POV Gabriel
A pesar de que Rosa era una mujer adulta, cargarla era como sostener a una pequeña niña. Era bastante delicada y frágil, que no me costó ningún trabajo llevarla a nuestra habitación después de que hubiera dicho semejante cosa ante mi hermana y nonna.
—¿Qué haré contigo? —dije para mí, luego de acostarla sobre la cama—. No puedo dejar que duermas así, estás oliendo a alcohol. Me senté a un lado de ella y, tomando una de sus piernas, le quité un tacón y luego el otro, y como si su cuerpo reaccionara, ella se movió hasta ponerse en una posición más cómoda.
—¿Qué tanto habrán hecho? —me pregunté.
—Señor Don Gabo… Señor Don Gabo —balbuceaba dormida—. Gabo…
Ni siquiera en sueños podía decir mi nombre con normalidad.
De pronto tocaron la puerta.
—Adelante —respondí, e ingresó e
