Problemática familiar

2652 Palabras
Karina. Por la mañana, me despierto abruptamente al apagar la insistente alarma. A medio camino entre el sueño, arrastro mis pies hacia el baño y, casi sin darme cuenta, me sumerjo bajo la ducha, dejando que el agua tibia envuelva mi cuerpo. No disfruto madrugar para ir al trabajo, especialmente en este frío. Trabajo a medio tiempo en un restaurante, lo que cubre mis gastos y el alquiler de este apartamento. "Hay que esforzarse", me digo. Al salir de la ducha, me envuelvo en una toalla para secar mi cuerpo húmedo, y es entonces cuando noto una figura imponente en el umbral de la puerta, con ojos azules que me escrutan de arriba a abajo. —¡Qué demonios! —trato de cubrirme con la toalla al verlo sin ningún pudor. —Buenos días —me sonríe como un angelito—. Una manera interesante de comenzar el día, ¿no crees?. —¡Cállate y deja de mirarme! —respondo avergonzada—. ¿Todavía estás ahí? ¡Sal ahora mismo!. —¿Por qué debería? —pregunta, aparentemente sin preocuparse. —¿¡Cómo que por qué!? ¡Necesito mi espacio! —le explico con obviedad, pero parece no importarle. —¿Olvidaste que compartes el espacio con un hombre? —se burla. —Bueno, eso... —¿En serio? —se ríe. —¡Lo olvidé! ¿Y qué hay con eso? No me acostumbro a la compañía de otra persona —me dirijo al clóset, ruborizada—. ¿No piensas salir? Necesito cambiarme. —Hazlo —se encoge de hombros. —No hagas que te eche a patadas de aquí si sigues provocándome. —Bien, como quieras —vuelve a reír, irritándome aún más. —¿Me estás retando?. —¿Yo? Para nada —niega—. ¿Por qué no permites disfrutar de un buen paisaje a los pobres mortales? Eso es todo. —En pocas palabras, quieres verme desnuda. —Tu inteligencia me está enamorando. —¿Sabes qué? Haz lo que quieras —corto la conversación y termino de sacar la ropa del clóset antes de encerrarme en el baño. Presiono mi espalda contra la puerta, soltando un suspiro desenfrenado. Mi corazón late con fuerza y un cosquilleo revuelve mi estómago. Por un momento, olvidé la presencia de Vicenzo en mi apartamento, y que me haya visto así no solo me avergonzó, sino que también me hizo temblar por la manera tan seductora y hambrienta en que me miraba. Reacciono dándome unas palmaditas en las mejillas antes de proceder a cambiarme. Me coloco una falda negra lisa que llega por encima de las rodillas, un suéter blanco con el logo del restaurante y unos tenis blancos. Al salir del baño, Vicenzo ya no está, así que termino de prepararme agregando un poco de maquillaje y arreglando mi cabello en una coleta alta. Salgo de la habitación con un abrigo descansando en mi brazo y sosteniendo mi bolso en la otra mano, solo para encontrarme con Vicenzo en la mesa del comedor, esperándome con el desayuno servido. —¿Qué significa esto? —pregunto, evidentemente sorprendida. Vicenzo al verme sonríe, observando mi cuerpo unos segundos antes de decidirse a acercarse. —Tengo que ser de utilidad durante el tiempo que vaya a permanecer aquí, así que empecé por el desayuno. Tomé algunas cosas de la despensa, espero que no te moleste —explica, más cerca de mí de lo que debería—. ¿Ya te ibas?. Me incomoda un poco no por haber organizado este presente, sino porque me recuerda que Vladimir también hacía lo mismo, y terminó siendo un patán. Pero aquí la diferencia es que Vicenzo y yo solo somos dos extraños que conviven temporalmente. Quizás esté bien. —Sí, ya me iba —respondo después de unos segundos— y gracias por el desayuno. Espero que no te esfuerces demasiado, aún estás delicado con tu herida. —¿Estás preocupada?. —Llego tarde —evado su pregunta— ¿Puedo pasar ahora?. —Claro —me cede el paso, y tomo asiento junto a él en la mesa. Pruebo el primer bocado de los hotcakes que preparó con miel, algunas fresas y banana madura en rodajas, acompañado con un vaso de jugo de naranja. Tenía todo esto en mi despensa y nunca se me había ocurrido prepararlo, y eso es porque soy pésima en la cocina. Pero este hombre es un experto; en mi boca, cada bocado se deshace. —Eres bueno en esto —comento, mirándolo fijamente, y me doy cuenta de que no ha estado comiendo sino observándome todo el tiempo—. ¿Por qué me miras y no desayunas?. —¿No puedo? —extiende su mano hasta la comisura de mi boca, limpia un rastro de miel con su dedo pulgar para luego llevarlo a la suya y chuparlo de una manera muy incitadora—. Solo pienso que eres linda. Mis mejillas se encienden de golpe, enviando una electricidad por toda mi espalda. Cada vez esta sensación empeora, y no quisiera sentirlo, no con él. —Tengo que irme ya —me levanto de la mesa—. Se me hace tarde. Tomo mi bolso y mi abrigo encaminándome a la puerta, pero justo cuando la abro, el agarre de Vicenzo en mi muñeca me impide salir. —¿Qué haces ahora? —me volteo para encararlo. —¿Dónde trabajas?. —En un restaurante, ¿por qué?. —¿Y cuál es tu horario de salida?. —En horas de la tarde. —Bien —me suelta— estaré esperándote. —¿No tienes algún lugar a donde ir mientras no estoy? Tardaré mucho. —No tengo ningún lugar, ya te lo dije. —Está bien —suelto un suspiro—. Nos vemos. —Espera —otra vez me sostiene de la muñeca, acercándome a su pecho—. ¿Te vas a ir así?. —¿Así cómo?. —Sin esto —se inclina hacia mi rostro y deja un beso suave en la comisura de mis labios, casi uniéndolos con los míos—. Tómalo como una muestra de agradecimiento. Espero que dejes de desconfiar de mí, no soy como crees. No le respondí nada, porque no tenía palabras para describir lo que sentí cuando me besó. Ni siquiera fue en los labios, pero sí cerca de ahí, e incluso estando en estos mismos momentos en el restaurante, sigo pensando en el beso, sintiendo ese cosquilleo en mi piel donde posó sus húmedos labios. —¿Kira? —la voz de Justin me sacude —¿En qué m*****o estás pensando ahora? —En nadie, maldito pervertido —continúo limpiando las mesas —¿Y qué te importa?. —No trates tan mal al amor de tu vida —gimotea, haciéndose el dolido —¿Sigues pensando en el imbécil ese de Vladimir?. —Nada que ver con él —frunzo el ceño —anoche llegó rogándome de nuevo, pero no desgasto mis neuronas en alguien tan basura como él. —¿Y entonces? ¿En qué tanto piensas? Llegaste rara hoy. No sabía que se me podía notar tanto que estoy pensando en alguien. Y justo la persona que ha estado invadiendo mis pensamientos desde esta mañana es Vicenzo. Debo estar loca para dejarlo vivir conmigo y permitir que se quede solo en mi apartamento. No lo conozco, pero tampoco siento que sea una mala persona. Lo que me preocupa es lo que estoy sintiendo cuando lo tengo cerca. No quiero desarrollar sentimientos por nadie más. —No estoy pensando en nadie, no te preocupes y sigue trabajando. La conversación culminó ahí cuando llegaron nuevos pedidos y el restaurante se empezó a llenar de nuevo. Terminé de limpiar las mesas y luego recibí el menú de todos los clientes. Pero hoy siento que mi mente está más distraída que nunca, y me da rabia que sea por un hombre. Justo cuando pensé que mi día ya era bastante abrumador, un auto lujoso se estaciona frente al restaurante, y de él sale un hombre con lentes oscuros vestido de traje n***o. «Maldita sea». —Señorita Karina —me habla formalmente cuando entra al restaurante —el señor Ruslan solicita su presencia. —¿No ves que estoy en horas de trabajo? Dile que no puedo —contesto a la defensiva. Ruslan Novikov es mi padre, y siempre tiende a mandar a alguien para buscarme cuando estoy en el trabajo, y sé que ahora el tema del cual quiere hablar es sobre el matrimonio acordado con Vladimir. Y a ese sujeto no lo quiero volver a ver ni en pintura. —Me pidió que no regresara si no era con usted, señorita —insiste el hombre. —Karina, si es urgente, puedes irte, yo tomaré tu turno —interviene Justin. La opción que me da Justin es porque anteriormente este hombre que envió mi padre permanecía afuera del restaurante hasta que yo tomara la decisión de irme con él. Incluso a veces tenía que venir mi propio padre a verme. Es demasiado agotador tratar con ellos. Y creo que es hora de acabar con esto. —Está bien —me quito el delantal, entregándolo a Justin —gracias de nuevo. Nos vemos mañana. Sigo al hombre que me encamina hasta el auto. Cierra la puerta y toma asiento en el volante poniendo el auto en marcha. En pocos minutos ya estamos frente a esa gran mansión donde viví por veintitrés años hasta hace tres meses que decidí vivir sola. Tomo aire antes de entrar por la puerta principal, y estando adentro diviso a mi padre sentado en uno de los finos sofás de la sala, con un café frente a él en la mesita de centro, y dándole la vuelta a una página del periódico que está leyendo. —Bienvenida, hija —me recibe, sin siquiera quitar sus ojos del periódico —espero no haberte importunado. —Sabes que sí —tomo asiento frente a él, mirando cómo el hombre que envió por mí me sirve una taza de café —. ¿Para qué me has llamado esta vez?. —¿Te encuentras bien? —alza la vista, mirándome a través de sus lentes —me preocupo por ti. —No tienes por qué, estoy bien. —Deberías dejar ese trabajo mediocre —comenta, recibiendo de mi parte una mueca de disgusto —. Tienes la opción de trabajar en la empresa, y lo sabes, Kira. —¿Adónde quieres llegar, papá? Estoy bien como vivo, no necesito nada más. —Solo quiero lo mejor para ti. —Por supuesto, como querer que Vladimir se case conmigo, eso es lo mejor que tienes para mí, papá —suelto evidentemente molesta —¿Por eso me has llamado aquí? Entérate de que mi respuesta seguirá siendo la misma. —No eras así, Kira —me mira con soslayo, dejando en la mesita el periódico —¿Por qué te comportas así?. —Dejaré de hacerlo cuando desistas de la decisión sobre mi matrimonio con Vladimir, papá. ¿Quieres que siga con él cuando me ha puesto los cuernos con Angelina? —Ese fue un error, tu hermana no... —Basta, papá —me pongo de pie —. Siempre la defiendes a ella porque es tu hija. —Tú también lo eres. —Sabes que no es así. Y no nos engañemos, vas a escogerla a ella siempre por sobre mí, así ha sido todo este tiempo. ¿Por qué no le pides a tu hija que se case con Vladimir? Después de todo, ya se revolcaron. —¡Karina! —escucho el grito de mi madre provenir de las escaleras —¿Qué forma de hablar es esa de tu hermana?. —No empieces tú también, mamá —tomo mi bolso del sofá —. Si vienes con el mismo sermón que papá, pierdes tu tiempo. No voy a casarme con Vladimir. —Ya habíamos hecho un acuerdo, Kira —me insiste mi padre —. Los padres de Vladimir esperan nuestra cooperación. —Eso fue antes de que Angelina se metiera en su cama —recalco nuevamente —¿Por qué no le dicen a ella que se haga responsable de lo que provocó en vez de hacerme la vida imposible para que lo acepte? Claro, no lo hacen porque es Angelina, todo para ella es permitido. —¡Karina! —me reprende mi madre de nuevo —¿Por qué no dejas de sonar como una hermana celosa? Compórtate. En verdad, estoy harta de escuchar las mismas palabras de siempre. Que soy una hermana celosa de Angelina, que debo comportarme a la altura de la familia y siempre aceptar cada cosa que me imponen aunque no esté de acuerdo. Estoy harta de todo. —Te daré tiempo, Kira, piénsalo mejor, es por el bien de la familia. Con esas palabras de mi padre, culminé mi breve estadía aquí, dirigiéndome a la puerta para que en ese mismo instante Angelina apareciera con Vladimir tomados de las manos y riendo alegremente frente a mí. —Kira...—Vladimir la hizo a un lado al instante en que me vio —¿Qué haces aquí? Pensé que... —¿Pensaste qué? Vas y me ruegas, luego vuelves y la buscas a ella, ¿es así?. —Kira, no es así, no nos malinterpretes —Angelina me toma de la mano y me sonríe —solo venimos de ver una película. Vladimir estaba muy desconsolado porque lo rechazaste de nuevo, y quería distraerse. No es lo que parece. —¿No es lo que parece? ¿Quieres que me coma ese estúpido cuento cuando vi cómo te lo cogías en su apartamento? —me suelto de su agarre con asco —. Váyanse a la mierda, hagan lo que les plazca y no me sigan jodiendo la vida. —¡Karina! —escucho los gritos de mi madre a mis espaldas cuando decido salir de la mansión, haciendo bruscamente a Vladimir a un lado. Él intenta detenerme como sea posible, tratando de explicarme que todo es un error y un malentendido de nuevo. Así como me lo dijo la vez que lo descubrí con Angelina en su apartamento, diciéndome que no era lo que parecía. Sabe desde cuándo me han estado viendo la cara. Angelina es mi "hermana" menor. No le hace falta nada. Es rica, tiene a sus dos padres que le brindan todo su amor incondicional. Es hermosa, por algo es la modelo estrella de la compañía Novikov. Es una rubia de ojos miel con una figura perfecta, piel clara y una sonrisa encantadora. Lo tiene absolutamente todo, algo que yo no tengo. Pero aún así, ella siendo el centro de todo y de todos, trata de quitarme lo poco que tengo. Todos los chicos con los que he salido, ella me los ha quitado. Los seduce, se acuesta con ellos, y lo que más coraje me da, es que busca la manera para que yo vea con mis propios ojos cómo esos chicos de los que me he enamorado, se revuelcan con ella. Y aún así, después de todo lo que Angelina me ha hecho, mis padres siguen de su parte. Yo, la adoptada bastarda de la familia Novikov, tengo que cerrar la boda ante ella y dejarla hacer lo que se le dé la gana solo por el maldito hecho de no ser nadie. Por eso decidí irme y vivir independiente de ellos. Después de todo, no tengo nada. No soy heredera, no tengo un rango alto en la compañía como lo tiene ella, y no soy favorecida por mis padres. No tengo absolutamente nada. Y aunque ellos digan amarme también como una hija, no es del todo cierto, ya que su centro siempre ha sido Angelina.
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