La fiesta estaba en su máximo apogeo. El salón principal del lujoso White Resort, decorado con elegancia y opulencia, brillaba bajo la luz de los candelabros de cristal, mientras los invitados, vestidos con sus mejores galas, se movían entre risas y conversaciones animadas. Era la noche de Harper, la joven heredera Omega, y todo estaba dispuesto para celebrarla en grande. Los medios de comunicación no faltaron a la cita, tomando fotografías de cada invitado al entrar, listos para llenar la primera plana del día siguiente.
La familia White, famosa por sus alianzas estratégicas y contratos multimillonarios, siempre atraía la atención del público. Sin embargo, no era solo su fortuna lo que los mantenía en el centro de las miradas, sino también la vida privada de sus hijos. Patrick, el único hijo Alfa de los White, y sus jóvenes hermanas Omegas, eran tema constante de especulación en los medios. La prensa no perdía la oportunidad de capturar cualquier movimiento que hicieran, y esta fiesta no sería la excepción.
Olivia, quien había acompañado a Harper en la planeación de cada detalle, observaba desde un rincón mientras su hermana recibía a los invitados con una sonrisa radiante. Aunque la fiesta estaba dedicada a Harper, Olivia no podía evitar sentirse desconectada. Sus pensamientos seguían vagando hacia el Alfa que había conocido horas antes, y la sensación de haber vivido una experiencia única no se iba de su mente.
—Verte con esa cara me está arruinando la fiesta —se quejó Harper, notando la actitud distante de su hermana—. Desde que te encontré en la cocina, estás actuando extraño. ¿Qué tienes?
Olivia, hundida en sus pensamientos, apenas levantó la vista. Su mente seguía atrapada en el Alfa del que no podía dejar de pensar.
—Nunca pensé que existiera algo que no puedo tener —murmuró Olivia, dejando escapar un suspiro de frustración.
Harper frunció el ceño, su tono se tornó ligeramente condescendiente.
—Pero serás tonta, hay muchas cosas que no puedes comprar con dinero. La amistad, la atención de nuestro padre, y a tu pareja destinada. Sobre todo, esto último. ¡Hasta yo lo sé! ¿Acaso estás enamorada, Olivia?
Olivia, sintiendo que el peso de sus emociones la sobrepasaba, dejó caer su cabeza sobre la mesa. Sus cabellos dorados se enredaron con la salsa del cordero, ensuciando un poco la mantelería.
—¡Él es tan... fuera de mi alcance! —exclamó, sin levantar el rostro.
Harper, con una mezcla de curiosidad y preocupación, se inclinó hacia su hermana.
—Seguramente no estarás hablando de Matthew.
—¡No! —Olivia se lamentó, la voz ahogada y llena de desesperación.
—Es una pena, él te quiere y mucho. Entonces, ¿a quién conociste? ¿Es uno de los europeos que firmó un contrato con papá?
Antes de que Olivia pudiera responder, su atención se vio abruptamente captada por una figura que se acercaba. Sus ojos se agrandaron al reconocer al Alfa de sus pensamientos, que caminaba con una botella de vino en dirección a la mesa principal.
Olivia se puso rígida, la mezcla de sorpresa y ansiedad hizo que sus reflejos se activaran. Sin pensarlo, se deslizó rápidamente debajo de la mesa, escondiéndose entre las sillas y las mesas decoradas. Su corazón latía con fuerza mientras trataba de contener la respiración, esperando que el Alfa no la viera.
Desde su escondite, podía escuchar los murmullos y risas de los invitados, así como los pasos del Alfa acercándose cada vez más. La mesa ofrecía una vista parcial, y Olivia se asomó un poco, viendo cómo él colocaba la botella de vino con una elegancia despreocupada, sin advertir su presencia oculta.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó Harper desde el exterior, claramente confundida por la repentina desaparición de Olivia bajo la mesa. Su tono de voz era una mezcla de curiosidad y diversión, ajena a la situación crítica.
Olivia apenas pudo contener su respiración, esperando que Harper no descubriera su escondite y la situación no se volviera aún más incómoda. Sus pensamientos estaban en caos, preguntándose si este encuentro inesperado cambiaría algo en la historia que había imaginado sobre el Alfa.
—No me digas que... ¿ese Alfa camarero, de verdad? —preguntó Harper, su tono lleno de sorpresa y una pizca de diversión.
—Sí —Olivia chilló desconsolada, su voz resonando en el pequeño espacio bajo la mesa—. Dice que no le gusta la gente rica, Harper. ¡Nos desprecia! —Sus palabras salieron en un torbellino de frustración mientras intentaba explicar su reciente encuentro con el Alfa en la cocina.
Harper se quedó en silencio por un momento, procesando la información. Finalmente, soltó una risa ahogada antes de responder.
—Espera un minuto... —dijo Harper mientras intentaba entender lo que le había contado—. Creyó que eras una empleada y por eso te escondiste debajo de la mesa. ¡Oh, hermanita, qué traviesa!
Olivia, aún acurrucada bajo la mesa, se sintió un poco aliviada al ver que Harper parecía estar tomando la situación con más ligereza. Sin embargo, su cara seguía ardiente de vergüenza.
—¡No es divertido! —protestó Olivia—. Me sentí completamente desubicada. Me atormentó escuchar cómo desprecia a gente como nosotros, y encima, ahora parece que me escondí como una tonta. No sé qué hacer, Harper.
Harper se inclinó hacia la mesa, su voz llena de complicidad mientras intentaba consolar a su hermana.
—Vamos, no te preocupes tanto. Es solo un Alfa que parece tener un problema con los ricos. Eso no significa que tengas que dejar que te afecte tanto. Quizás él solo está frustrado por algo. Además, ¿quién sabe? Tal vez ni siquiera se da cuenta de quién eres realmente.
Olivia suspiró, aliviada por las palabras de su hermana, aunque aún se sentía incómoda por la situación.
—Sí, supongo. Solo... no sabía qué hacer en ese momento. No pensé que lo vería aquí.
—Mira, no te preocupes por él —dijo Harper, sonriendo con complicidad—. Ya pasó, y lo importante ahora es disfrutar de la fiesta.
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Al día siguiente del evento, Olivia se despertó con la esperanza de encontrar al Alfa nuevamente. Sin embargo, después de buscar en cada rincón del hotel, él parecía haberse desvanecido. Decidió salir al jardín en busca de un poco de tranquilidad, para despejar su mente y calmar su desánimo.
Mientras caminaba por el jardín, perdida en sus pensamientos, escuchó una voz que la sacó de su ensimismamiento.
—¿Tampoco soportas estar allí adentro con esa gente? —preguntó la voz, llena de comprensión.
Olivia levantó la vista y vio a Alejandro, el Alfa de la noche anterior. Su sonrisa era genuina y sus ojos reflejaban una amabilidad que ella no había notado antes.
—Un descanso no te vendría mal —dijo Alejandro, señalando una banca cercana. Se hizo a un lado para que Olivia pudiera sentarse. Ella se acercó con pasos vacilantes y se sentó junto a él.
—Oye, quiero disculparme por tratarte tan mal ayer. Es que todos estábamos tensos con la fiesta. Pero salió bastante bien, ¿no te parece? —dijo Alejandro, su tono sincero.
Olivia, sorprendida por la disculpa, lo miró de cerca. La tensión de la noche anterior parecía haberse disipado, y ella se sentía un poco más aliviada al escuchar sus palabras. Aunque aún no sabía qué decir, estaba dispuesta a darle una oportunidad para hablar y entender mejor la situación.
—Empecemos de nuevo —dijo Alejandro con una sonrisa amistosa—. Me llamo Alejandro Jones. ¿Y tú?
Olivia, aún un poco incrédula, lo miró antes de responder.
—Soy Olivia Whi…. —Olivia estuvo a nada de decir su nombre real, pero el miedo de ser rechazada la hicieron que mintiera—. Olivia Adams.
Alejandro asintió, mostrando una sonrisa genuina, tenía que admitir que se sentía atraído por la Omega.