Capítulo 13: La euforia del Instinto

1557 Palabras
Un pitido ensordecedor me perfora la mente, logrando que me mantenga consciente mientras siento las garras del vampiro enemigo saliendo de mis costados, junto con más sangre que crea un charco a mi alrededor. ‹‹—¡Levántate, Elleonor! ¡Aún pueden ganar la batalla!›› El mareo es inmenso, y no logro atinar a ponerme de pie antes de sentir de nuevo las garras del vampiro clavarse en mi estómago. Siento la fuerza irse con cada exhalación, mi cuerpo se torna más frío y el dolor de estar viviendo este tormento comienza a pesar en mi interior. Ya no quiero seguir soportando tanto sufrimiento, tanto dolor por una guerra y una meta que no siento real, que no siento mía. No me siento yo, sólo una versión atrofiada de mí misma, porque no soy humana, pero tampoco puedo ser valiente y una depredadora como Alessander. No podría seguir engañándome, varias semanas pasaron y logré debilitar ese lado sobrenatural que se apoderaba de mis pesadillas y de mis visiones, de mi deseo y de mi sed; Logré vencer al monstruo que me dominaba, pero que sin él ahora tan sólo era una débil presa, una débil humana a punto de ser acabada al fin. ‹‹—No te rindas, puedes hacerlo. Déjalo salir, acepta quién eres. ¡Acepta tu instinto! ¡Sobrevive!›› Una ola de calor logra traerme a la realidad, y la conciencia vuelve a tomar el control de mi mente. El horror de lo primero que veo me espanta, mi estómago abierto casi en dos y las garras del maldito monstruo se mueven incrustándose aún más profundo. Mi boca se comienza a llenar de sangre y la fuerte tos no me deja respirar. El frío invade mi cuerpo, me siento más débil y enfermiza, pero a medida que mi propia sangre va bajando por mi garganta comienzo a sentir un fuego en mi pecho que consume mi debilidad, consume cada dolor y mareo otorgándome un repentino sacudón de adrenalina contenida. La voz del Ángel sigue resonando en mi mente, haciendo eco hasta en lo más hondo de mi conciencia, incitándome a que dejar de ser la frágil seudohumana que tanto anhelaba seguir siendo, y que libere mi verdadero yo, ese que por las noches me causaba pesadillas, ese del que realmente tenía miedo de niña, ese al que veía como el monstruo bajo la cama y que en realidad era aquel reflejo de mí misma. Y es ahí cuando aprovecho a tomar desprevenido al vampiro, alcanzando su cuello con mi mano humana, luciendo indefensa, como una frágil presa a punto de morir; Pero de mis dedos las garras crecen a una velocidad impresionante, junto con la euforia causada por la adrenalina de sentir mi verdadera fuerza. El terror en los fieros ojos del enemigo me sabe a gloria pura, al sentir mis garras perforarle la carne y la tráquea en un chasquido hace que mi piel hierva por venganza, por odio, por crueldad. Con un rápido pero tosco movimiento él intenta enterrarme de nuevo sus garras, llevándolas por instinto a mi cara, pero con un empujón de mi cuerpo hacia él logro enterrarle mi mano por completo en su cuello. Siento sobre mis dedos el crujir, y con una fuerza brutal le arranco la cabeza, para luego ponerme de pie y observar a unos escasos metros a Alessander parado mirándome, con sus ojos verdes dilatados en asombro y una mezcla de sentimientos. Intento no dejarme invadir por las emociones, siento una cálida y punzante angustia en mi pecho y trato de cerrar los ojos unos segundos para empujar ese sentimiento hacia lo más hondo de mi ser. No puedo permitirme ser débil, la bestia en mi interior quiere salir, debe salir, y no puedo detenerla… No cuando son ellos o nosotros, no cuando nuestras vidas dependen de cuán brutales y despiadados seamos. Dejo que mi instinto tome el control de mi cuerpo y corro en dirección al próximo vampiro que se me acerca, agachándome y esquivándole el zarpazo, impulsando mi brazo izquierdo con todas mis fuerzas y clavándole las garras en la espalda. Hundo mi pie derecho en la parte trasera de su rodilla, haciéndolo caer y aprovechando ese segundo de su debilidad para clavarle las garras en su cuello, acabándolo lo más rápido posible para seguir alerta a la batalla a mi alrededor. Intento seguir esquivando garras y cuchillas lo mejor que puedo, pero siento la piel de mis costados y de mi estómago aún abierta y con un ardor inmenso. La sangre en mi boca sigue produciéndome la adrenalina necesaria para seguir peleando, logrando mantenerme alerta y con mi instinto dominando. El grito de mi tío James me saca de órbita e intento localizarlo de inmediato, para llevarme la sorpresa de que está junto a la entrada, pero que otros tres vampiros con cuchillas intentan acorralarlo. Él aún carga en cada brazo a los Danvers, haciendo un esfuerzo inmenso por seguir de pie y salvarles la vida. Alessander se mantiene firme haciéndole frente a los tres enemigos, demostrando una confianza inquebrantable. Pero cuando los tres se lanzan sobre él al mismo tiempo, y veo cómo las cuchillas le perforan el pecho y la sangre comienza a cubrir sus brazos y el suelo, es cuando algo dentro de mí se quiebra por completo. Siento que la vida se me va, al igual que la transformación de Alessander comienza a menguar, otra vez, como aquella noche en el bodegón. Mi piel se eriza como la de un felino, el vacío en mi pecho es reemplazado por una sobrecarga de poder tan inmensa que no se compara con la adrenalina o la sed de venganza, es simplemente como ser energía pura, ser la misma agua que da vida en los océanos, que es calma, pero a la vez tempestad, dando vida y también quitándola. Y como si me teletransportara, de un momento a otro estoy junto a Alessander, tomando la cabeza de uno de los vampiros y aplastándola con mis manos como si fuese de masa. Los otros vampiros no dan tiempo ni de reaccionar cuando los tomo de sus cuellos y, mirándolos a ambos, siento que la energía que emana de mi cuerpo es dirigida a ellos. —Maten a los demás que venían con ustedes, y luego mueran —mi voz es irreconocible, similar a un siseo de serpiente. Y lo más descabellado es que ambos, luego de soltarlos, comenzaron a caminar hacia un par de que aún intentaban derribar el muro de humo de Margot y comenzaron a pelear con una ferocidad horripilante. Caigo de rodillas junto a mi novio y tomo su cabeza entre mis manos acomodándola sobre mis piernas. Su piel casi ni se regenera, y un hilo de sangre comienza a correr de entre sus labios. —Bebé, está bien, estarás bien… —intento susurrarle, y mi corazón se quiebra cuando sus ojos verdes no llevan ese brillo peculiar con el que siempre me miraba. Un escalofrío me invade, siento una presión cálida en mis manos que son llevadas a su pecho, y un calor comienza a desprenderse de mí, mi energía comienza a enfocarse en él, con la misma sensación de cuando él bebe mi sangre, pero en una escala mucho más intensa. Logro sentir que mi propia vida es enviada hacia Alessander, y con asombro y una inmensa felicidad soy testigo de cómo sus profundas heridas se cierran con una velocidad impresionante. Su piel se va uniendo, y la sangre va desapareciendo, tal como si el tiempo retrocediera en sus heridas, conteniendo y recuperando la misma energía vital que se desprendió de él segundos antes. —Eres un ángel —susurra con ternura, y antes de que cierre sus ojos vuelvo a notar su precioso brillo. Su sonrisa no se borra cuando cae en la inconciencia, y lo arrastro con cuidado hasta recostarlo en la pared al lado de mi tío, quien aún cuida de los Danvers intentando que no los maten. —Cuídalo —le ordeno, y salgo corriendo hacia el grupo que sigue atacando a Margot, quien ya se ve deteriorada, con el humo a su alrededor de un color gris claro. Noto a dos vampiros corriendo en dirección a la señora Cromwell, evadiendo la pared de humo que cada vez se debilita más, y con toda la rabia que tengo me impulso para saltar sobre sus espaldas dejándome caer con todo mi peso. Logro derribar a uno y desestabilizar a su compañero, quien se gira enfurecido hacia mí. Ruedo sobre mi costado y un gruñido gutural raja mi garganta en son de advertencia, logrando captar por completo la atención de mis nuevos oponentes. El más alto se relame los labios, pasando la lengua por sus colmillos puntiagudos y amenazantes, mientras que su compañero se limita a fijar la vista en María, quien sigue detrás de mí. El más alto se me acerca unos pasos, simulando acecharme e intentando que pierda de vista a su compañero. Por un momento comienzo a sentirme acorralada, el salvajismo que ese vampiro emana es inmenso, y el temor a que me jueguen una estrategia y lleguen a lastimar a la señora Cromwell me paraliza; Y es justo eso lo que el vampiro necesitó para lanzarse sobre mí, mientras que su compañero se lanza sobre Cromwell.
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