Viviendo en una pesadilla

1746 Palabras
Luego de esa pequeña discusión con Edzel, llamé a la única persona que me daba ánimos en momentos así. Tenía tanta rabia acumulada que solo quería despejar mi mente. Pasar un año entero en la misma casa con Edzel, verlo todos los días, soportar su mirada de desprecio, su presencia… Todo… Que la vida me diera fuerzas, para continuar. Antes hubiera sido muy feliz. Aquella chiquilla hubiera brincado de alegría, con un corazón lleno de amor para dar. Mientras esperaba que el taxista me llevara al café, mi mente me llevó a esos días donde solo había una nube gris en mi cabeza. *Flashback * Solo lo vi de espaldas, siendo testigo de cómo él jalaba sus maletas fuera de la casa. De mi vida. Debía suponer que esto ocurriría, sus palabras de desprecio y asco por mí, me daban como un martillo a la cabeza, y dolía… Dolía tanto vivir con la muerte acechándome, porque estaba muriendo, aunque no estuviera sangrando. Mis manos que se apoyaban en el cristal de la ventana, sintieron esa gota que cayó. Estaba lloviendo dentro de mi habitación, gotas saladas que resbalaban de mis mejillas, por un amor no correspondido. Pero lo que terminó por destruir este frágil cristal que latía, fue presenciar el momento en el que Edzel se reunía en la puerta del auto con una bella mujer. Los labios de él se posaron durante varios segundos en los de ella ¿Entonces eso era amor? Incapaz de seguir observando. Cerré la persiana, traté de controlar mis emociones, pero los sollozos de mis labios soltaron mi dolor. — ¿Qué caso tiene? —murmuré—. Nadie en este mundo me quiere. El único que me hizo sentir especial, es un verdadero monstruo. Sin embargo, la única culpable era yo. Yo por haber creído que el amor existía. Que un chico de veinte podía amar a una mocosa como yo. Por haberme ilusionado y creer en el príncipe azul. Qué estupidez más grande. — Edzel Erardi, destruiste mis ilusiones. *Fin Flashback * Después de haber llegado, miré el local frente a mí. Entré buscando entre los comensales a aquel muchacho de cabellera larga oscura y de mirada dulce como la miel. Lo encontré sentado, leyendo algo en su celular. Él pareció sentir mi presencia, pues de inmediato levantó su mirada, se quitó las gafas que usaba para leer y me ayudó a tomar asiento. — No pensé que aceptarías reunirte conmigo —le dije tras recordar el evento en el hospital. Él apretó los labios; un gesto que hacía para mostrar su molestia. — Estuve cerca de no venir, pero supongo que no tengo de otra más que escucharte. En ese instante, una jovencita se acercó con una taza de café. Sabía que Harry lo había pedido por mí. Aunque estuviera molesto, él nunca dejaba de preocuparse por mí. Me hacía sentir ese cariño que muchas veces me hacía falta. Él era como el hermano que nunca tuve. — Gracias —le dije. — Umm supongo. Bueno, te escucho. Colocando mis manos alrededor de la taza, sentí el agradable calor que mis dedos congelados necesitaban. — Lamento no habértelo dicho antes, pero era algo que yo también quería olvidar. Sabes lo mucho que me afectó ese matrimonio. — Desgraciadamente lo sé —asintió, apoyando su rostro en su mano. — Pues nunca pude divorciarme, y ahora debo permanecer todo un año con ese idiota ¿Por qué? ¿Por qué tiene que regresar justo cuando ya lo olvidaba? —mi rabia se evidenció en mis nudillos blancos que apretaban el mango de la taza—. Le daría toda mi parte de la herencia si con eso obtenía mi libertad. Daría lo que fuera, para no tener que soportarlo. — Hanna —sintiendo la mano cálida de Harry en mi hombro, nuestras miradas se cruzaron. Él veía todo mi dolor, el cansancio de mi alma—. Da lo mejor de ti, no bajes la cabeza. Hay mucho por lo que debes sentirte orgullosa. Así que no quiero verte con esa mirada derrotada, porque detrás de esa mujer golpeada por la vida, está la que luchó por ser alguien mejor y no se quedó de brazos cruzados. Eres más que la esposa de un imbécil. — Siempre dándome fuerzas —tomé su mano para pegarla a mi mejilla, dejando que una lágrima resbalara. Rápidamente, busqué en mi bolso mi pañuelo, pero no lo encontraba, hasta observar la otra mano de Harry extenderme el suyo. — Y no te preocupes, nadie sabrá que lloraste. Se lo mucho que te molesta que te vean así. Yo sonreí, aceptando el pañuelo—. Haces bien —le respondí—. Las lágrimas son derrota, y nunca permitiré que alguien me vea así. Era cierto, jamás había dejado que alguien me viera llorar. Después de que Edzel me insultara en aquel balcón hace seis años y mi llanto fuera incesante, me hice el juramento de que nadie volvería a verme así. El sentimiento de ser alguien débil y demostrar que estaba rota; no es algo que quiero volver a proyectar. Hanna Mariani no volvería derramar más lágrimas. … Llegué a casa con la compañía de la Luna en plena noche. Las horas pasaban muy rápido cuando disfrutas de una conversación. — Aquí tiene y gracias —dije al pagarle al conductor. ¡Qué día! Tantas cosas que sucedieron, y pensar que esta mañana solo soñaba con recibir mi título universitario. El día más esperado… Se convirtió en el peor. Tras ser recibida por los empleados, solo quise llegar a mi habitación, darme una larga y refrescante ducha que borrara todos los errores de mi vida. Y dormir… Pensar que este día solo fue un mal sueño. Despertar siendo la niña querida de mi padre, olvidarme de la existencia de Edzel como todo ese maldito papel. — Ya no había más que hacer… —suspiré rendida, llegando a las escaleras. — ¡Qué maravilla! ¡Al fin la reina ha llegado! Lo que me faltaba ¿Acaso no tenía derecho a un poco de calma? Al menos antes de irme a dormir. — No tengo tiempo para tus tonterías, Kyle —respondí sin darme vuelta. — Oh Claro, la señora es muy ocupada. Incluso para llegar a estas horas. Estuve calmando mi mal humor, pero si él se iba a poner como una piedra en el zapato. Que se enterara de las consecuencias. — En lugar de estar ahí parado sin mover un solo músculo. Procura hacer feliz a Iris, que bien para mal te adora como a su Dios. — Oh, y por supuesto que la hago muy feliz —en su respuesta hubo un tono que me desconcertó. Acercándose hasta estar a centímetros de mí, me susurró muy bajo —. Pero parece que a ti te hace falta lo mismo. — Cuida tus palabras —contesté sin temor alguno—. Conmigo no vas a jugar. — Pero si yo no deseo jugar. Quiero ser muy serio. Tu querido cuñado tiene mucha experiencia en hacer feliz a una mujer, y con gusto yo podría… —*¡PLAF* Esta era la segunda vez en un día que abofeteaba a alguien. — ¡No se te ocurra! ¡Ni en tus sueños! Contrario a la reacción de Edzel, Kyle soltó una sonrisa de lado. Era como si disfrutara mi reacción. Que tipo más extraño. — Te ves como una mujer pequeña, delicada y frágil, pero dentro de ti hay tanta pasión que se desborda hasta en tu actitud. Estas en estado salvaje, solo hace falta que alguien dome a la yegua. — ¡Callate! ¿Cómo puedes decir tal atrocidad? Eres un hombre casado. Respeta a tu esposa —le exigí. — Lo hago, pero también soy hombre Hanna, y admito que desde que llegaste a esta casa has ido cambiando —diciendo esto, sus ojos me recorrieron desde los pies hasta mi rostro, provocando en mi unas náuseas terribles—. Habría que ser ciego para no ver en la bella flor que te has convertido. Una muy sensual y sexy. — ¿Kyle? ¿Eres tú? —la voz de Iris se iba acercando. — Sí mi reina. En un instante te haré compañía en la cama —contestó, para luego pasar por mi lado, subiendo las escaleras. Que hombre más tenebroso. Su sola mirada me provocaba un temblor desagradable. Esperé unos minutos, hasta asegurarme de escuchar la puerta de su habitación cerrarse, y cuando obtuve lo que quería, decidí que ya era hora de descansar. Por lo menos en mis sueños nadie me perturbaría. Sería mi único momento de paz. Estirando mi cuello de lado a lado, encendí la luz de mi habitación. Fui quitándome los tacones, el abrigo como el vestido, hasta quedarme completamente desnuda. Solté mi cabello, y con la tranquilidad que me daba, estiré los brazos detrás de mí cabeza. Mañana sería otro día, debía mantener la mentalidad en positivo. De pronto, escuché que alguien intentaba abrir la puerta, por el tremendo susto que me llevé, quede totalmente inmóvil, hasta escuchar el ladrido de Cerbero. Como pude, logré alcanzar mi bata y salí a revisar de quien se trataba. Ahí, con el rostro imperturbable y las manos en sus bolsillos, me miraba completamente serio. — ¿Qué buscas ahora? —le pregunté a Edzel —. La hora de hacerme la vida imposible comienza desde mañana a las 8:00 am. Ahora deseo dormir. — ¿Qué haces aquí? —cuestionó sin tomar en cuenta mis palabras. — Es mi habitación. — Por supuesto que no. Así que vete de una vez. — Se ninguna manera haré eso. — No tengo el humor para discutir contigo Hanna, has esto por las buenas o no responderé. — ¡JÓDETE! —De inmediato quise cerrarle la puerta en la cara, pero su fuerza fue mayor y con un solo brazo me detuvo, entrando de todas maneras. — ¡Ay! —me quejé al sentir mi espalda chocar contra la pared. Edzel me tenía acorralada con sus manos atrapando mis brazos. — Mucho cuidado con tu boca mocosa malcriada. Vas a hablarme con respeto ¡OÍSTE! —sus ojos azules eran más fríos que el invierno. Se veía tanto el odio en ellos—. Yo no soy el viejo con el que te revolcabas para tener todos tus caprichos ¡Así que piensalo dos veces antes de insultarme!
Lectura gratis para nuevos usuarios
Escanee para descargar la aplicación
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Autor
  • chap_listÍndice
  • likeAÑADIR