Narra Dalton
Al dia siguiente me levante temprano para tener todo preparado para la cena de esta noche con un posible nuevo cliente: El señor Müller, un inversionista Alemán. Cuando se acercaba la hora de la cena, decidí darme una ducha, mientras lo hacía pensé en la mujer que me había dejado impactado. Ella me sorprendió de muchas maneras, ahora comenzaba a creer que su sobrenombre era cierto, cada momento vivido esa noche se instaló en mi mente, tomé mi polla y frote de ella mientras el agua caía sobre mi cuerpo, solo bastó imaginar que la follaba de nuevo para que la excitación crecía dentro de mi, froté y froté varias veces hasta que todos mis fluidos salieron. Salí del baño un poco aturdido, no era muy frecuente que me masturbara pensando en una mujer que acababa de conocer, me sequé y comencé a vestirme tratando de olvidar mis pensamientos anteriores. Bajé al lobby donde Edgar me llevó al restaurante donde sería la reunión, cuando llegué el mesero me mostró la mesa donde se encontraban tres personas: uno de ellos era el señor Müller el cual solo había conocido por videollamada, el otro era el castaño que estaba con el ángel caído en la sala especial y por último estaba ella, la mujer pelirroja que no podía sacar de mi cabeza y que lucía un flamante vestido lavanda.
Me sorprendió enormemente encontrarlos a ellos aquí. No sabía porque estaban en la cena ni mucho menos que relación tenían con el señor Müller.
—Señor Wilson bienvenido—saludo el señor Müller con su acento Alemán, luego se puso de pie y me estrecho su mano—. Le presento a mi hija Evangelina y a mi mano derecha Adler Bähn—comentó presentándomelos formalmente.
Los saludé a ambos con cortesía. Ahora conocía el verdadero nombre del ángel caído. Ella por su parte me veía fijamente con una sonrisa que provocaba arrebatársela con un par de besos. Tuve que sacudir mi mente para olvidarme de mis pensamientos que solo me llevarían a excitarme. Los minutos pasaban donde discutíamos los acuerdos del contrato.
—He decido que mi hija sea la que represente la imagen de Inversiones Müller en su país—comentó el señor Müller—. Se me hace imposible poder estar de forma permanente fuera de New York porque es aquí donde tengo todos mis negocios, sé que mi hija con su talento, inteligencia y fluidez en su idioma hará muy bien papel para el beneficio de ambas empresas. Espero que no tenga problema con está decisión que he tomado señor Wilson
—dijo viéndome fijamente.
Su propuesta me impresionó un poco, al inicio esperaba que él fuera el representante, pero ahora que sería su hija significaba que nos veríamos a diario en la empresa. Solo con imaginarme que la tendría cerca mi polla se emocionaba.
—No tengo problemas con eso. Tendré preparado una oficina para usted señorita Müller—dije esto último mirándola a ella.
—Gracias por su hospitalidad, esto se merece un brindis—respondió ella tomando su copa para brindar.
Solo me dediqué a verla fijamente, era demasiado hermosa para no hacerlo. Después de la cena, me despedí de ellos, no sin antes saber la fecha que Evangelina viajaría para mudarse: ella llegaría en una semana. Edgar me llevó al aeropuerto para regresar a casa. En el auto tenía una maleta extra con algo de ropa.
—¿Tienes el regalo que te encargue para Sofía?—le pregunte recordando que le había pedido ese favor por mientras me encontraba en la cena.
—Si señor, lo guarde en su maleta—respondió encendiendo el auto para marcharnos.
Cuando llegamos de nuevo a nuestro país ya era de mañana, me moría de las ganas de regresar a casa, solo quería ver a Sofía. Cuando llegué abrí la puerta dejando mi maleta en la entrada, una risa proveniente del comedor me hizo sonreír. Me desplace hasta llegar a ese lugar donde miré a mi princesa desayunando.
—¡Papi !—gritó mi pequeña Sofía saltando de su asiento para correr abrazarme.
La cargué y la abracé fuertemente.
—Hola princesa, ¿Cómo te has portado?—pregunte acariciando su cabello.
—Muy bien, la Miss me felicitó por mi dibujo del dia del la tierra—me dijo con orgullo, ella tiene seis años, es una niña increíblemente dulce.
—Eso es increíble, felicidades mi princesa—la felicité orgullosamente—. ¿Te gustaría pasar todo el dia conmigo ? —le pregunte conociendo que eso la haria feliz.
—¡Si eso me gustaría papi!—exclamó con alegría—¿Podemos hacer lo que yo quiera?—preguntó con evidente emoción.
—Por supuesto princesa, lo que tu quieras—respondí sabiendo que seguramente jugaríamos al salón de belleza, al té y las muñecas, pero eso no me importaba con tal que ella fuera feliz.
La bajé al suelo y le di su regalo: era una muñeca Barbie con otros utensilios. Le pedí que terminara de desayunar mientras me iba a cambiar de ropa.
—Señor, aquí esta su correspondencia —me comunicó Beatriz que era nuestra nana.
—Gracias—le agradecí tomándolas. Ella regresó a acompañar a Sofía.
La mayoría de las cartas eran facturas, pero una me llamó la atención ya que provenía de la casa de reposo donde Mireya, la madre de mi hija estaba internada. Abrí el sobre inmediatamente, pero suspire al terminar de leerla, su condición era prácticamente igual, no había mejoras en su salud mental. Dirigí mi vista hacia el comedor donde mi pequeña estaba desayunando y platicando con Beatriz. Ella solo tenía un par de meses cuando tuve que internar a su madre, sabía que tarde o temprano le tendría que decirle la verdad sobre ella y de su condición. Fui a mi habitación a cambiarme, deje mis pensamientos y malos recuerdos a un lado. Debía concentrarme en mi pequeña, pasaría el día completo con lo que más amo en este mundo y no existía nada mejor que eso. Siempre he tratado de ser un buen padre, a pesar del otro aspecto de mi vida. Cualquier persona que me conozca como Dalton Wilson nunca se podrían imaginar que dentro de mi hay una personalidad oculta, y a los que si la conocen nunca creería que la bestia tenía una Princesa.