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Melinda se sentía el ser más oscuro del mundo, la rabia que persiste en su ser y la ira que recorre sus venas la enferma. El motivo por el que nadie se acercaba a ella era porque Aspen se los había prohibido rotundamente. Él cambió de opinión y quitó esa restricción, pero ella en vez de sentirse bien con eso sintió más furia. ¿Cómo puede ser una persona tan mala como para aislar a alguien y tan tonta como para creer que revocando la orden ya tendría el perdón? No había duda alguna, Aspen es una bestia que no sabe como tratar con las personas y no conoce el respeto. Para él las cosas son como dice y todos deben perdonarlo cuando lo demanda, pero con Melinda lo único que obtuvo fue una lámpara estampada en su cabeza y gritos. ―Hemos preparado el desayuno. ―Los niños habían dado un giro