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Su brazo se enroscó alrededor de mí, asegurándose alrededor de mi cintura, sus dedos entrelazados con los míos. Sabía que estaría a salvo, tenía a Phoenix y Ares a mi lado. El coche cobró vida y empezó a arrancar, con los autobuses delante de nosotros. Un par de coches y camiones más estaban detrás de nosotros y delante del primer autobús, asegurándonos y guiándonos. La luz de la luna brillaba a través del techo corredizo y lo miré asombrado. La Madre Luna había sido testigo de todo esta noche; la matanza de su propia creación. El descuido y abandono dado por los de su especie. Ella todavía brillaba en todo su esplendor, cuidándonos. Una extraña calidez me recorrió, y mi nebulosa y somnolienta mente medicada la absorbió con avidez. Cerré los ojos para evitar el estado de la luna para c