Prólogo
El guardia de turno se pasea por las celdas a paso pausado hasta que se detiene en la 1030. Le parece raro no escuchar ruido alguno, así que decide ingresar de golpe, dejando a un lado la nula privacidad de la que carecen los reclusos.
— Garza— el hombre habla en voz alta y firme, obviando el hecho de que, en el interior del lugar, los dos reclusos están intentando tomar una siesta.
Sin embargo, ambos chicos se levantan de golpe y observan con ojos esperanzados al hombre quien, ahora, está entregando un pequeño sobre de papel de color rosado.
— Tienes una carta— anuncia, y antes de poder decir algo más, desaparece por completo del lugar cerrando la puerta de golpe.
El muchacho coge la carta entre sus manos con ambos ojos abiertos como dos enormes platos. Afuera, la lluvia se escucha de manera potente y justo cuando pensaba que su navidad no se podía poner más deprimente, un atisbo de esperanza aparece justo en frente de sus ojos.
Quizás su madre decidió perdonarlo. Quizás uno de sus amigos pensó que sería buena idea desearle una feliz navidad.
Pero no.
— ¿De quien es?— pregunta Lilo, su compañero de celda y mejor amigo de la prisión. Ángel se encoge de hombros confundido.
— De una chica— murmura confundido, observando el nombre "Frances" escrito con letra manuscrita en el reverso del sobre. Lilo abre los ojos con entusiasmo e intenta con emoción quitarle la carta de las manos, pero debido a la evidente altura de Ángel y a su fuerza un millón de veces superior, el castaño no consigue nada.
— ¿¡De una chica!?— Lilo no puede dejar de estar emocionado. Ángel se gira de golpe para asentir con el rostro y, a pesar de que se encuentra igual de curioso por descubrir lo que se encuentra dentro, no puede dejar de preguntarse qué es lo que está sucediendo.
— Ábrela— lo anima Lilo— quizás encontrarás una carta de amor.
De repente todos los cables en el cerebro de Ángel se cruzan como por arte de magia y Lilo parece ser el responsable de que todas sus dudas no hayan sido respondidas. El castaño ahora luce como un niño pequeño, casi como si le hubieran descubierto hacer algo terriblemente malo.
— Tu tienes algo que ver con esta carta— le asegura Ángel, y lejos de sonar como una pregunta, él simplemente parece estar confirmándolo.
Lilo se estremece un poco; siempre le asusta cuando su amigo habla con esa voz seria y ronca y ese ceño levemente fruncido. Si, es verdad que cuando lo conoció pensó que sería un chico tranquilo, sobre todo con esos calmos ojos verdes y ese cabello ondulado como de niño rico, pero ahora que conoce sus malos ratos y ha sido testigo de sus golpes bajos, Lilo está más que seguro que Ángel no dudaría ni un sólo momento en hacerlo tener pesadillas.
— Quizás un poco— admite.
Afortunadamente, Ángel parece bastante lejos de estar enfadado.
— Explícate— le pide, casi en tono de orden. Lilo deja caer su cuerpo en el duro y delgado colchón de su pobre cama y suelta un enorme suspiro por lo bajo.
— Quizás te inscribí en el programa de correspondencia.
Ángel abre los ojos como dos enormes platos.
— ¿Por qué harías eso?— pregunta curioso. Hablaron sobre el programa de correspondencia hace unos meses y pensó que había quedado más que claro que Ángel no quería tener nada que ver con eso.
— Porque cuando yo me inscribí no obtuve ninguna carta— se queja— los feos no recibimos correspondencia.
Una carcajada se escapa de la garganta del chico de cabello ondulado.
— Puedes dármela a mí— propone Lilo— puedo hacerme pasar por ti. Sólo necesito pasar el rato en este deprimente lugar...
— De ninguna manera— sentencia Ángel. Ahora es Lilo quien parece levemente sorprendido; pensó que sería difícil convencer al muchacho del programa de correspondencia y pero que sería muy fácil que éste le entregue sus cartas.
Al parecer, su plan no está resultando como lo planeó.
— Pensé que no querías estar en el programa de correspondencia— se queja. Y Ángel asiente levemente con el rostro.
— No lo hago— le asegura— así que quita mi perfil.
Lilo se levanta de golpe en un intento por intensificar sus peticiones.
— ¡Al menos dame esa carta!— insiste. Ángel deja caer su cuerpo a lo largo de la cama y se prepara para abrir aquel sobre, no sin antes regalarle a Lilo una mirada de seriedad.
— Ya te dije que no.
— ¡Pero...!
— Me quedan tres años de reclusión, Lilo. Y no los pasaré recibiendo cartas de extraños que quieren hacer algún tipo de experimento social conmigo— gruñe— pero ya que me llegó esta carta por tu maldita culpa, me la quedaré.
— ¡Pero...!
— Y quita mi perfil.
Lilo resopla; sabe que no hará que su amigo cambie de parecer así que está destinado a hacer lo que le pide. Quizás si se peina y se saca una fotografía realmente linda logrará que alguien le escriba una carta.
A ratos, odia a Ángel por eso. Él es guapo y ni siquiera tiene que intentarlo; y lo que es peor aún, ni siquiera le saca provecho a su belleza.
En un mundo paralelo y utópico, el rostro de Lilo se vería exactamente al del chico de ojos verdes y cabello ondulado.
— Al menos muéstrame la fotografía— es lo último que dice Lilo antes de comenzar a jugar con su almohada, pero Ángel ya no le está haciendo caso.
Está demasiado ocupado observando aquella carta.
Quizás debió darse cuenta de que no era nadie que conocía cuando notó que el sobre era rosado, y lo que es más sorprendente aún, el papel que se guarda en su interior es del mismo color. Quien sea que haya enviado la carta le ha puesto un montón de perfume a la hoja porque se ve algo desgastada y huele como si la hubieran bañado en agua de rosas.
— ¿Algo interesante?— pregunta Lilo desde donde está, notando la manera en la que su amigo se ha quedado plasmado observando la letra de la muchacha.
— Cállate.
Ángel coge la carta y comienza a leer de manera pausada, y no recuerda haber leído nada de manera tan concentrada en toda su vida.
"
Frances Rawson,
Calle Betis, 112
Andalucía, Sevilla, 41001
Querido Ángel;
Mi nombre es Frances Rawson, tengo dieciocho años y soy virgo (pensé que quizás te gustaría saber). Leí en tu perfil que tienes veinte, que eres acuario y que te gusta el aire libre así que pensé que quizás nos llevaríamos bien. Quizás algún día pueda llevarte fotografías de los lugares que visito, aunque aquí en España todo suele ser muy aburrido, sobre todo cuando vives en Sevilla (bueno, no es que tu estés pasando un rato genial, aunque de todo corazón espero que sí).
Quizás te preguntarás, ¿Por qué una chica de dieciocho años se anotaría al programa de correspondencia con los reclusos? Pues la respuesta es simple, Ángel. Y existen dos principales motivos que estaré encantada de detallarte.
Para empezar, es mi primer año de universidad y el maestro nos ha pedido que escribamos una historia genial. Algo que sea digno de publicación, o algo así fueron sus palabras. Pensé que sería interesante escribir sobre la vida en la cárcel, así que aquí estoy escribiéndote. Espero que eso no te moleste.
El segundo motivo es que me gustaría hacer algo lindo por alguien que esté en prisión. Sé que es nuestra primera carta, pero quizás algún día podría llevarte algún libro que te guste, una nueva pijama o un CD de tu artista favorito. Si quieres charlar, puedo simplemente sentarme a escuchar lo que sea que tengas para decirme.
Estaré encantada de responder tu carta cuando llegue. Créeme que esto es lo más emocionante que he hecho en toda mi vida, si es que eso te da una pista de lo aburridos que suelen ser mis días. Creo que ambos nos haremos un favor y le daremos un poco de emoción a la vida del otro.
Bien, no quiero escribir mucho sobre mí. Te envío una fotografía para que tengas una idea de quien te está escribiendo y también te envío un calendario que he hecho a mano para que sea más fácil ir tachando días, si es que eso es lo que quieres. Si no te gusta puedes tirarlo al cesto de basura más cercano.
Con amor,
Frances.
Pd: ¡Feliz navidad!
Pdd: Te dejaré mi número telefónico , sólo por si acaso"
Algo en el interior de Ángel se siente realmente vacío cuando termina de leer la carta y decide guardarla en su bolsillo para volver a releerla cuando Lilo no esté; de esa manera podrá sonreír o fruncir el ceño sin que su amigo esté allí con ojos acusadores.
— ¿Y qué tal?— insiste el muchacho. Ángel lo ignora por completo para levantar el sobre y antes de que él pueda extraer el resto de cosas que contiene, el calendario y la fotografía se caen de él.
Lilo intenta coger una de las dos cosas, pero el suave golpe de Ángel en su mano lo evita. Él debe ser el primero quien vea aquella fotografía.
— Da igual— gruñe Lilo— apuesto que es una señora de sesenta años de todas maneras.
El muchacho suelta una pequeña risa por lo bajo y coge la fotografía solamente para quedarse sin aliento. Sus ojos se abren como dos enormes lunas llenas y su impresión es tanta que incluso su amigo queda sorprendido con la manera en la que Ángel se ha quedado en silencio.
Sin aliento. Esa es la expresión que se le viene al chico cuando observa a la muchacha de ojos verdes y cabellos castaños que reposan sobre su piel bronceada y perfecta.
Lilo le quita la fotografía de golpe para mirarla él, pero sólo alcanza a hacerlo durante unos cuantos segundos porque Ángel vuelve a cogerla en sus manos.
— ¡Dame eso!— gruñe el rizado.
— ¿Estás de broma?— pregunta Lilo ofendido— Ángel, ¡Ella no es una chica! ¡Es una diosa!
El muchacho suelta un resoplido pero sólo es para callar a su amigo, porque en el fondo, él ha pensado lo mismo.
— Probablemente es una foto falsa— opina Ángel.
— ¡Pues averígualo!— exclama Lilo.
El muchacho niega con el rostro.
— ¿No le escribirás de vuelta?— pregunta el muchacho ofendido, casi como si fuera él a quien estuvieran ignorando.
— No, Lilo. No le escribiré de vuelta.
— ¿Por qué no?— insiste.
— Porque..— Ángel intenta encontrar una explicación lógica en su cerebro y la más acertada; no puede arruinar la vida de alguien más.
Se prometió que nunca más sería el responsable de la miseria de alguien.
— ¿Porque....?
— Porque no— suspira— esta chica merece mejores amigos que un recluso.
Lilo asiente, algo inseguro.
— Si es lo que quieres.
No. No es lo que quiere, pero definitivamente es lo mejor que puede hacer. Él ni siquiera quería estar en el programa de correspondencia de todas maneras.
Por suerte para Ángel, Lilo deja de molestarlo, así que él coge la fotografía y la carta para guardarla bajo su colchón con la esperanza de que nunca en la vida se le vayan a perder. Quizás algún día, cuando salga de prisión, pueda hablar con una chica tan linda como esa.
Quizás algún día la vea por la calle y le agradezca sus buenas intenciones. Incluso; quizás le acepte aquella invitación a charlar que con tanta amabilidad le ofreció, pero por mientras, tachará los números en ese divertido calendario hecho a mano.