OLVIDAR

706 Palabras
Cuatro meses despues: 10 de diciembre Anguil, La Pampa, Argentina El tiempo sigue sin curar las heridas que me ha dejado la partida de Aria, y tal vez por eso quise intentarlo con la distancia. Puede que no haya sido casualidad que el gran empresario agropecuario Gerardo Pieres se pusiera en contacto a través un contacto que teníamos en común. Creo que el destino quiere que ponga distancia con mi pasado, y es por eso por lo que no he dudado en aceptar su oferta para encargarme de sus caballos, y es que no encuentro manera de superar la perdida de Aria, simplemente siento que me muero dia a dia y no sé que hacer. Despedirme de mi familia no ha sido sencillo, sobre todo para mis padres quienes una vez más ven a uno de sus hijos alejarse del nido. Hubiese querido que las cosas fuesen diferentes, pero debí pensar en mi, en la forma de encontrar alivio para mi corazón que no deja de llorar y sentirse completamente solo en un mundo donde al parecer las personas buenas son quienes pierden la vida más rápidamente. El vuelo a Buenos Aires ha sido largo, pero las seis horas y media de camino en coche hasta el pueblo de Anguil, en la provincia de La Pampa me han aniquilado. —Ya hemos llegado a la estancia —me indica el chofer que me ha traído y un gran arco de ladrillo y madera me llama la atención. —¿Estancia Caeli? —averiguo leyendo el nombre. —Es la hija del señor Pieres, llamaron a la estancia de esta manera luego de su nacimiento —me explica. —¿Hace mucho que trabaja para la familia? —continuo. —27 años, llegue cuando la niña Caeli nacio —habla y siento el orgullo en su voz. —Entiendo —es la única palabra que puedo decir y una vez que estaciona, observo la inmensa casa frente a mi. Escucho al chofer bajando del auto y cerrando la puerta mientras que yo solo sigo observando la inmensidad de este sitio que combian campos, galpones y casas. —Esa es la vivienda principal donde reside la familia, los empleados vivimos en las casas que nos han asigando en aquella zona —me cuenta señalando un grupo de viviendas que hay más alejadas. —Gracias por la explicación —digo y, a decir verdad, no hay nada que me importe en estos momentos, apenas consigo respirar día día. —Lo llevare con el patrón —anuncia y me hace una seña para que lo siga hacia el interior de la estancia. Respondo asintiendo levemente y al llegar al interior de la vivienda, me sorprendo ante el concepto minimalista y de colores neutros, algo no tan común para una casa de campo. —Espere aca por favor —me pide y tomo asiento en una banco de madera que hay en el pasillo. Sé que mi familia no entiende porque hago esto, es decir, tenía mi clínica, trabajaba bajo mis propias reglas y ahora estoy en este lugar a punto de comenzar una vida como empleado de un importante empresario, pero tal vez es esto lo que busco, no tener que ninguna responsabilidad más que solo cuidar caballos. —Kian —escucho que me llama un hombre y al voltear reconozco al señor Gerardo. —Hola, que bueno conocerlo en persona —digo amable y me pongo de pie para acercarme a él. —Me hablaron muchísimo de tu trabajo, creo que vas a ser una gran adicion para nuestra empresa —me dice amable y sonrio con un poco de esfuerzo. —Muchas gracias por esta oportunidad, deseo conocer a sus ejemplares —añado cuando vamos de camino a su despacho. —Papá, ¿ya llego el nuevo veterinario? Moana esta muy mal —escuchamos y al voltear veo a una mujer bastante alta de cabello castaño y ojos verdes llenos de lagrimas. —Si, es él —responde Gergardo. —¿Dónde está la yegua? Vamos a verla ahora —pido de inmediato sin prestar atención a más detalles y solo sigo los pasos de la mujer para poder salvar a quienes me mantienen respirando en esta vida.
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