Sus ojos brillantes azules no dejaban de mirarme y su dentadura aún incompleta me sonreía con tanta ternura e inocencia.
Mi mente estaba jugando mal, porque por cada segundo que la miraba era otro segundo en que recordaba al oso de peluche que estaba en mi recámara.
—Loreley ¿dónde estábas pequeña traviesa? ¿Por qué no te mantuviste cerca con los demás? no debes soltarte —una mujer con hábito apareció frente a mí, tomando la pequeña de la mano, y al notar mi presencia se inquietó—. ¿Quién es usted?
—Estuve haciendo unas compras, uno de mis productos se cayó, cuando volteé estaba esta pequeña y… ¿Por qué descuidan así a los niños? Son muy pequeños y no deberían soltarle las manos por ni un segundo, no se sabe con qué clase de persona se puede encontrar en la calle, incluso pudo haberse a
