Capítulo 2

2557 Palabras
Narra Alexander Una deuda es una deuda. Y cuando alguien no puede pagarla, lo aplasto. Le quito todo lo que aprecia, que generalmente es su empresa, luego lo desmonto y vendo todos los componentes al mejor postor. Pero tan pronto como mis ojos se conectaron con la hermosa criatura al otro lado de la habitación, todo cambió. Supe que esta noche sería diferente. Verla en fotografías palidece en comparación con verla en persona. No obtendría todos los bienes de Samuel Kendal. No. Adquiriría algo mucho más valioso de lo que cualquier posesión material podría valer. Esta noche, reclamaría a su hija como p**o. Veo a Samuel y a su esposa dirigiéndose hacia mí. —Hola, soy Samuel Kendal y ella es mi hermosa esposa, Maria– me ofrece su mano y la tomo con firmeza, queriendo que sepa desde el principio quién está a cargo. —Alexander Black —respondo. La sonrisa de Samuel vacila por un instante. Él sabe por qué estoy aquí, al igual que su esposa por lo que veo. No me pierdo la rápida mirada que intercambian. Sus rostros no ocultan el hecho de que están preocupados, y estoy de acuerdo en que es algo que definitivamente deberían estar sintiendo. Después de todo, no vuelo al otro lado del mundo en vano. Especialmente cuando puedo evitarlo. Generalmente resuelvo cualquier problema por teléfono o videoconferencia. Mi nombre infunde suficiente miedo como para que la gente generalmente evite tener que conocerme en persona. Pero la negociación de esta noche necesitaba una respuesta en persona. Samuel y Maria Kendal necesitan ver cuán en serio soy con respecto a esta adquisición. —Señor Black, fue maravilloso recibir su aceptación anoche; lamento que hayamos tardado tanto en conocerlo —la voz de Maria suena segura de sí misma. Le doy crédito por esforzarse al máximo para no sonar insegura y asustada. Sin embargo, no me gusta para nada que mienta. Sé que no creen que haya sido maravilloso que haya aceptado su invitación para asistir esta noche. Yo tampoco estaría feliz de ir, especialmente sabiendo la razón por la que estoy aquí esta noche. No pierdo el tiempo, sabiendo que cada momento que paso con ellos es un segundo más que no paso con ella. La hermosa rubia al otro lado de la habitación. Cuyos ojos me llaman, como una sirena llamaría a un marinero. Me atrae hacia ella con la forma en que nuestras miradas se conectan. —Sin duda sabes por qué estoy aquí, Kendal. —Bueno, sí, tengo una idea —su voz se tambalea. —Me debes cincuenta millones. ¿Me puedes pagar la totalidad de la deuda? —veo que intercambian una mirada y la mirada que me dirigen me proporciona la respuesta que ya sabía que iba a llegar. Sonrío por dentro: estoy un paso más cerca de conseguir lo que quiero. —No, todavía no. Pero lo haremos pronto. Solo necesitamos una semana más o menos —me dice Samuel. —El trato no fue pronto, Kendal. Me darás los cincuenta millones que me debes esta noche o… —lo dejo abierto, esperando a ver qué dicen. Él muerde el anzuelo inmediatamente. —¿O qué? ¿Cuál es la otra opción? Miro a Samuel directamente a los ojos. —Estoy dispuesto a cancelar tu deuda de cincuenta millones si estás dispuesto a entregar algo más a cambio. Sin dudarlo un instante, responde. —Por supuesto, estoy seguro de que se puede arreglar algo. ¿Hay algo mío en particular que desees? Dilo y será tuyo. Su esposa asiente a su lado. No tienen idea de qué aceptaré como p**o y, sin embargo, han ofrecido cualquier cosa. Como si sus propiedades o yates fueran suficientes. El dinero no significa nada para mí. No ha significado nada desde que alcancé el estatus de multimillonario. Tengo todo lo que podría soñar tener: aviones privados, casas en todo el mundo. Lo que quiero es más valioso que el dinero, las joyas o cualquier antigüedad rara. —¿Qué es lo que más aprecias, Kendal? —pregunto mientras miro por encima de su hombro y atrapo con la mirada a la hermosa mujer que está al otro lado de la pista de baile. Su vestido n***o brilla con las luces, su piel lechosa me llama una vez más. Me hormiguean las palmas de las manos; la sensación de hormigueo se extiende en cascada hasta las yemas de mis dedos. No sé cuánto tiempo más podré soportar estar lejos de ella. —Bueno, tenemos muchas cosas que son valiosas para nosotros. Tenemos casas en varias partes del mundo… Lo interrumpo. —No. Dije muy preciado — veo que su nuez de Adán funciona. Finalmente ha comprendido lo que quiero decir. —Nuestra hija, Rina, es lo más preciado de mi vida—admite finalmente. —Interesante —digo, mirándolo fijamente a los ojos— ¿Es eso lo que me ofreces como p**o? ¿Tu hija? Antes de que Samuel pueda responder a mi pregunta, Maria interviene. —¿Esto cancelará nuestra deuda?— levanto una ceja y miro de nuevo a la mujer que ya me pertenece. Ella todavía no lo sabe. Samuel se acerca a mí. Lo miro desde arriba, mi altura me da ventaja, además de ser quien tiene el control total y absoluto de esta negociación. –La tratarás bien y ella nunca sabrá que te la entregaron para saldar la deuda que te debemos. Mi corazón ruge de victoria. —Será tratada con respeto —respondo. No menciono nada de ocultarle la deuda. Cuando sea el momento adecuado, ella merece saber que me la vendieron —.Bueno, ahora que el asunto del p**o de tu deuda ha sido negociado y resuelto, me llevarás con ella. Ahora —ordeno. Intercambian una mirada y luego giran sobre sus talones y me llevan hasta la mujer más embriagadoramente hermosa que he visto en mi vida. A medida que nos acercamos a la pareja, tengo mi primer vistazo real de su belleza. Sus grandes ojos azules escrutan mi rostro. Diría que está intrigada por la forma en que se lame ligeramente sus labios carnosos y de color rojo sangre. Suplican ser besados, devorados, y la necesidad que siento de adueñarme de su cuerpo me provoca un escalofrío en la columna vertebral. Nos detenemos a unos cuantos metros de ella, donde un hombre mayor la tiene de pie con la mano sobre ella. Quiero romperle la muñeca por atreverse a tocar lo que es mío. Sin embargo, me contengo, necesito parecer un caballero en estas circunstancias, de lo contrario, ella no vendrá conmigo voluntariamente. Finalmente se va y respiro aliviado por primera vez. María se inclina y abraza a su hija, y quiero apartarla después de lo que ella y su esposo acaban de hacer. Ella no merece ver a su hija, y mucho menos tocarla. Pero en cambio, mantengo la calma y lo permito, ya que esta será la última vez que le ponga un dedo encima. —Rina, cariño, nos gustaría presentarte a alguien —Samuel se detiene y se gira para mirarme. Sin embargo, mis ojos no se apartan de los suyos—. Él es Alexander Black. Alexander, déjame presentarte a mi hermosa hija, Rina. Doy un paso hacia adelante, encuentro su mano izquierda y la llevo a mi boca. Necesito tocarla, reclamarla frente a sus padres. Beso su mano suavemente, sin querer asustarla. Mantengo mis labios conectados con su carne más tiempo del que debería, pero lo necesito. Ella es más baja de lo que parecía desde el otro lado, me llega justo por debajo de los hombros. —Es un placer conocerte, Rina—sus ojos me atrapan. Los iris de un azul claro como el hielo me devuelven la mirada, completamente opuestos a los míos, de un azul oscuro—¿Me acompañarás a dar un paseo por la habitación? —sus ojos se apartan de los míos por un momento, sin duda pidiendo permiso a sus padres antes de aceptar. Quiero informarle que ya no tienen autoridad para pedirle que haga nada. Ese papel ahora es mío y solo mío. —Sería un placer, señor —responde ella. Su voz es como la seda. La forma en que me llama señor hace que mi pene palpite y duela. No puedo dejarla ir ahora, incluso si quisiera. Tomo su mano para que se siente en el hueco de mi brazo y empiezo a alejarla de sus padres. Preferiría que se fuera de aquí voluntariamente esta noche. Sin embargo, no me opongo a tomarla por la fuerza. Ella es un p**o después de todo. Ella es mía. —Señor Black, nunca lo había visto en una de las reuniones de mis padres. ¿Es usted un nuevo compañero de trabajo? —pregunta mientras nos llevo a un rincón tranquilo de la sala donde tendremos menos posibilidades de que nos escuchen. —No. Tu padre ha trabajado para mí en el pasado —hago una pausa para que ella pueda asimilarlo—. Él trabaja para mí, no al revés, cariño. Vine esta noche porque necesitaba verlo en persona, y tratame de tu—en el momento en que nuestras miradas se cruzaron, quise reclamarla para esta noche, pero no estoy dispuesto a decírselo; a menos que sea absolutamente necesario. —Mi padre tiene su propia empresa, ¿cómo podría trabajar para ti?– pregunta ella. Una chica lista, escuchó lo que le dije. —Le di mucho dinero cuando las cosas no iban muy bien con su empresa y hasta ahora no me lo ha devuelto. —Oh, pero lo hará, papá siempre paga sus deudas—me sonríe. Oh, cariño, si supieras cómo acaban de pagar esta deuda. Le sonrío, quiero que se sienta cómoda conmigo. Extiendo las manos y las coloco suavemente sobre sus hombros. Su piel se siente increíblemente suave bajo mi tacto. Veo el destello de pasión bailando en sus ojos. —¿Por qué no dejamos de hablar de tus padres y empezamos a hablar de nosotros? —veo cómo la palabra nosotros cambia su expresión y yo aprovecho al máximo—. Quiero que vengas conmigo esta noche. Vamos a divertirnos un poco juntos. —Está bien —susurra, sus mejillas se ponen rojas. Mi pene se contrae en mis pantalones otra vez, poniéndose más duro a cada segundo. La imagino acostada en mi cama; su cabello rubio salvaje y enredado en la almohada mientras la penetro. Sus mejillas ardiendo de lujuria y necesidad por mí. Gritando mi nombre cuando tiene un orgasmo con mi toque. Deslizo mis manos por su piel desnuda hasta sus manos y la arrastro conmigo hacia la puerta. Miro por encima de mi hombro y veo a Samuel y Maria Kendal mirándome; el labio de Maria está atrapado entre sus dientes, el rostro de Samuel completamente inexpresivo. Asiento con la cabeza hacia ellos por última vez antes de desaparecer de la habitación. Bajamos las escaleras hasta el auto que nos espera y la indico para que suba delante de mí. —¿Adónde vamos?–pregunta con un inconfundible tono de entusiasmo. —En mi casa —respondo. Ella no tiene idea de que mi casa no está cerca de aquí y que, en cambio, nos vamos del país. —Será mejor que me des un trago primero —dice mientras inhala otra vez y retiene el aliento durante cinco segundos. Saco el champán del balde frío, sirvo un poco en una copa y se la doy. Espero ansiosamente a que tome su primer trago. Cuando lo hace, el alivio comienza a instalarse en mi estómago. Tiene aproximadamente cinco minutos más de conciencia antes de quedarse dormida gracias al sedante que puse en el líquido gasificado. Odio tener que hacerle esto, pero sé que no subirá voluntariamente al avión conmigo. —¿También vas a tomar un trago? —Por supuesto —le sonrío, sirviéndome dos dedos de whisky y luego echando todo el contenido en mi boca. Siento que se escapa una pequeña cantidad del líquido frío y veo que su lengua rosada sale disparada para lamerse el labio inferior. No tiene idea del peligro que corre, aquí mismo, en este momento, en mi presencia. Se inclina hacia adelante y lame la gota de whisky que ha comenzado a gotear de mi boca hasta mi barbilla. Me cuesta cada gramo de autocontrol que tengo no empujarla hacia atrás, arrancarle el vestido del cuerpo y hundir mi dolorido pene profundamente en su coño. La abrumadora necesidad de castigarla por tener la audacia de tocarme así sin mi permiso es casi atronadora. Pero sé que no puedo tratarla de esa manera. Ella es diferente. El lado oscuro de mí necesita permanecer encerrado cuando estoy con Rina. Ella se recuesta en su asiento y bebe otro sorbo de champán. Nos acercamos cada vez más al aeropuerto y noto que empieza a tener sueño. Tomo la copa de champán ahora vacía de su mano y la acerco a mi regazo. Se acurruca en mi pecho y respira con dificultad mientras sus ojos comienzan a cerrarse. La abrazo fuerte contra mi pecho, amando lo perfecta que se siente contra mí. Lo bien que su suave forma femenina encaja contra mi duro pecho. —Será mejor que valga la pena mi tiempo, Señor Black—susurra antes de quedarse dormida. Le paso los dedos por la mejilla y presiono suavemente mis labios contra los suyos, rosados ​​y regordetes, deleitándome con la sensación antes de apartarme con la misma rapidez. Esta mujer tiene en su interior el poder de desenredarme por completo y, por primera vez en mucho tiempo, siento que podría ser algo bueno. Si alguna vez tuviera que dejar entrar a alguien, sería a ella. Una parte de mí quiere revelarle todo, quitarle la fachada que muestro al mundo entero y dejar que vea realmente mi verdadero yo. Se acurruca más cerca de mí, colocando su rostro en el lugar entre mi cuello y mi hombro, y respiro su aroma. Una combinación de rosas y algo más dulce. Huele a casa y la idea de que esté allí con su perfume rodeándome es completamente embriagadora. Por mucho que lo desee, no puedo dejar que se acerque demasiado a mí. Es un riesgo estar en mi presencia, más aún que se vuelva especial para mí. Si mis enemigos se dan cuenta de que hay una grieta en mi armadura, la usarán a su favor y la explotarán. Y a las personas que harían eso no les importará en absoluto que ella sea una mujer hermosa. Y no puedo permitir que eso suceda. Ella es una inocente en todo esto. Una inocente que ha capturado mi atención y posiblemente, con el tiempo, también mi corazón. Cuando lleguemos a casa, necesito separarme de ella. Mantenerla a una distancia segura. Necesito mirarla, pero nunca tocarla. Al igual que los numerosos objetos invaluables que guardo en mi casa. Pero a diferencia de esos objetos inanimados, sé que incluso si Samuel Kendal me ofrece cien millones el doble de lo que me debe, no la dejaré ir. Ni ahora ni nunca. Nota: Las historias de octubre son las siguientes para que las agreguen a sus bibliotecas. 1. La deuda de papá. 2. Un trato con la niñera.
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