosques, los dragones a las montañas o mares, los seres espirituales ocultos en joyas o reliquias y los humanos en las praderas o valles. Algunos de ellos envidiaban o temían a las otras razas por lo que se produjeron varios enfrentamientos con muchas muertes y los dioses habían ordenado que se distanciaran hasta que llegara alguien que pudiese unirlos de manera pacífica. Como Drage estuvo en su cueva la mayor parte de su vida, no tuvo mucho contacto con sus hermanos y hermanas dragones por lo que tampoco sabía cuántos de ellos quedaban en el mundo. Motivado por la curiosidad de encontrar a sus hermanos, el joven dragón dejó su cueva y comenzó a recorrer el mundo con Dylan quien aceptaba trabajos de protección o defensa utilizando la fuerza y habilidades de Drage para poder mantenerse. Poco a poco, grupos de mercenarios y reinos los contactaron para sus contiendas siendo Dylan reconocido como un poderoso guerrero y domador de dragones... "Que tonto había sido", pensó Drage resoplando. Creyó en todas esas palabras llenas de elogios de parte de su amigo sin darse cuenta de que el joven lo estaba usando para aumentar su poder. Cada vez que debían cumplir una misión, Dylan entraba a los castillos mientras el dragón se quedaba afuera en las almenas o sobrevolando el lugar. El joven le había dicho que no era bueno que los humanos lo vieran en su forma humana ya que podrían descubrirlo y lastimarlo. Vaya que sí le creyó toda esa palabrería sin decir nada. Era demasiado inocente e ingenuo, sin experiencia como los dragones más viejos que él. Y esa ingenuidad casi le costó la vida. A los dragones les atraían los tesoros y las cosas brillantes por lo que había acumulado suficientes riquezas en su cueva para soportar varias vidas de un humano. Pero los dragones no las usaban para gastarlas, eran parte de su nido y su hogar por lo que no estaba preparado para que, mientras Dylan le daba 10 monedas de oro para su "colección" en casa, el hombre se quedaba con los botines de tesoros y trofeos de guerra y además, ayudado por aldeanos leales a él, fueron vaciando las riquezas de su cueva en tanto el dragón estaba en sus misiones lejos de ella. A medida que pasaba el tiempo y Dylan se convertía en un hombre de 30 años, con cada vez más ambición y sed de poder, Drage comenzó a sentirse cada vez más inquieto. Su instinto le decía que debía irse y regresar a su montaña, que debía dejar de ayudar a Dylan en el campo de batalla donde morían humanos en sus grandes ejércitos... Aun recordaba esa noche oscura y sin luna, cuando el joven Dragón le dijo a su amigo que iba a marcharse, pero jamás esperó que lo traicionara como lo hizo...