ARIZONA —No quiero ir —hago un puchero, mientras continúo acariciando el cabello de Dallas, quien mantiene su cabeza sobre mis muslos. Él ríe y estira una mano para acariciar las puntas de mi cabello. —Mi amor, es solo una reunión. —Sí, con mis antiguos compañeros —le recuerdo al poner los ojos en blanco. Llevábamos tres meses de ser novios, dos meses donde debía de admitir que había aprendido a ser feliz al lado de alguien más; Dallas se había portado como un chico demasiado atento, cariñoso, detallista y hasta divertido, el cual ni siquiera me dejaba espacio para pensar en el innombrable; todo momento en la que pasaba a su lado, me la pasaba genial, convenciéndome de que, en definitiva, había tomado una buena decisión al darle una oportunidad. —Exacto —sus ojos avellanas aún se ma