Emma
Reviso que todos los documentos del jefe estén en orden.
Hoy el trabajo es ajetreado, tiene una presentación con unos inversionistas por lo que todo debe ir viento en popa. Por suerte soy lo suficiente eficiente como para que mi jefe no me corra del trabajo por faltar, ni siquiera tuve tiempo de presentar mi excusa.
Gael estaba un poco molesto, pero vio algo en mi rostro que lo hizo callar, era como si me hubiera leído la mente. Espero que haya sido eso, no que mi maquillaje se corriera. Sea lo que hubiera sido agradezco la oportunidad que me está ofreciendo.
Hace dos días que papá me levanto el castigo, nada más fue que me dijera eso para prepararme e ir al trabajo.
No me pasó desapercibido lo feliz que llego Charles de aquella dichosa fiesta de la que hablo Mina. Estos dos días que han pasado es como si un extraterrestre se hubiera apoderado de mi padre, su humor está mucho… más que mejor y no quiero pensar en que eso tenga que ver con eso de que va a conseguir un esposo para mí.
Por desgracia algo me dice que esa es la razón, sobre todo porque en estos días ha traído ropa demasiado bonita para mí, eso y que me ha comprado maquillaje.
¿Acaso Charles se ha enfermado?
Eso solo lo hace cuando hay algún interés de por medio.
Dios, espero no flaquear y doblegarme a sus deseos, porque de ser así juro que me lanzaré de un puente nada más tenga la oportunidad.
—¿Verdad que el jefe le envió flores a la pintora? —cuestiona la secretaria de gerencia.
Respiro con un poco de fuerza cuando Gael sale o está ocupado, se pega sus escapadas por estos lugares, ama el chisme, pero a mí no.
Ruedo los ojos, fastidiada.
Todos hablan acerca de la pintora, la pintora esto, la pintora aquello. No la conozco en persona y tampoco quiero hacerlo, pero parece que a todos los que trabajan aquí les interesa saber de esa mujer.
—No lo sé. —Miento.
He escuchado que la pintora fue su pareja por algunos años cuando estuvo en la universidad. Que no hace mucho regreso para abrir una galería de arte. Dicen las lenguas de la oficina que la mujer es hermosa, como si fuera un ángel encantador y que es el único amor de nuestro jefe.
Ayer por la tarde Gael me ordeno que le enviara un ramo de flores muy hermoso a esa mujer. No eran las flores, sino el mensaje lo que enterneció mi corazón. Digo es raro que un hombre con el aura fría que él posee sea tan tierno.
Lo que hace el amor en las personas.
La mujer se recuesta en el escritorio como pose de cuenta el chisme.
—¿Cómo no vas a saber?
No tengo problemas con ninguno de mis colegas porque no me meto en la vida de ninguno. A diferencia de lo que me ha inculcado mi madre, considero que mi misión en la vida es vivir mi vida y solo concentrarme en ella, los demás que se ocupen de la suya.
Debe ser esa la razón por la que el jefe no se queja de mí.
—El señor Mancini nunca me habla de su vida, soy una empleada más. —Le recuerdo.
Lleva su mano al mentón mientras corre su largo cabello pintado.
—Tengo curiosidad de saber si es hermosa como dice el gerente.
Ruedo los ojos, exasperada.
—En cambio, yo no.
—¿No te da ni un poco de curiosidad?
—Para nada.
Apago la computadora dispuesta a marcharme.
Mi día laboral ha terminado, ahora continua mi día de estudio.
Estoy segura de que llegaré tarde a casa y terminaré castigada, pero este esfuerzo lo vale. Sé que tarde o temprano podre dejar esa casa, entonces todos mis sacrificios abran válido la pena. Ya me veo más cerca de cumplir con mi sueño.
He tenido que esforzarme por no perder algún semestre, debido a los castigos de mi padre cada vez es difícil, pero sé que puedo lograrlo, yo puedo.
—¿Cómo haces para trabajar para el guapo de Gael? —cuestiona ignorando mi molestia—. Digo, yo cada vez que lo miro me mojo.
—Soy profesional.
—¿Acaso nunca has tenido fantasías con él?
Fantasías, muchas, pero se quedan ahí porque son fantasías.
Esto no es un cuento de hadas o de romance donde el jefe se enamora de la secretaria o viceversa. La realidad es donde el jefe tiene sus ligues fuera de la oficina y yo solo soy una secretaria reemplazable que, aunque se sienta atraída por el físico de su jefe, sabe que hay más personas en el mundo. Soy consciente del lugar que piso, ese hombre no me interesa para formar una familia en el futuro y estoy segura de que yo no le intereso a él ni siquiera para pasar una noche de pasión.
Las cosas como son.
—Para nada. —Miento.
No soy muy partidaria de compartir mis pensamientos o vida privada con lo demás, sobre todo con personas en las que no confío.
—Eres una amargada. —Suelta exasperada.
Si tan solo ella viviera una mínima parte de lo que vivo día tras día, pensaría de otra manera. Soy una mujer que busca forjar su destino y que no vive pendiente de lo que hacen los demás.
—Puede ser. —Me pongo de pie tomando mi mochila—. Ahora si me disculpas debo marcharme.
Hace una semana que no se nada de mi único amigo.
Si es demasiado estúpido llamarlo de esa manera cuando todo mi ser se emociona de solo verlo. No soy una mujer enamoradiza, solo me he enamorado una vez y fue en el instituto, creo que más que estar enamorada quería complacer los requisitos de mi padre. Todo se fue a la mierda cuando me engaño con la que en aquel entonces era mi amiga, si su empleada era mi amiga.
Debe ser esa la razón por la que actualmente no tengo amistades. La vida me ha enseñado que los que siempre te apuñalan son las personas más cercanas a ti.
El caso es que desde que estuve encerrada en mi cuarto no sé de él. Siempre que papá me encarcela, termino perdiendo el contacto con las amistades, de la noche a la mañana se alejan de mí marcando la distancia y lo entiendo, nadie quiere a personas complicadas en su vida.
¿Eso pasó con él? ¿Piensa que me aleje por voluntad propia?
—¿Me extrañaste? —susurra una voz a mi espalda.
Me sobresalto al mismo tiempo que llevo una de mis manos al pecho.
—¡Me vas a matar! —doy la vuelta golpeándolo con el bolso de mano—. ¿Qué haces aquí…?
Estoy emocionada de que esté aquí.
Sus ojos me recorren y como siempre que él me mira mi cuerpo vibra.
—¿A dónde vas tan guapa? —cuestiona bromeando.
—Voy a la universidad.
Abre los ojos en sorpresa.
—¿A esta hora?
Estudio los lunes, miércoles y viernes a las cinco de la tarde hasta las once de la noche. Estoy segura de que todo sufrimiento de hoy mañana tendrá su recompensa.
—No, mañana. —Suelto con sarcasmo.
—No me digas. —Rueda los ojos al mismo tiempo que me sonríe con diversión—. Te acompaño.
Arqueo ambas cejas observándolo como si fuera un tonto.
—¿A pie…?
Lleva las manos al bolsillo trasero del pantalón, en plan relajado.
—¿Por qué no?
—Está muy lejos.
Levanta su mano pasándola por mi rostro.
—Pedimos un taxi.
Su toque calienta mi piel.
Recuerdo que cuando estaba con mi novio de instituto mi cuerpo solo se calentaba cuando empezaba el toqueteo hasta que terminábamos extasiados el uno del otro. En realidad, no me complació o por lo menos tomando las palabras de Mina, no cumplió con su trabajo de satisfacerme.
Bueno, lo que quiero decir es que teníamos que besarnos y tocarnos de manera indecente para que mi piel y cuerpo se calentara. Con Manson no es así, una sola caricia de su parte inclusa logra lubricarme.
¿Es porque hace mucho que no estoy con un hombre?
¿Es porque me atrae sexualmente?
¿Es porque estoy enamorada de él?
—No quiero que gastes tu dinero.
Sus ojos oscuros me miran con una calidez que me hace sentir especial.
¿Cómo un hombre que se mira rudo puede ser tierno?
—Prometí cuidarte y eso haré. —Su mano recorre mi rostro y termino por cerrar mis ojos—. No dejaré que nadie te vuelva a lastimar. —Abro los ojos cuando siento su aliento tan cerca—. Es una promesa para toda la vida.
¿Y eso que tiene que ver con que vaya a la universidad?
Trago con fuerza cuando sus labios rozan los míos.
Mis piernas tiemblan de la emoción, mi corazón se quiere salir e ir al encuentro del suyo.
—¿Qué tiene que ver con que vaya a la universidad sola? —a penas y logro susurrar al sentir la fuerza de su mirada.
—Que si vas sola a pie puede ser peligroso, si voy yo puedo evitarte cualquier mal que pueda pasar.
Sé que lo que voy a hacer no tiene nada que ver con lo que estamos hablando, pero es que ya no puedo esperar más.
—¿Me quieres…? —logro susurrar con la respiración entre cortada.
Quizás sea una pregunta estúpida y apresurada, después de todo no llevamos más que tres meses conociéndonos. Sí, nos vemos casi todo el tiempo o por lo menos el tiempo que a él le permite el trabajo y lo que a mí me dejan los castigos de Charles.
Siento que todo va tan rápido.
Su mano continúa recorriendo mi rostro, sus ojos van de los míos a mis labios, en sus ojos solo veo adoración.
—Te quiero. —Afirma cerrando el espacio de nuestros labios.
Su beso me transporta a otro lugar, uno donde lo único que siento son mariposas en el estómago, al mismo tiempo que vuelo en el aire sin ningún artefacto tecnológico. Me pierdo en el movimiento de sus labios, dejo que marque la velocidad y me sorprende porque lo que percibo es que él quiere protegerme.
—Debo ir a la universidad. —Susurro rompiendo el beso.
Me sonríe con diversión sin dejar de lado la ternura.
—Entonces vámonos.
—Manson…
Pasa su mano por mi rostro.
—A partir de este momento eres mía. —Me pellizca la nariz.
Lo observo extrañada.
—¿Eso quiere decir…?
—Quiere decir que yo soy tuyo y tú eres mía. —Me da un casto beso—. Somos una pareja. —Aclara por si no había captado la primera vez.
—No me has pedido que sea tu novia.
Su sonrisa es lo que más me gusta, debe ser porque me trasmite confianza y paz.
—No me has rechazado por lo que supongo si continúo besándote no me rechazarás. —Buen punto—. ¿Acaso quieres que te bese y haga todo lo demás sin darle un nombre a lo nuestro? —cuestiona con una ceja arqueada.
Sacudo la cabeza en negación.
—Me gusta tu estilo de pedida de mano.
Parece que mis palabras le hacen diversión porque veo en sus ojos aquel brillo de picardía, no es el que acompaña su sonrisa, es uno extraño que me deja cohibida.
—Claro que te gustara. —Suelta guiñándome uno de sus ojos.