Capitulo Diez

1850 Palabras
—¿Y bien…? —cuestiono alejándome de él cuando estamos solos. Por lo menos ha buscado un buen lugar. Se recuesta en la pared que une con la terraza principal del restaurante, un sitio perfecto para dos enamorados. En otro momento lo pensaría de esa forma, ahora solo quiero golpearlo y gritarle. Ni siquiera sé cuál es el motivo de mi molestia, no todo está mal. —¿De qué…? —cuestiona como si nada sin dejar de sonreír. Me cruzo de brazo molesta. —No te hagas. Levanta su mano llevándola hacia mi rostro, toma algunos mechones de mi cabello poniéndolos en mi oreja, tal como lo haría un hombre romántico. —Me gusta más tu ropa habitual. —Suelta con burla. Levanto mi mano propinándole un golpe en el brazo. Me puse lo más horrible del closet, el vestido, lo compro Charles hace años para una presentación del colegio de algo me tenía que servir. Si lo pienso bien, creo que hubiera sido mejor ponerme aquel vestido que me llevo ayer para la cena, es el vestido que lleva Aimée. —¿Qué crees que estás haciendo? —gruño. Su mirada, su risa divertida me ponen a temblar de la emoción. Mi corazón se quiere salir de mi pecho, mis manos quieren jalarlo hacia mí y abrazarlo hasta que rompa cada uno de sus huesos. ¿Cómo puede ser tan tierno? Muerdo mi labio inferior para recordarme que no me puedo dejar engatusar, no puedo olvidar el motivo de mi molestia. —¿La verdad o la mentira? —Siempre voy a querer la verdad. Asiente poniéndose serio. —Ven. —Señala con la cabeza una puerta cerrada. Frunzo el ceño negándome. —No. —Vamos, allí te explicaré todo. Respiro con un poco de fuerza y me dejo guiar por él. Al entrar al pequeño cuarto todo mi enojo se desvanece. La mujer fuerte que he querido ser se desaparece y vuelvo a ser aquella chica con sueños, anhelos y aspiraciones. Mina tiene razón, quizás todo no este perdido. —¿Qué es esto? —susurro, extasiada con lo que mis ojos ven. Ladea el rostro hacia mí, a pesar de la poca luz, puedo ver su sonrisa. —No pensarás que iba a cenar con toda tu familia. ¿Entonces si sabía que conmigo era con quien se comprometía? —Manson… Se acerca más a mí mirándome con tal cariño que mi pecho duele y no es porque no quiera que me mire así. Es porque ni siquiera mis padres me han mirado de esa forma, no recuerdo a mi padre prometiéndome con su mirada cuidarme. —La que me importa eres tú, no tu familia. —La sinceridad en su voz me quita la voz a mí—. Quizás sea muy apresurado, pero no soy persona de perder el tiempo. Mi estómago ruge de nervios. —Manson… Levanta su mano poniéndola en mis labios. —Disfrutemos de la velada. El cuarto es pequeño y poca iluminación tiene. En el cuarto hay una terraza pequeña por la que entra la luz, ahora está cubierta por dos cortinas blancas. El pequeño lugar tiene una mesa decorada con pétalos de rosas, claro está que encima del mantel hay algunas velas de aroma y la comida. —¿Lo preparaste tú? Corre una de las sillas hacia atrás invitándome a sentarme. —Me ayudaron. —¿Entonces puedes pagar más de un taxi, no? —¿Eso es lo que te tiene así? Llevo el primer bocado a mi boca. —En realidad, lo que me tiene así es que no fuiste sincero. Asiente al mismo tiempo que toma un poco de vino tinto. —¿En qué no fui sincero? —¿Y todavía me preguntas…? —suelto un poco indignada. —Emm… —Si hay algo que me molesta es que me mientan, si lo haces te borraré de mi vida, será como si nunca hubieras existido. Ese fue el problema con Pierre, él no tuvo el valor de decirme que amaba a otra persona. No deje de hablarle porque me engañara, nuestra amistad se dañó porque no me hablo con la verdad, si desde un principio me hubiera dicho que quería a otra persona me hubiera ahorrado la compra del vestido de novia. Pero también rompí todo vínculo con él porque su manera de salir de todo fue decir que yo lo había engañado. —¿Me estás cortando? Niego. —Te estoy dando una segunda oportunidad, sé lo más sincero posible y te prometo que también lo seré. Toma mis manos en la suya. —Lo prometo. —Muevo la cabeza hacia arriba, incitándolo a que hable—. Lo haré luego, ahora solo quiero pasar un tiempo sin tener a tu familia encima de nosotros. Tal como lo dijo, disfrute de la cena. Al contrario, de la cena que pedimos en el piso de abajo donde se encuentra mi familia aquí en este cuarto me siento capaz de ser yo misma, de comer tranquila, de bromear, de reír a carcajada suelta. Es como si fuera un ave que encontró la ventana a su libertad. —¿En serio hiciste eso? —cuestiono aún sorprendida. No me quiero imaginar aún pequeño de algunos doce años fingiendo ser un vampiro para impresionar a las chicas de su colegio. —Sí. —¿Entonces eras Edwar Cullen? —cuestiono a modo de broma. Me mira con horror al mismo tiempo que sacude la cabeza. —Me gustaba más Emmett. —¿Por qué? —Por lo divertido y musculoso, es como una versión mía, pero claro, yo soy mejor y soy real. Asiento sin dejar de reír mientras recuesto mi espalda en su pecho. Nos hemos sentado en el suelo, bueno, él se ha sentado y me ha obligado sentarme en medio de sus piernas. —¿Y bien…? Recuesta su barbilla en mi hombro. —¿Ha llegado el momento, no? —Habla poniendo su barbilla en mi cabeza. —Así es. —¿Qué quieres saber…? —¿Por qué me mentiste? —Quería estar seguro de que no fueras una interesada. Ladeo el rostro viéndolo a los ojos. —¿Interesada…? —Siempre que se me acerca una mujer es porque puedo pagar sus viajes. —Ok. —¿Algo más? —¿Por qué lo del compromiso? Pasa una de sus manos por mis brazos causando escalofríos en mi cuerpo. —Porque no me gusta perder el tiempo. —Manson... —advierto poniéndome de pie. Él me imita. —Investigué y descubrí que tu padre quería casarte, no pensaba perderte. —Entonces hiciste todo eso. —Afirmo al mismo tiempo que sacudo la cabeza en negación—. ¿Es eso o te pensabas comprometer con la hija de Charles sin saber que era yo? Manson arquea ambas cejas, luego de unos segundos deja escapar algunas carcajadas mientras niega con la cabeza. —¿No crees que te quiero? —Es difícil de creer que en tan poco tiempo te quieras casar conmigo. —Emma… —¿Por qué lo hiciste? —Porque te quiero, tan difícil es de ver. Muerdo mi labio negándome a creer. —Nos conocemos hace poco. —¿Tú no me quieres? —Lo hago. —Aseguro. —¿Entonces cuál es el problema…? —No nos conocemos lo suficiente. —Tres meses son suficientes como para saber lo que quiero hacer con mi vida. Hay cosas que no me cuadran por más que intente buscar respuestas en mi mente, no soy capaz de unir los hilos porque algunos están perdidos. Está bien, no es tan extraño que me ocultara lo de tener dinero, pero sí la pedida de mano, no llevamos más de una semana de novios. Siento que hay cosas que me oculta. —¿Y qué quieres…? —Quiero casarme contigo. —Suelta, obvio. Sonrío incrédula. —No quiero casarme. —Emma… —Lo siento, pero no me veo casada, no antes de realizarme como mujer, como persona. —¿Estás dispuesta a soportar que tu padre te siga golpeando? ¿A qué te casé con otra persona? —cuestiona exasperado—. No entiendo por qué no has dejado esa casa. —¿De eso se trata…? —cuestiono sorprendida. Pasa sus manos por su cabello, luego pone sus manos en cada brazo. —Prometí protegerte y eso haré. —Siento que es demasiado pronto. —¿Me quieres? Eso no hay necesidad de preguntarlo. —Te quiero. —Vuelto afirmar. —Entonces cuál es el problema. Respiro con fuerza. —No quiero que nos apresuremos y luego fracasemos. Esto que siento por ti es nuevo y quiero vivirlo en todas sus etapas. He visto a millones de personas apresurarse y fracasar. Se acerca un poco más, ahora una de sus manos está en mi cintura, la otra está en mi rostro, su aliento roza mi cara. —No lo veas como algo malo, velo como la oportunidad de realizarte. Se oye todo tan bonito, pero no quiero que él piense que puedo aprovecharme de su dinero. No quiero ser una mantenida, no quiero complacer a mi familia, quiero ser libre de tomar mis decisiones. Quiero que cuando llegue el momento de casarme sea porque ambos los hemos decidido, no que sea una escapatoria a mis problemas. —No quiero que pienses que puedo aprovecharme de ti, yo… Mis palabras se pierden en su boca. Sus suaves labios besan los mío con ternura y sin apuros. Es como si estuviera tocando los pétalos de una rosa, es como si yo fuera esa rosa que él quiere regar todos los días para que no se marchite. —Soy yo quien te está diciendo que te aproveches de mí. —Susurra aun sin despegarse del todo de mis labios—. Prometo hacerte la mujer más feliz del mundo. —Mey… —¿A qué le temes? —A complacer a mis padres. —Confieso. Niega. —No los estás complaciendo, ellos nos están complaciendo a ambos. —¿Cómo así…? —He sido yo quien lo he buscado. —Manson… —Solo quiero cuidarte y la mejor manera de hacerlo es que estés a mi lado. Si quieres aprovéchate de mí. —¿Y si no funciona? Vuelve a besar mis labios. —Haremos que funcione, te lo prometo. —Yo… —¿Entonces que dices…? Una parte de mí, la más profunda, me dice que es un error y no porque no lo quiera sino porque nos estamos apresurando, soy de las personas que piensan que todo debe ir a su paso. No hay porque apresurar las cosas. —Está bien. —Susurro—. Acepto. Aunque haya una parte que llegue a la conclusión de que esto puede terminar mal, también hay una parte que cree en sus palabras. Hay una parte de mí que sueña realizarse como mujer, como madre, como esposa y de verdad que con él sería perfecto. Aún falta mucho por conocernos, pero podemos empezar por algo.
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