Sam suspiró gustoso de la refrescante brisa chocando contra su rostro, acomodando con su mano libre el tirante de su mochila sobre su hombro, comenzó a caminar bajo el oscuro cielo estrellado.
Las calles estaban ruidosas y brillantes por los diferentes locales y clubes de los cuales estaban invadidas las calles.
Podía ser día de semana aún, pero eso no significa que algunas personas no les gustara disfrutar de la noche y los clubes.
Queriendo llegar pronto a su pequeño departamento para descansar, acortó camino adentrándose en un callejón oscuro y algo angosto.
Tal vez tuviera apariencia peligrosa y fuera peligroso en verdad, pero hasta el momento a él no le había ocurrido nada.
Lo cual era sorprendente siendo que la apariencia del joven chico fuera del escenario se volvía totalmente delicada y suave, totalmente diferente a la poderosa y sensual imagen en el club.
Y si a eso se le añadía la gran cantidad de dinero que guardaba dentro de su mochila, realmente sería un platillo fácil para los maleantes.
Observando a su alrededor, estuvo atento a lo que le rodeaba mientras aceleraba un poco el paso.
Algún día su suerte se acabaría y lograría que lo asaltaran en ese feo callejón, pero era la única forma de acortar un considerable trozo de camino hasta su pequeño departamento. Y tampoco era como si las calles que rodeaban su pequeño departamento estuvieran mejor.
Finalmente saliendo del callejón, soltó el aire que había retenido en sus pulmones inconscientemente. Ignorando aquellas miradas que recibía de un cierto grupo de hombres reunidos en la esquina, cruzó la calle y abrió la pequeña puerta del edificio, cerrándola rápidamente.
Estando a solas, suspiro con alivio al ya no sentir aquellas miradas.
Subió las escaleras de dos en dos hasta llegar al séptimo piso que era el suyo, sí, definitivamente le gustaban las alturas.
Abriendo la desgastada puerta se dentro colocando los dos seguros y la cadena a esta, por fin relajándose en la comodidad de su desgastado y extremadamente pequeño departamento sin paredes para dividir.
Este solo era una pequeña cocina en una esquina de la habitación la cual rara vez ocupaba, un sofá con una TV pequeña frente a este, una cama y un escritorio. Lo único que estaba aparte en otra pequeña sala era el baño.
Dirigiéndose a su cocina tomó la fuente más grande que poseía y dejó las rosas en el interior con un poco de agua.
Con sus propios pies se sacó sus zapatillas desgastadas y lanzó su mochila sobre la cama. Deseoso, se despojó rápidamente de su ropa y se adentró a su pequeño baño para tomar una exquisita ducha de agua tibia que relajó todos los músculos de su cuerpo.
Terminando, volvió a su pequeña sala solo con un bóxer puesto y una pequeña toalla descansaba sobre su cabeza mientras sus manos se movían sobre esta secando su cabello.
Si había algo que no toleraba, era el secador de pelo.
Abriendo su mochila, sacó el dinero y comenzó a contarlo nuevamente. Si lo juntaba con el otro dinero tendría entre unos dos o tres millones, lo cual aún no era suficiente para su fin pero al menos para ese mes sería suficiente.
Rápidamente sacó gran parte del dinero dejándolo a parte, y del restante lo dividió en una pequeña porción para sus necesidades básicas, el alquiler del departamento.
Suspirando, guardó su dinero entre su colchón, en la pequeña abertura que le había hecho. Apagado la luz se acostó bajo las cobijas.
Debió de haber dormido unas pocas horas cuando despertó por un estridente ruido en su puerta, perezosamente, se levantó restregando uno de sus ojos.
Frente a la puerta le sacó los seguros y contempló al propietario del departamento frente a él con una muy amigable y desagradable sonrisa mientras su mirada le recorría descaradamente todo su cuerpo.
—Pequeño Sam, ya es día de paga —ronroneó relamiendo sus labios.
—Ajá... Según yo mi paga es dentro de una semana más —pronunció cruzando los brazos sobre su pecho, marcando los suaves músculos de sus brazos.
El hombre casi calvo abrió de más sus ojos con sorpresa fingida.
—¿En serio? Oh, lo siento, que tonto soy —sonrió, uno de sus colmillos faltantes ahora era remplazado por uno con lo que al parecer era oro.
Sam apretó sus labios, sabía muy bien que no era así. El dueño del departamento nunca olvidaba las fechas de p**o, pero siempre buscaba una excusa para verlo.
—No importa, te pagaré ahora —el hombre medio calvo negó con la cabeza.
—No te preocupes Sam, vendré en una semana más —y sin dejar al pelirosa hablar, se fue.
—Claro, así tendrás otra excusa para venir a verme —susurró entre dientes, con un suspiro.
—¿Otra vez acosándote? —Sam observó hacia el frente, una puerta a su derecha.
—Ethan —dijo a modo de saludo—. Lo usual, pero como que después de un año uno se acostumbra —sonrió ladino.
—Bueno, sabes que puedo hablar con él si quieres —dijo amable—. Aunque lo entiendo en cierta forma —suspiró arreglando el saco de su traje, el cual se veía costoso.
Sam realmente no entendía qué hacía Ethan, un hombre joven y apuesto que al parecer si tenía mucho dinero, viviendo en un lugar como este.
—¿Entender qué? —preguntó alzando una ceja un poco confundido.
—Si fuera tu cobrador, yo también vendría constantemente con tal que me recibieras con esa maravillosa y exquisita vista —respondió guiñándole un ojo antes de irse con una sonrisa en su rostro.
Sam bajó sus brazos y observó su cuerpo casi desnudo. Cierto, él solo usaba bóxer cuando estaba en su casa ya que siempre llegaba solo a dormir.
Rascando su nuca se adentro al departamento, probablemente era un hábito que debería de cambiar y tal vez así, no sería acosado por su arrendatario.
Ya despierto, observo la hora en su viejo móvil con la pantalla rota. Tenía que irse si quería llegar a tiempo.
Como se había bañado anoche solo se colocó unos jeans desgastados con una sudadera unas tallas más grande y sus zapatillas.
Sacó una gran cantidad de dinero y lo guardó en un sobre para luego guardarlo en su mochila. Recordando las rosas, las tomó y salió del departamento, volviendo a bajar las escaleras de dos en dos.
Salió del viejo edificio ignorando aquella mirada del propietario sobre su cuerpo. No observó a su alrededor, solo tomó el primer taxi y le dio la dirección.
El conductor le miró algo extraño cuando Sam le pidió que se detuviera cerca del puente.
—¿Estás seguro? —preguntó observándolo por el retrovisor, recibiendo el dinero del pelirosa pastel.
—Gracias —respondió simplemente bajándose del taxi.
Caminó hasta la orilla del puente, el cual estaba protegido con barrotes de seguridad hasta su pecho. Se inclinó un poco hacia adelante y observo el agua turbia.
Dejó las rosas en el suelo, dejando una en su mano les arrancó los pétalos rojos, viendo como el viento se los llevaba hasta que tocaban el agua y así siguió hasta que once de doce rosas desaparecieron.
—Adiós —susurró dándole la espalda para volver a caminar, tenía que ir al hospital.
(* * * *)
Nail le sonrió a su precioso hombre antes de robarle un profundo beso, acariciando la perfecta espalda desnuda.
—¿Entonces no podrás ir conmigo a visitar a mis padres? —preguntó cuando terminó el beso.
—Lo siento amor, sabes que me gusta ir contigo a verlos pero tengo que arreglar un asunto en el club del Este —se lamentó besando el puchero de su pareja.
—Mis padres deseaban verte también, sabes que les caes muy bien, dicen que eres el estereotipo de yerno perfecto —comentó divertido.
Jinian pensó que había dicho algo mal al observar cómo el cuerpo de su paraje se tensaba.
—¿Qué sucede? —preguntó.
Nail leyó la preocupación en los preciosos ojos café de su pareja y se obligó a relajarse.
¿Qué dirían los padres de Jinian si se enteraban de su principal trabajo?
No, él ni siquiera quería pensar en ello.
—Lo siento amor, pensar que tendré que dejarte ir solo cuando había prometido ir contigo... —pronunció con un suspiro.
Jinian gimió enternecido y se lanzó sobre su pareja llenándole de besos.
—No lo dije para que te sintieras mal cariño, ellos y yo entendemos —besó por última vez los labios del contrario—. Me prepararé ahora para irme antes de que oscurezca.
—Espera —le detuvo de la muñeca, lanzándolo sobre su pecho otra vez. Jinian observó curioso como Nail buscaba a ciegas algo entre su ropa en el suelo—. Para ti.
Observando sospechoso aquellos encantadores hoyuelos en el perfecto rostro de su pareja, abrió lentamente la delgada y mediana caja.
Chilló emocionado cuando aquel collar que tanto quería estaba frente a sus ojos.
Maravillado, tocó con cariño el grabado con sus iniciales y las de su pareja.
—Gracias, gracias, gracias —exclamó antes de besar nuevamente a su pareja.
Momentos después, ambos estaban ya vestidos, besándose suavemente.
Nail realmente no quería que su pareja se fuera aunque sea solo por unos pocos días.
—Nail, ya me tengo que ir, cariño —le recordó con una sonrisa amorosa entre los brazos de su pareja—. Tienes que ir donde Sam y darle las fuentes con comida, tam-...
—También tengo que asegurarme de que se la coma en mi presencia y los días que no estés tengo que sacarlo a comer o comprarle la comida, lo sé amor —sonrió ladino.
Ambos cuidaban muy bien de Sammy cuando se trataba de su alimentación, ninguno de los dos quería que volviera a pasar aquel aterrador accidente de aquella vez.
—Bien, adiós —besándolo por última vez, Jinian se subió al auto y se fue bajo los atentos ojos de Nail.
Cuando finalmente su pareja desapareció de su campo de visión, Nail entró en su casa y tomando su celular le envió un mensaje a Sam. Luego realizó la llamada a aquella persona.
—Wang, solo será por esta vez y será mañana —anunció con un tono frío y sin emociones.
—Gracias Nail, realmente necesito cerrar este negocio y tu club principal me ayudará —sonrió—. Me hablaron muy bien de esto junto a su atracción principal.
—El baile en barra también lo puedes encontrar en el club del Este —le recordó arqueando una ceja.
—Tal vez, pero solo en el Moon está ese joven que es una sensualidad andante, ese Sammy es pecado en vida —exclamó con un tono perverso y excitado que molestó al rubio.
Nail en verdad veía a Sam como un hermano pequeño y se preocupaba por él al igual que su pareja. Y obviamente no quería que un traficante de armas en potencia hablara así de él.
—En el club Moon no se toca al personal —advirtió con voz dura.
—No te preocupes, el show será algo secundario, lo importante para los dos es cerrar los términos y el trato —prometió.
—¿Con quién vas a hacer el trato? —preguntó tomando las bolsas con la comida que preparó su pareja.
—¿Por qué? ¿Quieres jugarme chueco y robarme mi potencial cliente? —preguntó el contrario algo precavido antes de soltar una risotada.
—Imbécil. —susurró subiéndose a su auto.
—Está bien, lo haré con Smith —respondió.
—¿Estás loco? —preguntó con incredulidad—. Smth es el que tiene en su poder todo Daegu y parte de Seúl también. Él maneja las ventas de droga e información mejor que nadie.
—Por eso precisamente lo hago, si prueba mis armas y le gustan, los demás van a querer también porque la información de Smith siempre es respetada y recibida en todas partes —pronunció orgulloso de su plan.
—Tu codicia algún día será tu punto débil —anunció saliendo de su casa, subiéndose a su automóvil.
—No hablemos de puntos débiles, sabes quien las tiene de perder aquí —se quejó y Nail sabía que hacía referencia a su pareja.
—La diferencia es que yo no trato de intervenir en los planes de los demás o expandir mi negocio, con los clubes y la pequeña venta de drogas en ciertos sectores que tengo estoy bien —se burló comenzando a conducir por las calles.
—... ¿Sabes? Solo ten todo listo para mañana —gruñó Wang cortando la llamada, logrando que el rubio soltara una gran carcajada.
Negando con su cabeza, dejó su móvil al lado de la comida en el asiento de copiloto.
La sonrisa en su rostro se borró al pensar en que Min estaría en su club, eso podría ser tan ventajoso como riesgoso.
Si Smith hacía un comentario del club de Jinian, tal vez pronto tendría personas poderosas visitándolo y por más que lo odiara, no iba a poder negarles siempre la entrada si no quería tener problemas.
Estacionando el auto, se bajó con las bolsas en sus manos y le colocó alarma.
Entrando al feo edificio le dejó algo de dinero al encargado y dejó su auto a cargo. Tenía que tomar ciertas precauciones en este lugar después de todo.
Frente al ascensor, esperó a que las puertas se abrieran y subió.