Un Nuevo Conflicto
En los relatos más antiguos que hablan sobre la energía elemental, hay una historia que marcó un antes y un después en lo que se conoce de la misma. Historia que hace mención de ocho héroes, que con la ayuda de las reliquias elementales hicieron frente a la luz y a la oscuridad. Y con sus acciones marcaron un gran paso en la historia de la humanidad. La historia con detalle era totalmente desconocida…hasta ahora.
Hace mucho existió un pequeño continente llamado Gneithe, el cual estaba dividido en ocho reinos.
Nyevad, ubicada en el norte, su territorio era todo donde la nevada eterna tocara.
Dalai, al noreste, abarcaba la costa y todo el mar que pertenecía a Gneithe.
Dulaan, El más pequeño de los reinos, sus tierras eran valles al este de Gneithe, llamado igual que el volcán que allí se encontraba.
Uulen, Tierras montañosas ubicadas en el sur, conocido por las constantes tormentas eléctricas.
Erdes, su territorio era todo el valle rocoso al suroeste del continente.
Monkoi, donde el valle rocoso, el desierto, y los picos del norte perdían su nombre, estaban los frondosos bosques del oeste que formaban el reino de Monkoi
Els, el desierto de Els, que estaba en el centro del país, limitando con todos los otros reinos.
También había un lugar oculto entre las nubes, llamado también Ariun, donde solo sus habitantes podían entrar o salir, pues solo ellos sabían cómo.
Los ocho reinos vivieron en paz por muchos años, hasta que el rey de Dulaan, quienes tenían las tierras más pequeñas, quiso expandir su territorio. Los reinos vecinos, Uulen, Els y Dalai, le negaron su petición. Enojado, el rey ordeno a sus guerreros a****r a los reinos vecinos, entonces una guerra estallo entre los cuatro reinos. Con el tiempo el resto de los reinos se vio afectado por la guerra y entonces decidieron defenderse, todo el continente se encontraba en una batalla por las acciones egoístas del rey de Dulaan. Pasaron los años y los ataques empezaron a afectar a un reino ajeno a Gneithe, la guerra pudo haber empeorado, pero entonces “el” apareció.
Un hombre apareció de la nada y pidió reunirse con los ocho reyes para firmar un tratado y poner fin a la guerra antes de que todo empeorara. Aunque desconfiados, todos los reyes aceptaron acudir a la reunión la cual tendría lugar en castillo del reino de Els. Y cuando el día llegue los representantes de cada reino comenzaron a llegar de uno en uno.
El hombre espero a que todos los reyes llegaran, en su solicitud había recomendado acudir acompañados, algunos lo hicieron, otros vinieron solos, cuando todos llegaron a la sala de reunión, el hombre empezó a hablar.
—En todos mis años nunca había visto tanto odio como el que hay aquí. Mucho menos había visto empezar una guerra por una razón tan banal, como la negación para expandir su territorio—el hombre miró al rey de Dulaan y este lo miró con desprecio.
— ¿A eso has venido? —Dijo el rey de Dulaan.
—Vine a proponerles paz, su guerra ha empezado a afectar a la gente de Tentsver—decía haciendo mención a un reino vecino apartado de Gneithe—. Y créanme cuando les dijo que no les conviene empezar una guerra con ellos—dijo el hombre.
— ¡Ellos no me dan miedo! —El rey de Dulaan se colocó de pie y golpeó la mesa.
— ¡Silencio! —Dijo el rey de Uulen, el más respetado de todos. El rey de Dulaan lo miró y se sentó nuevamente—Continúe—le dirigió la palabra al hombre.
—Como decía, les presento mi muestra de paz—el hombre señaló a la puerta y esta fue abierta por un chico que traía un objeto envuelto en telas entre sus manos, detrás de él venían otros siete, de igual forma, cargando un objeto en sus manos— He seleccionado a un representante de cada reino sin que ustedes se dieran cuenta—reveló a los reyes—. Estas ocho personas no han pasado desapercibidas en sus vidas ¿O me equivoco? —Preguntó el hombre al rey de Nyevad.
—No, Fredo...—dijo el rey refiriéndose a un chico que entró de primero—todo el reino sabe de él, y de lo que ha hecho.
—Correcto, como verán no he escogido estas personas al azar, cada uno de ellos ha tenido una vida difícil, eso les dio la fuerza para cumplir con la misión que les asigné—dijo el hombre.
— ¿Misión? —Preguntó el rey de Uulen.
—¿Cargar un objeto? Eso puede hacerlo cualquiera—se burló el rey de Dulaan.
—¡Les pedí que buscaran los cristales elementales! —exclamó el hombre y el silencio inundo la sala. Todos se quedaron sorprendidos ante la revelación y en menos de un minuto empezaron a llover interrogantes "¿No era un mito?" "¿Pudieron encontrarlos?" "¿Los cristales?" eran unas de las preguntas que se hacían los presentes. El hombre elevó la mano y cerro su puño, tras hacer esto todos se quedaron callados —. Tal como lo escucharon, ellos buscaron los cristales elementales y no solo eso, cumplieron la misión y me los trajeron, ellos atravesaron múltiples peligros para conseguir que reine la paz en aquellas personas que los han tratado mal todo este tiempo—reveló el hombre.
— ¿Esa es tu ofrenda de paz? ¿Los cristales? —preguntó el rey de Dulaan.
—No precisamente, he conseguido la forma de usar estos cristales para darles un mejor uso, mi abuelo tuvo la idea, pero nunca encontró las personas que pudieran buscar los cristales. Fredo—dijo y Fredo, un joven de blancos cabellos, puso el objeto que traía sobre la mesa—. Les presento...—decía mientras desenvolvía el objeto—la Ice Sword—el hombre reveló ante todos, una espada que parecía hecha de cristal, que con solo estar cerca de ella podrías sentir un frio abrumador.
—Acaso has...—decía el rey de Nyevad.
—Si—interrumpió el hombre—he usado el cristal helado para forjar una espada, esta espada alberga todo el poder del hielo, solo aquel que logre liberar su poder, podría incluso devolver a la humanidad a la era del hielo.
—Impresionante...—replicó el rey.
—Al igual que Fredo, estos jóvenes, Denis, Candela, Lectro, Jorgen, Samos, Terra, Alana.— Nombraba el hombre a cada uno mientras ellos colocaban las espadas al frente de sus respectivos reyes—Cada uno de ellos consiguió uno de los cristales para poder forjar estas—dijo señalando las espadas— Estas son las Elemental Swords, ellos cuidaran de la espada y solo le prestaran su poder a quienes sean dignos y la persona que elijan podría o no liberar el poder que estas esconden, como lo oyen, cualquiera puede empuñar estas espadas, pero solo pocos podrán liberar su poder—Reveló.
— ¿Y cómo sabemos que ellos no iniciaran otra guerra? —Dijo el rey de Nyevad refiriéndose al rey de Dulaan.
—Si alguien se le ocurriese empezar una guerra, los portadores de las Elemental Swords le darán lo que se merece—dijo el hombre dándoles a entender que no solo traía una paz momentánea, sino que les estaría dando las herramientas para que la paz perdurara—Dicho esto ¿Aceptan mi ofrenda? —preguntó el hombre.
Algunos reyes no dudaron en dar su respuesta, otros se tardaron un poco más, pero al final, todos aceptaron y con el tiempo la guerra llegó a su fin.
Ochenta años después de que la guerra terminara, Gneithe era un lugar pacifico, pero más que por estar unidos, la paz se debía realmente a que varios de los reinos se desentendieron completamente de los demás. Aún así, la figura de los protectores, quienes eran aquellos a quien se les confiaron las espadas, aseguraba que mentes maliciosas no crearan conflicto entre los reinos.
Una noche fría en los picos nevados de Nyevad, un anciano reposaba frente al fuego junto a un pequeño chico. El hombre le contaba al niño la historia de la guerra pasada de Gneithe y de cómo se resolvió este conflicto.
—“Los guardianes de cristal” guardaron las espadas hasta encontrar a alguien digno y luego esas personas se encargarían de elegir a un sucesor—decía un anciano de cabello blanco como la nieve y piel tan arrugada como una pasa—Y nunca se volvió a saber más de aquel hombre.
—Pero abuelo yo ya se esa historia—dijo el pequeño niño—. Solo dime ¿Por qué me llamaste aquí? —dijo acurrucándose en la manta que le cubría del frio.
—En estos ochenta años estuve buscando a alguien que se encargara de cuidar esto—el anciano se puso de pie y caminó hacia un cofre de madera que estaba a un rincón de la casa. De allí sacó un objeto envuelto en sabanas—. Y creo que por fin lo he encontrado.
— ¿Qué es eso? Además, soy solo un niño abuelo—dijo el chico.
—Pero cuando el momento de usarlo llegue ya serás mayor Zero—el anciano le dio el objeto al niño—prométeme que no dejaras que caiga en manos de nadie.
—Abuelo...yo—tarareaba el niño sin saber si se debía al frio o por el miedo a las palabras de su abuelo.
—Zero, prométemelo—el anciano miró fijamente al niño.
—...Lo prometo—dijo Zero después de dudar un poco.
—Entonces veamos si te acepta—el anciano desenvolvió un poco el objeto e hizo que Zero lo tocara y de pronto el cabello castaño de Zero comenzó a teñirse blanco.
—Abuelo ¿qué está pasando? —Preguntó el niño asustado y el anciano mostró una pequeña sonrisa.
—Sabes...estoy un poco cansado—decía el anciano mientras se acostaba—buena suerte Zero...—dijo el anciano y sus ojos escarlata se cerraron poco a poco.
— ¿Abuelo? —Dijo el niño y empezó a sacudir al anciano, al ver que no reaccionaba salió corriendo a buscar ayuda— ¡Mamá! ¡Papá!
Cuando Zero se fue el anciano abrió los ojos nuevamente—...la necesitaras—dijo y su cuerpo empezó a desvanecerse dejando solo la ropa que traía puesta y a las afueras de la casa una fuerte ventisca se levantó.
Noventa y tres años después del final de la guerra. Uno de los reinos que no había cerrado sus puertas era el reino de Erdes. Personas de diferentes lugares se reunían aquí a diario debido a que en la parte sur de la ciudadela de Erdes se encontraba el mercado de Erdes, lugar donde los mercaderes del reino se ganaban la vida vendiendo las cosas que ellos mismos producían o conseguían de alguna otra manera. El reino de Erdes es conocido como la capital del mercader, muchos de ellos eran originarios de este reino o iban a hacer sus negocios a este, ya que era el más grande de todo Gneithe. El lugar estaba lleno de mujeres haciendo las compras con sus hijos, y otros niños correteando por el lugar. Por allí caminaba un joven, por lo que se veía tenía alrededor de veinte años, era alto, en buena condición física, media cerca de un metro ochenta, tenía el cabello rubio y largo por debajo de los hombros, y ojos azules. — No es muy diferente a mi hogar—dijo sonriendo. El chico observó los alrededores y habló con una de las vendedoras que no estaba ocupada con clientes—Disculpe ¿Estamos en Erdes? —Preguntó el joven a la vendedora.
—Claro, bienvenido a la región rocosa—nombre popular que se le daba a Erdes— ¿De dónde viene joven? —Preguntó la vendedora.
—Eso no es importante ¿Me podría decir dónde se encuentra el castillo? —Preguntó el joven.
—Claro, si se va por el camino donde están los vendedores llegara a la plaza—dijo señalando el camino—camine un poco más y allí vive la familia real, pero creo que si no es alguien importante no le dejaran pasar—señaló la mujer.
—No se preocupe, me dejaran pasar. Muchas gracias—agradeció y siguió su camino al castillo. El chico caminó derecho por donde le indicaron evitando a los innumerables vendedores que le hacían ofertas como era costumbre en un mercado. Luego llegó a la plaza y vio a los chiquillos correteando, persiguiéndose unos a otros, pero no pareció importarle, cuando llego al castillo vio a una persona que estaba a punto de entrar al castillo, el joven intento llamar la atención de aquella persona llamándola— ¡Oye! ¡Espérame por favor! —Gritó el joven a aquella persona, esta se detuvo y miró hacia atrás seguidamente se quitó la capucha y se reveló su rostro. Resulto ser un chico, tenía cabello corto color castaño y ojos café, era de tés morena, cosa común en las personas de Erdes. Era un poco más bajo que el rubio. — ¡Oye amigo espérame! —Gritó nuevamente el joven y corrió hacia donde estaba el otro chico. Cuando llego hacia donde estaba—Hola, ¿vas al castillo? —Le preguntó el joven y el chico asintió con la cabeza— ¡Qué bien! —Exclamó el joven—Mi nombre es Ken, también me dirigía hacia allí.
— ¿Ken?, ¿Hijo de Tesslak? —Preguntó el chico sorprendido.
—Sí… ¿Cómo sabes eso? —Preguntó Ken.
— ¡Oh! perdón por no haberme presentado antes, mi nombre es Larry soy hijo del rey de este lugar—se presentó Larry a Ken.
— ¿Hijo del rey? ¿Así que eres un príncipe? —Preguntó Ken a Larry.
—Bueno, se podría decir que si, ¿Vienes de la región del rayo, cierto? —Preguntó Larry refiriéndose a Uulen como “región del rayo”.
—Sí, ¿Cómo es que sabes sobre mí y de mi padre? —Preguntó Ken.
—Hace ocho años tu hogar sufrió un ataque que se creía había acabado con todos sus habitantes...eso se creía hasta ahora, resulta que eres un sobreviviente de la m*****e—dijo Larry despistadamente.
—Sí, supongo—afirmó Ken bajando su mirada.
— ¡Oh perdón! no era mi intensión hacerte recordar aquello—Larry se disculpó enseguida—a lo que realmente quiero llegar es, si puede haber una posibilidad de que tú…—hizo una pequeña pausa—¿Tengas la Lightning Sword? —Preguntó Larry a Ken.
—Sí, la tengo, y por eso he venido aquí—dijo Ken cambiando a un tono más serio—debo reunir a los otros protectores y hacer pagar a los del fuego—dijo Ken refiriéndose a la gente de Dulaan.
— (¿Así que fueron los del fuego?)—Dijo Larry entre sí—Pues tienes suerte Ken, porque si lo que buscas es al protector de la Rock Sword lo tienes en frente de ti—dijo Larry revelando que él era el protector de una de las Elemental Swords.
— ¿¡Tú eres un protector!?—Exclamó Ken sorprendido— ¿Entonces vendrás conmigo?
—Pues tengo que hablarlo con mi padre, vamos entremos—dijo Larry caminando junto a Ken por los jardines delanteros del castillo. Cuando avanzaron se vio una silueta arriba de un árbol y luego se escuchó una voz—Dos elementals, al capitán le encantara esto—después de haber dicho aquello la silueta desapareció.
Mientras atravesaban por el jardín Ken comenzó a notar las ropas que llevaba el chico, debajo de la capa, llevaba un chaleco naranja de cuello largo arriba de una camiseta blanca y llevaba pantalanes cafés. Se dio cuenta que no vestía muy diferente a él, Ken llevaba un chaleco azul arriba de una camiseta amarilla y pantalones azules. Comenzaba a preguntarse si de verdad se trataba de un príncipe, dado que llevaba la ropa que normalmente llevan los viajeros. Finalmente, tras atravesar el jardín llegaron a las puertas del castillo, una gran puerta de madera custodiada por dos hombres armados con lanzas, los cuales se apartaron al ver a Larry, no sin antes abrir la puerta y hacer una reverencia al momento que entró por allí.
Cuando entraron al castillo fueron por un camino recto, mientras la mayoría de los guardias saludaban a Larry con una reverencia, luego llegaron a la habitación donde se encontraban el rey y la reina al fondo del pasillo, Ken iba detrás de Larry el cual iba en dirección hacia sus padres. En la sala no había más que el trono donde se sentaba el rey junto a la reina, en las columnas que sostenían el piso de arriba había antorchas que iluminarían la sala durante la noche, ya que durante el día bastaba con la luz que entraba por las ventanas, cinco por cada muro lateral, y dos a en la parte superior del muro al que le daba la espalda el trono, aún así, estas se mantenían encendidas todo el día. A los laterales había guardias los cuales también hicieron una reverencia al ver a Larry, lo cual era lógico ya que él era el príncipe. Larry se detuvo y Ken lo hizo luego, después de eso el joven príncipe comenzó a hablar con su padre. —Padre—dijo Larry haciendo una reverencia.
—Larry, hijo mío, has vuelto, ¿Qué fue lo que descubriste? —Preguntó el rey.
—Al parecer era cierto, no habían señales de vida en la región del rayo—dijo Larry afirmando que toda la ciudadela de Uulen había sido destruida.
—(Ya veo, él venía de un viaje a Uulen) —dijo Ken entre sí.
—Sin embargo, encontré un sobreviviente en estas tierras, Padre, él es Ken, probablemente único sobreviviente de la m*****e—dijo señalando a Ken.
— ¿Ken? el hijo de Tesslak—dijo el rey que al parecer también conocía al padre del chico.
—Así es alteza, Tesslak es mi padre...bueno lo era—dijo Ken afirmando que su padre había muerto.
—Ya veo, dime una cosa Ken, ¿Tu padre no te dejo un objeto?, no un objeto, sino más bien una joya histórica—preguntó el rey con gran curiosidad.
—Si se refiere a la espada, pues si, la tengo—afirmó Ken mirando a donde tenía guardada su espada.
— (Si él tiene la elemetal, entonces aún hay esperanza, las ocho aún están bien) —dijo el rey en su mente— ¿A qué has venido aquí Ken? —Preguntó el rey.
—Pues vera debo reunirme con los otros seis protectores y detener a los del fuego, para evitar otra posible guerra—respondió Ken al rey.
—Ya veo, así que vienes por Larry. Hijo te permito acompañar a este chico—dijo sin pensarlo dos veces— deben conseguir ayuda de los demás protectores solo así Farlan será detenido. Ahora presten atención les diré a donde tienen que ir primero. Primero deben ir al castillo de Monkoi, el cual está oculta en algún lugar del bosque que queda al norte de aquí, allí encontrarán a…—decía el rey cuando de pronto se escucha una explosión.
¡BUM!
La pared derecha de la habitación había sido derrumbada, dejando a la mayoría de los soldados aplastados entre los escombros y dejando una gran nube de polvo, Ken inmediatamente tomo el mango de su espada, cuando el polvo se disipó se veían a diez guerreros detrás de un hombre, el sujeto habló—Saludos, majestades, perdón por no avisar que venía, mi jefe me envió, más les vale entregar las dos elementals que sé que tienen, sino sufrirán igual o más que los del rayo—dijo el hombre amenazando a todos los que estaban en la habitación.
— ¿¡Quienes son ustedes!? ¡Lárguense! —Grito el rey aún impactado por lo sucedido.
—Está bien, si así lo quieren ¡Fue...—decía el hombre cuando fue interrumpido.
— ¡Alto! Soldados del fuego ¡No dejare que lastimen a más personas! —Exclamó Ken sacando su espada.
—Así que tu tenías la Lightning Sword, bueno tu gente entonces fue masacrada en vano, sobreviviente—dijo el hombre dirigiéndose a Ken como "Sobreviviente".
—Sabía que eran los del fuego, Larry ¿Me ayudas? —Preguntó Ken a Larry.
— ¡Claro! —asintió Larry y sacó su espada.