En la orilla oriental de las islas, con el sol poniéndose, la vista de las montañas Muye y Rames dejó a Mykal sin palabras. Nubes rojas y moradas pintadas sobre cielos cada vez más oscuros acentuaban los picos nevados como un cuadro espectacular. Nada de aquello parecía real y, por su belleza, Mykal no quería apartar la vista. Quill ordenó a los tres arqueros que les habían acompañado que permanecieran con los Voyager. Quería que ayudaran con la carga de trabajo tanto como fuera posible. Entrar en el Reino de Osiris con demasiados hombres sería peligroso. En realidad, cuantos menos, mejor. Mykal no podía decirlo, pero no creía que a los Arqueros les entusiasmara quedarse atrás. Eran leales a Quill, y la necesidad de proteger a su líder era claramente evidente. Le seguían a todas partes co