CAPÍTULO 5

2108 Palabras
LÍMITE «Existe una frágil línea que separa el egoísmo del amor verdadero. Por cierto, muy fácil de romper».     Ethan mira a su secretaria preparándose para salir a comer. La mujer no deja nada sobre el escritorio que no deba estar ahí, no hay nada fuera de lugar, ella es ordenada y eficiente como debe ser una secretaria. Caroline le sonríe cuando lo descubre observándola. —Hoy comerás con mi esposa, ¿cierto? —La voz de Ethan es suave y provocativa. La ve torcer los labios en una sonrisa apenada. —Como cada fin de mes, señor. —¿Habla de mí? —realmente quería saberlo. Pero ambas mujeres eran discretas. Tal vez era por eso que, a pesar de que Caroline era amiga de su esposa, había durado mucho tiempo siendo su secretaria antes de que se convirtieran en amantes. —Para nada. Ella es muy hermética con su vida personal. Además, ambas pasamos todos los días a su lado. ¿Por qué querríamos hablar de usted? —No lo sé. De pronto soy tu amor platónico y quieres alimentar tus fantasías con lo muy bien que Elena habla de mí. O, ella está muy celosa y quiere convertirte en mi radar personal para así controlarme. La mujer rueda los ojos, toma su bolso y se acerca a Ethan que no sabe qué esperar de ese repentino acercamiento, las manos cálidas de la mujer acomodan el cuello de su camisa y su corbata es alineada. Luego, da un par de palmadas cariñosas a su pecho. —Si no le importa, señor. Tengo una cita muy importante. Entonces, ella se da la media vuelta para marcharse. En un impulso, Ethan sujeta su brazo con fuerza deteniendo su paso. Embriagado por el perfume sutil de la rubia, uno que solo utiliza cuando ve a Elena, la necesita un poco más cerca; se excita al sentir sus senos rozar su pecho. —Caroline… —su nombre sale como un gruñido. Quiere besarla. —Sí, señor. —Tengo una propuesta que hacerte. Mira el rostro sorprendido de la mujer, sus ojos un poco más abiertos y sus labios cerrados en una línea. —¿Qué es? —finalmente pregunta. —Cuando regreses, hablaremos. —Ethan suelta su brazo porque no quiere hacer una tontería en la oficina, donde podrían ser descubiertos. —¿Ethan? —su voz temblorosa le ruega que le diga. —Anda, ve con ella, no la hagas esperar. Caroline se despide con un asentimiento de cabeza, se relame los labios, y nota que desea decir algo más, pero al final ha guardado silencio. Ethan llega al departamento de su hermana quince minutos tarde. Un poco a causa del tráfico, otro poco a propósito. Quella amaba a Elena y son grandes amigas; razón para odiarlo por la decisión que ha tomado y que está a punto de comunicarle. Está enamorado de otra mujer y ya no soporta llevar una vida doble, es agotador y ninguno de los tres merece vivir así. Por mucho que Elena fuera la culpable del fracaso de su matrimonio. ¡No lo merecía! ¿QUIÉN ES ELLA? «Cuando el príncipe se aleja, sé que ha sido hechizado».     —¡Elena! —La mujer que se encontraba envuelta en los recuerdos, escucha el llamado de su amiga. Caroline está a escasos dos metros de distancia. Su cabello rubio brilla con intensidad a la luz de los rayos del sol. Sus ojos azules la miran con cariño y su sonrisa alegre y cálida, abriga su corazón. Le sonríe de vuelta—. ¿Tienes tiempo esperándome? —No —miente. Su mente había escapado a esa época feliz. No le importa cuánto ha esperado, la abraza y besa su mejilla. Caroline es un par de centímetros más alta que Elena, pero, es su belleza extravagante de mujer fatal, por la que se siente pequeña. Ella es rubia, con ojos azules, con un cuerpo esbelto y bien proporcionado. La sensualidad que irradia al caminar atrae las miradas de los hombres y la envidia de las mujeres. Y, aunque es consciente del efecto que causa sobre otros, le gusta la estabilidad. Su carácter es posesivo y duro. Desde muy joven se convirtió en la madre de su hermana, y es por esa razón por la que Elena la admira. Entran al restaurante, tan felices como dos colegialas. Hacía tiempo que no visitaban ese lugar. Nota que no hay cambios notorios. Sus paredes de ladrillo rojo, con gruesas vigas de madera en el techo, le dan un aire rústico y acogedor. Al fondo hay una barra donde ofrecen bebidas. Toman asiento en el rincón, ideal para ofrecer intimidad. —Siento llegar tarde, ahora tendremos menos tiempo para ponernos al día. ¡Y no me culpes a mí! Culpa a mi jefe que tardó en salir a comer. ¡Ya sabes, demasiado trabajo! —Sí, ese jefe tuyo es un explotador; deberías renunciar y buscarte un empleo con su competencia. Al principio, Caroline mira a Elena con la boca abierta, porque no pasó desapercibido el veneno en su voz. Al salir de su asombro, la rubia acomoda la servilleta en su regazo y le sonríe. —¡Oh! ¡Le diré a Ethan que duerme con el enemigo! Ambas sueltan una sonora carcajada. Algunos comensales están mirándolas, Elena baja la mirada apenada y sonrojada de vergüenza; en cambio, Caroline mantiene la risa traviesa, porque le importa poco la incomodidad de los demás. El mesero se acerca y le sonríe a Elena y con excesiva amabilidad la atiende. El gesto no pasa desapercibido para Caroline y le hace una seña a su tímida amiga. Elena contiene una risilla nerviosa y, avergonzada, solo atina a ignorarla y fingir que lee el menú. Caroline se lo arrebata de las manos y se la devuelve al mesero, pues sabe que Elena ordenará tarta de manzana y un café, la rubia pide fondue savoyarde y vino. Continúan con las bromas, como si el tiempo no hubiera pasado para ellas y todavía fueran unas chiquillas con sueños inocentes. Donde los padres de Elena aún vivían y la madre alcohólica de Caroline, no lo era; y mientras comparten la comida, recuerdan con cariño a los que hoy ya no pertenecen al presente. Elena mira a su confidente y se siente afortunada de tenerla al lado en esos momentos difíciles, a pesar de la vergüenza de su relación fracturada, debe saber quién es su rival. El silencio recae en la mesa de pronto. Caroline la conoce bien, por eso, sin temor le pregunta: —¿Qué te ocurre? Y no mientas. —Ethan tiene una amante —suelta sin más—. ¿Quién es ella? —Y le aclara—: No te voy a delatar, te lo prometo. Solo… necesito saber qué es lo que hago mal para remediarlo. Elena, ya no quiere esconderse más, ni fingir una vida perfecta. Caroline la observa con detenimiento, su rostro es de total desconcierto, luego le pregunta: —¿Qué te hace pensar que te es infiel? Ethan es un hombre con muchos defectos, pero ¿infiel? No lo creo, yo no he visto o escuchado nada; después de todo, ¿por qué habría de decírmelo a mí? Soy tu mejor amiga. —Eres su asistente. —Y tu mejor amiga. Ethan no es tonto. —¿Por qué lo cubres? ¡Por favor, Caroline, ayúdame! —Elena, toma las manos de Caroline entre las suyas y nuevamente le suplica. Sus lágrimas resbalan por sus mejillas. —¡Te juro que no hay nadie! Si esa mujer existiera, te lo haría saber. Eres mi mejor amiga, estoy en deuda contigo por todo lo que has hecho por Jessie y por mí. —No quiero perderlo y… —No logra terminar la frase, el llanto se lo impide. Caroline saca de su bolso un pañuelo de papel y se lo entrega. La escena de una Elena llorosa la incomoda. Caroline detesta la debilidad en las personas y con una mirada fría, obliga a Elena a poner sus emociones en orden. —No sé cómo actuar. Siempre llega pasada la mitad de la noche. A veces con el cabello mojado. En otras ocasiones lleva el aroma del perfume de una mujer, o, con la ropa manchada de labial. Ya ni siquiera duerme conmigo. Estoy desesperada, me siento como una imbécil. No lo vi venir, y me duele tanto su traición que de solo verle la cara mi cuerpo se inunda de rabia; y lo peor de todo es que lo amo de igual modo. —¿Has intentado hablar con él al respecto? —Al principio sí, pero jamás lo aceptó. Dice que me he vuelto loca. ¿Puedes creerlo? —Tranquila. ¿Sospechas de alguien? —No tengo idea. Por eso te llamé ayer por la mañana. Quería saber si sabías algo. —Déjame pensar… —Caroline cierra los ojos y frunce los labios. Elena siente el estómago revuelto, le aterra confirmar sus sospechas y trata de mostrarse valiente—. No. Ninguna mujer lo llama con frecuencia, solamente clientes y si en verdad sale con otras mujeres no debe ser algo serio, tal vez únicamente son aventuras del momento. Lo siento, cariño, no hay nada fuera de lo normal que pueda considerar como sospechoso. —¿Debo sentirme mejor por suponer que son varias las mujeres con las que se revuelca? —¡No está enamorado, por lo que no va a dejarte! —¡Dios! No sé cómo actuar. —Un cambio de imagen puede ayudarte a llamar su atención. Bueno, eso creo yo, no lo sé… es tu esposo. Tú lo conoces. Caroline a pesar de no ser una mujer muy afectiva, entiende que Elena necesita amor, por eso, acaricia su rostro con afecto. —¡Por Dios! Debo estar gorda como una ballena para que nadie lo note. Llevo cuatro meses de dieta, tomo pastillas que me alteran a la menor provocación, me causan mareos y todo el tiempo me tiemblan las manos. ¡Mira! Caroline entrecierra los ojos y niega con la cabeza.  —¡Lo siento, no lo sabía! Y es que con la ropa que usas… no se te nota. —Elena solloza—. Por favor, no te pongas así. Caroline saca de su bolso otro pañuelo y se lo ofrece. Elena está hecha un desastre, el delineado de sus ojos ahora figura el camino que sus lágrimas recorrieron. Elena lo toma y limpia su rostro, después de un par de suspiros, logra al fin tranquilizarse. —No importa, él tampoco lo nota. Quiero darle una sorpresa el día de nuestro aniversario. Sophia va a llevarme con una amiga suya para enseñarme una rutina de baile erótico. Solo espero no tropezarme y arruinarlo todo. Ya sabes, no tengo buena coordinación. Estoy desesperada, ¿no? —Lo harás bien, todas las mujeres de una u otra forma somos sensuales. No debes preocuparte por eso —la anima, mientras le sonríe cálidamente y le acaricia el dorso de la mano para tranquilizarla. —Gracias. De verdad, ¿no sabes nada? Caroline suelta la mano de Elena y toma su rostro con ambas manos. La mira a los ojos y le promete: —No. Pero te prometo que a la menor sospecha lo sabrás de inmediato. —Gracias, amiga. Elena abraza a Caroline agradecida por su apoyo. Ahora, está más tranquila. Aunque no haya obtenido la aterradora respuesta que esperaba. Su querida amiga la ayudará a descubrir a la otra mujer de su esposo. La alarma del celular de la rubia indica que la cita ha concluido, por lo que ambas se separan. —Debo irme o llegaré tarde y ya sabes cómo es. —Sí, lo sé. Pagan la cuenta y salen del restaurante. Espera hasta que Caroline toma un taxi, para irse. Se dicen adiós con la mano, la mujer —que es como su hermana—, le sonríe con ternura. Por ese instante Elena se siente amada. Su vieja amiga, la soledad, se postra junto a ella y el vacío en su pecho regresa. Comienza a caminar rumbo a su hogar, ya que no tiene entusiasmo de llegar pronto para memorizar las cuatro paredes de su habitación. Sin darse cuenta sus pasos se han desviado. En su recorrido ve a la gente pasar por su lado sin observarla; se siente una especie de ente invisible para cualquiera. El ruido del agua al caer en la fuente la hace darse cuenta del lugar cuyo subconsciente la ha traído. Al notar como nadie le presta atención, su mente viaja de nuevo al pasado.  
Lectura gratis para nuevos usuarios
Escanee para descargar la aplicación
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Autor
  • chap_listÍndice
  • likeAÑADIR