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Todo había salido como lo planeara, por lo que Linka lanzó un suspiro de alivio. Sabía que aquello perturbaría a Michael durante algún tiempo, pero lo había liberado de una mujer que no lo merecía. Sin embargo, le resultaba difícil no preguntarse a quién dedicaba su ocio Michael en Londres. Podía entender bien, como decía en sus cartas, que tuviera mucho que hacer en el Ministerio de la Guerra. También sabía, porque él se lo comentara a su madre, ahora que había heredado el título, que no tenía intenciones de permanecer en el Ejército. En efecto, el Conde había escrito, Ya le dije al Duque que me retiro. No obstante, debo poner primero las cosas un poco en orden y ver que mis hombres sean atendidos como merecen a su vuelta a Inglaterra. Sin embargo, a Linka le preocupaban las famosas