Luego de haber pensado una y mil veces sobre los motivos que llevaron a Hanna a que esto ocurriera. Tomé las llaves de mi auto.
Ya es inútil negar lo que entre sueños le hago y siento. Muero y anhelo hacer mía a esa mujer que es mi esposa.
¡Maldita sea! He caído en mis propias palabras. Solo un beso, una caricia o un abrazo… Esto que creí que no sentiría con otra mujer más que con Melody, es incluso más fuerte cuando estoy con Hanna.
Dos mujeres tan distintas, una que me despertó muchas emociones en el pasado, y que esperó por mí durante seis largos malditos años para casarnos. Y por el otro lado Hanna, una mujer que había florecido con determinación y orgullo, la que ahora provocaba una excitación dentro de mis pantalones, aquella que me volvía loco con tan solo tocar sus labios.
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