Una rosa nacida entre espinas

3173 Palabras
" ¿Qué es la vida? Muchos la definen como el simple hecho de estar vivo, tener alma y capacidad de sentir, pero ¿Cuál es su sentido? ¿Acaso todo termina con la muerte? ¿O será este un nuevo comienzo? La única certeza que tenemos es que la vida es corta y hay que apreciarla especialmente de los seres que nos rodean porque en el momento menos esperado nos encontramos sin ellos" ****************************************** 4 de julio del año 1125 Mirando con atención los hermosos pétalos de aquello que sostenía entre sus dedos, un pequeño niño de ojos azules se sentía fascinado y curioso de tan peculiar forma. Sentado frente a la ventana, dio vuelta para dirigirse a su padre y preguntó: ¿Padre qué es esto? El hombre mayor observó a su pequeño hijo, y con una sonrisa se agachó hasta estar casi de su tamaño. — Es una rosa, es lo que es —respondió frotando los cabellos del niño. — ¿Una rosa? Es muy bonita —comentó. — Pero Gareth, cuidala, de lo contrario morirá. — ¿Las rosas mueren? —quiso saber, mostrando sus ojitos azules preocupados. — Solo es un decir, en realidad las rosas nunca mueren, pueden caerse sus pétalos, hasta marchitarse, pero al llegar la primavera, volverá a recuperar su color. — ¿Entonces son eternas? — Lo será, si le das el correcto cuidado. Asegurándose de nunca dejar que una rosa perezca en sus manos, se prometió cuidarla. Por otro lado, en otro reino, no muy lejano. Se llevaba a cabo un acontecimiento único que marcaría ese días para siempre. Qué cruel era la vida , mientras una luchaba por nacer otra se apagaba. La oscuridad era su compañera en aquella noche tormentosa, donde el dolor era lo que menos le importaba. La tenue luz que desprendía el quinque de aceite, apenas y alumbraba el delicado rostro de la joven mujer, sus frágiles manos luchaban por aferrarse a las sábanas, y el temor por su criatura era cada vez más preocupante. — Es muy pronto, la señora aún no ha cumplido los meses para alumbrar. Decía con voz temblorosa una mujer mayor, mientras limpiaba el sudor de la frente de su señora convaleciente en la cama. Los rayos y la lluvia afuera del gran castillo no apoyaban la situación. La pobre dama daba sollozos de dolor, su vientre bajo dolía y su cuerpo estaba muy débil. — ¡Ánimo Majestad! la partera acaba de llegar. Decía otra de las criadas intentando darle fuerzas a su ama. De inmediato una mujer con el rostro serio ingresó , al parecer la situación no la sorprendía. Había traído a cientos de niños al mundo y la reina era igual que cualquier otra cliente. Sin embargo, al verla su rostro se desencajó. — Esta criatura aún no está lista para nacer. Dijo tocando el vientre de la mujer. — Lo sabemos, pero la reina ha estado muy enferma durante estos días. Su fiebre solo ha ido aumentando y tememos lo peor. —¿Saben que en este estado lo más probable es que muera la madre como el niño? — No… Casi susurrando, habló la reina. Una mujer joven de belleza angelical, cabello castaño , ojos azules. Sin embargo, todo ese atractivo se había apagado, así como su vida conforme habían pasado los días. — Se lo pido como… madre, Salve a mi bebé. Rogó. — Majestad... La débil mujer tomó las manos de Ava, su criada, y con los ojos vidriosos le imploró. — Ava, necesitaré tu ayuda. Tal vez durante los primeros días… no pueda hacerme cargo de mi bebé así que… ¡Ah! Así que necesitaré tu apoyo. La mujer de unos cuarenta años asintió rápidamente. — ¡Ah! Ya no puedo más.— Se quejó. — ¡Haga algo, se lo pido! Ava estaba a tal punto de desesperación que su pulso parecía que estallaría en cualquier momento. — Daré lo que tenga en mis manos, preparen agua caliente. — Si, ahora mismo. Obedeció la más joven de las criadas. Por cada grito de dolor que daba caía un rayo, la lluvia había terminado inundando la siembra de los campesinos. Muchos sufrieron la furia de la naturaleza, casas que terminaron colapsando y ganado perdido. — Ya casi mujer, siga así. No se rinda, su hijo la necesita. — Uh… uh… ¡Ahhh! El cansancio le estaba ganando, su cuerpo débil ya no podía más. Alzando la vista sólo imploró para que su sufrimiento acabará. — ¡Oh mi Dios! Gritó Ava. — Siga así, lo está haciendo bien. La partera comenzaba a ver la pequeña cabeza del bebé. Un último esfuerzo, no se rinda. La reina reunió toda su fuerza para traer a un nuevo ser al mundo Entonces como si el cielo se hubiera apiadado de ella, todo se tornó tranquilo. Ningún ruido irrumpió hasta que… — *¡Wua… wua!* La habitación entera se llenó de ruido del llanto del bebé. Al tenerla en los brazos la partera la envolvió en unas mantas muy finas. — ¿Y..? La criada mayor hizo un gesto de impaciencia. Pasando su mirada del bebé a la criada la partera pronunció unas palabras que sentenciaron para siempre la vida del nuevo ser. - Es una niña. Los rayos volvieron a irrumpir la tranquilidad. — Niña… Pronunció con una sonrisa en los labios la madre. Sin embargo, la expresión de Ava era todo lo contrario. La preocupación, pero sobre todo el miedo inundó su ser. — Esto no puede ser verdad… Susurró. — Lo es. Respondió la partera. — El Rey se pondrá furioso cuando se entere, su mayor deseo era tener un varón que continuará su descendencia. ¡Pobre de mi señora! —Se lamentó. — Lamentablemente las mujeres siempre seremos condenadas solo por nuestra condición, pero debemos seguir adelante. Al menos esta criaturita tendrá privilegios que otras niñas no. — Usted no conoce realmente al Rey. Él culpará a la señora. — ¿Ava..? La llamó la reina. — Dígame, mi señora. —¿ Podrías enseñarme a mi bebé? — Dijo con voz débil. Las dos mujeres se miraron y entonces tomando a la bebé en sus manos se la acercó. — Mirela Majestad. — Es una… —. El llanto del bebé continuó — Niña. Terminó de decir Ava. — Es muy linda… Estirando su mano logró que la bebé sujetara su dedo.- Mi pequeña Rosalie. Pronunció. - Se parece tanto a su padre. — Así es, será una hermosa princesa. Compasiva y amable como la reina. — Me alegro que esté sana. A pesar de todo lo que le tuve que hacer pasar. — Lo hizo bien señora. Mirela, ella crecerá para convertirse en alguien como usted. Necesitará sus cuidados y consejos. Sonriendo con dificultad la mujer sentía su cuerpo cada vez más pesado. — Ava… por favor… lo que te pedí… Cuídala mucho. — Pero ¿qué dice mi señora? La cuidaremos. Ella abrió los ojos grandes presintiendo lo peor. — Prometelo Ava … — Señora… Los ojos de la criada se llenaron de lágrimas. — Por favor… En silencio ella asintió. Limpiando sus lágrimas con la mano libre que tenía. — Gracias… Entonces el dedo que sostenía la bebé se resbaló de su pequeña mano. —* ¡Wua! ¡Wua!* La bebé lloraba en los brazos de Ava que la cobijaba en su brazo. — ¿Señora? Asustada la criada empezó a mover el cuerpo de la reina. - ¡Majestad! ¡Despierte! ¡Mire aquí está su hija! No puede dejarla así… ¿Quién la defenderá de su padre? ¿Majestad? ¡Señora Madeline! "El destino algunas veces suele ser cruel pero ¿Qué podemos hacer nosotros? Solo somos simples mortales que estamos de paso por esta aventura llamada vida". El cuerpo de la reina se encontraba cubierto por una tela blanca. La mujer que había sostenido al bebé lloraba sin consuelo. — Debo retirarme, de verdad lamento lo que pasó con la reina. Dijo la partera llevando su mano al hombro de la criada para poco después desaparecer en medio de la noche. La criada más joven se acercó a Ava en medio del desconcierto. Tras unos segundos de silencio habló. — El Rey debe saberlo. Ava asintió. —Iré yo, quédate con la princesa. Decía al tiempo que secaba sus lágrimas. En el reino del Oeste se conocía muy bien del llamado "Señor corazón de hielo" Un hombre ambicioso, lleno de poder. Su único objetivo era poseer aún más territorio y por supuesto que su linaje gobernara siempre. La noticia del futuro nacimiento de su heredero era el orgullo del Rey Christhopher IV. Todos en el pueblo se preguntaban cómo sería el nuevo príncipe. ¿Sería como su padre "El señor corazón de hielo" o como su madre? Quién jamás había sido vista en público. La mirada color verde que tenía era fría y sus manos que reposaban sobre su trono estaban a punto de perder el control. Llevaba esperando más de una hora y aún no tenía noticias de su heredero. — Majestad. Con una reverencia Ava se presentó ante el Rey quien era custodiado por dos caballeros. — Dejenla pasar. Habló en tono frío. Los dos hombres abrieron paso a la mujer mayor. — ¿Y bien? Habla. — Majestad, La reina… Con la voz temblando, Ava era incapaz de pronunciar esas difíciles palabras. — ¡HABLA MALDITA SEA! Exigió. Con las manos temblando y pasando la saliva, procedió a contar lo ocurrido. — Majestad, la reina no soportó el parto y… murió. — Murió, Mm. Bueno ¿Y mi hijo? Preguntó cómo si nada. Ava miraba incrédula al Rey Christopher. ¿Acaso no le importaba su esposa? — BIEN Y ¿VAS A HABLAR O NO? Asustada brincó del susto. — Sobre eso… — Estoy harto de tu silencio, iré yo mismo. Apartando a la criada de su camino se dirigió a los aposentos de su difunta esposa. — ¡Majestad espere! Corriendo tras él Ava intentaba detener lo inevitable. Sus pasos eran firmes y rápidos. Abriendo la puerta de un golpe se encontró con la criada joven quien cargaba a la bebé. Ni siquiera dio una mirada a la mujer que había sido su esposa. Solo camino a su objetivo, el bebé. — Entregamelo. Dijo como si de un objeto se tratara. La joven temerosa obedeció sin siquiera dudar. Sosteniendo al bebé apartó la manta. — ¡Majestad espere! — ¡Silencio! Exclamó, y sin prestar atención a las súplicas de la criada mayor observó al bebé. — Mi señor… — ¿Qué significa esto? ¡¿Es una broma?! —gritó furioso con los ojos inyectados de rabia. *¡Wua! ¡Wua!* —lloró la bebé. — Majestad permítame explicarle. — ¡UNA NIÑA! ¡¿Esto no puede ser mío?! — Pero lo es… Es su hija Majestad. Trató de hacerle entender, pero sería en vano. Christopher era testarudo. — ¡¿MI HIJA?! ¡ESCÚCHAME BIEN! Con pasos largos se acercó a Ava. — ¡YO JAMÁS TENDRÉ UNA HIJA! Cerrando los ojos de miedo apenas pudo hablar. — Majestad, entonces qué haremos con la niña. — Desaste de ella. Dijo como si de un objeto se refiriera. — ¿Cómo? — Ya oíste. Entregando la bebé a la criada, sentenció. - ¡No quiero a esta niña en mi reino! — Majestad tenga piedad, es solo una bebé. Hágalo por la difunta reina. Entonces el rey solo por un momento volteó a mirar el cuerpo cubierto de su difunta esposa. Dándole la espalda habló. —Solo alejala del castillo, si deseas conservarla es problema tuyo. Y diciendo esto último se marchó. Esa misma noche Ava se llevó a la bebé envuelta en mantas. Saliendo del castillo no pudo evitar mirar por un segundo atrás. — Cumpliré mi promesa Señora Madeline. Así fue como la recién nacida princesa fue privada de todos los derechos que tenía al ser hija legítima del rey. Sin madre y repudiada por su padre, eran los primeros problemas que enfrentaba en su corta vida. Al amanecer el castillo del rey fue irrumpido por una presencia que traería más de una sorpresa a Christopher. Frente a él se encontraba una mujer sosteniendo a un bebé de aproximadamente tres meses. El pequeño tenía el mismo color de cabello que el rey, su parecido era asombroso salvo por sus ojos azules. — ¿Qué haces aquí Bárbara? Dijo con seriedad al reconocer a su antigua amante. Una mujer alta elegante de cabellera castaña, ojos azules, su parecido con Madeline era a veces sorprendente. — He venido a tomar lo que me correspondía hace mucho. — ¿De qué hablas? — Se que Madeline, su esposa ha muerto. — ¿Quién te di…? Eso no te concierne. — Se equivoca Majestad. Me concierne y mucho porque este niño es su hijo. — ¿Se puede saber de dónde sacas ese disparate? — Christopher , ¿recuerdas nuestra última noche? ¿Sabes cuánto tiempo ha pasado? Y no puedes negarme del parecido que hay entre ustedes. El niño era como una gota de agua a excepción de los ojos que los había sacado de su madre. Se quedó en silencio, no podía negar lo evidente. Ese niño era su viva imagen, su hijo, su primogénito. Se convenció, olvidando el detalle que era ilegítimo, pero eso no lo detendría, después de todo su difunta esposa jamás fue presentada en público y la familia de ella estaba muerta, era la única sobreviviente de una peste que atacó sus tierras. Caminó frente a la mujer y tomó al niño en brazos. — No cabe duda que Dios está de mi lado pues este día me ha entregado al único ser que heredará y seguirá con mi legado. - Ethelbert, mi primogénito. Sentenció. Algunos días después el rey contrajo matrimonio con quien había sido una vez su amante. Sin embargo todo se había realizado en secreto,Christopher tenía una imagen que proteger y debido a que su difunta esposa jamás fue presentada en público no levantaría ninguna sospecha. Al cumplir el primer año de vida el príncipe Ethelbert fue presentado en sociedad, su llegada había sido motivo de celebración del pueblo, los reyes de otras naciones habían llegado a presentar regalos para el futuro Soberano. Así como sus saludos a la madre del primogénito, la esposa de Christopher , La reina de las tierras de las tierras del Oeste. Pasaron seis años desde la presentación del príncipe, a sus siete años ya sabía manejar dos idiomas producto de las enseñanzas de sus maestros. — Mirenlo es un digno hijo del Rey Christopher . Tendrá gran porte y con buen entrenamiento será un excelente Soberano que llevará a las tierras del Oeste a la victoria en las batallas. El pequeño Ethelbert iba creciendo lleno de lujos, atenciones y comodidad. Una vida digna de un príncipe. Por otro lado, lejos en lo más profundo del bosque una niña de cabellos dorados y ojos verdes, corría llena de alegría con su canasta llena de manzanas. La felicidad que brotaba de ella era inmensa pues su nana le había prometido hacerle una deliciosa merienda de cumpleaños si conseguía las sabrosas manzanas. Ya estando cerca de casa algo la distrajo. — Mmm. Dijo frotándose el abdomen mientras su mirada se mantenía fija en un frondoso árbol. Era la manzana más jugosa y roja que había visto en su vida. Dejando la canasta por unos minutos, se trepó al árbol. Su mente estaba concentrada en esa exquisitez. — Ya casi… estoy cerca. ¡Bum! Resbaló del árbol cayendo sobre la hierba. - ¡Auch! Se quejó pero su dolor pasó a segundo plano al descubrir que su objetivo estaba en sus manos. La manzana roja y jugosa estaba con ella. — ¡Si! Festejo. — ¿Pero qué tenemos aquí? Decía una voz a sus espaldas. — La huérfana nos consiguió comida. Levantándose con rapidez vio al niño que siempre la molestaba en compañía de otros. — ¡Oigan eso es mío! Exclamó defendiendo su canasta. — ¿Así? ¿y quien lo dice? — Ya se los dije eso es mío. Decía temerosa al tiempo que los niños la rodeaban. — Oye mugrosa, ¿quién crees que eres? Recuerda eres nuestra esclava y tu deber es conseguir toda la comida que queramos. — Pero esas manzanas son para mi cumpleaños. — ¡Oh, es su cumpleaños! Pues aquí está nuestro obsequio. ¡Sobre ella! Ordenó el mayor de los niños. Los empujones propinados hasta hacerla caer al piso le dejaron moretones en su frágil cuerpecito. Las burlas y los empujones eran algo ya cotidiano, pero jamás terminaría de acostumbrarse. — Recuerdalo bien huérfana, eres nuestra esclava no vuelvas a desobedecerme. ¡Llevate tu porquería! Le tiró la canasta vacía. Levantándose del suelo con la cabeza en alto sin derramar una sola lágrima tomó la canasta y corrió donde su nana. Odiaba a esos niños, odiaba el dolor que sentía al moverse pero más odiaba llorar. … Se había hecho tarde, en su mente se decía una y otra vez que no debía haber permitido que fuera sola pero la mirada de la niña, tan dulce, risueña, llena de ilusiones la terminaron convenciendo. El sonido de la puerta le devolvió la tranquilidad. Se levantó de la silla dejando el vestido que preparaba como regalo para Rosalie sin embargo su expresión se llenó de horror cuando vio a la pequeña. Su carita estaba toda sucia, tenía un moretón en la mejilla, su vestido estaba roto en algunas partes, sus rodillas estaban sangrando y no tenía uno de sus zapatitos. — Mi niña ¿Qué te han hecho? Corrió donde ella, arrodillándose y así quedar a su altura. — No es nada nana Ava… La expresión que mostraba era una sonrisa intentando restarle importancia a su aspecto. — Solo me caí. Respondió. La mirada de Ava se llenó de tristeza y en silencio abrazó a la pequeña. Rosalie sintió las lágrimas de Ava en su hombro. — Nana, no es importante, te juro que casi no duele. — Mi niña… Sollozó. — Nanita, no llores a mi no me duele. — Rosalie… mi niña perdóname por hacerte pasar por todo esto… — Nana… Vencida por sus emociones, la pequeña se soltó en llanto. —¿Por qué Nana? ¿por qué? Sus ojitos se cerraron intentando contener las lágrimas, pero su resistencia se había roto. —Nana… Lloró aferrándose a Ava. — Quiero a mi mamá y a mi papá… Decía al tiempo que escondía su rostro bañado en lágrimas. Ava lloró mientras abrazaba a Rosalie. Que cruel destino había corrido la pequeña, mientras uno disfrutaba de lujos y comodidades la otra debía aguantar burlas y golpes. — Te prometo mi niña, que esto cambiará. Ya no puedo seguir viéndote sufrir ¡Ya no! Exclamó enojada. —Tú también tienes el mismo derecho, ya es hora de que él lo sepa.
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