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Nunca en su vida había conocido a un hombre tan frío y despiadado, pero diablo parecía tener una doble personalidad. Con ella era muy cruel y con los niños era todo lo contrario. No hubo opción para ella más que aceptar ser la niñera de los niños y viajar con el hombre que no paraba de amenazarla por creer que intentaría huir o algo parecido. Melinda sinceramente pensó en huir y lo intentó solo una vez, pero al imponente hombre no se le escapaba nadie y ella no fue la excepción. Habían estado viajando por tres días y no sabía en qué dirección van ni a donde se dirigían, lo único que se le permitía saber era que debía cuidar a los cachorros a toda costa y cuando él se alejaba debía mantenerse a salvo justo donde él los dejaba. ―¿Tienes más hambre, cielo? ―Miró a Sebastián el más pequeñ