Apenas habían pasado unos días desde que Andrew se fue, y Bridget se sentía atrapada en una pesadilla interminable. La casa, la misma que él le había dejado como una fría compensación, se había convertido en una prisión para ella. Cada rincón estaba impregnado de recuerdos de su vida con él, de las pocas y frías interacciones que habían compartido, y de su propia ingenuidad al enamorarse de alguien que nunca la había visto como algo más que una herramienta.
Bridget apenas encontraba fuerzas para levantarse de la cama. Las horas transcurrían en una bruma de tristeza y desesperanza. A duras penas lograba comer algo; la comida ya no tenía sabor, y la vida parecía haber perdido todo su sentido. Su cama, donde había pasado noches soñando con un amor que nunca llegó, se había convertido en su refugio y su trampa.
Aunque sabía que dejarse derrumbar de esa manera era lo peor que podía hacer, no encontraba como salir de la tumba que ella misma había estado cavando.
Ya no se sentía ella misma. La alegría con la que solía despertar y el ánimo habían desaparecido. Era como si una bestia se la hubiera tragado y dejado hueca, sin nada que pudiera hacerla sentir un poco mejor.
Aquella tarde, mientras el sol se escondía tras las cortinas cerradas de su habitación, Bridget escuchó el sonido de la puerta principal abriéndose. No tenía energía para preocuparse por quién podría ser; no le importaba. Solo quería que la dejaran sola, que el mundo la olvidara tanto como Andrew lo había hecho.
—¡Bridget! —La voz familiar de Emily, su mejor amiga desde la infancia, resonó en la casa.
Bridget cerró los ojos, deseando que Emily se fuera, que la dejara hundirse en su dolor. Pero Emily nunca había sido del tipo que se alejaba cuando alguien la necesitaba, incluso si esa persona no lo admitía.
—¡Bridget! —llamó Emily de nuevo, subiendo rápidamente las escaleras—. ¡Sé que estás aquí! ¡Y no pienso irme hasta que hables conmigo!
Bridget permaneció en silencio, con la esperanza de que Emily desistiera, pero los pasos de su amiga ya estaban en el pasillo. La puerta de la habitación se abrió de golpe, y Emily la encontró en la cama, acurrucada bajo las mantas, con la mirada vacía, fijada en la pared.
—Oh, Bridget… —murmuró Emily, su voz suavizándose al ver el estado de su amiga.
Emily cruzó la habitación en pocos pasos y se sentó en el borde de la cama. Bridget evitó mirarla, sintiéndose demasiado avergonzada para enfrentarla.
—¿Cómo entraste?—cuestiono la rubia en un tono de voz casi inaudible, dándole la espalda a su amiga.
—Forcé la puerta.—respondió Emily con tranquilidad.—Llevas días ignorando mis mensajes y mis llamadas. No sé lo que ha pasado, pero no puedes seguir así —dijo Emily con firmeza.— No eres una mujer que se rinde y que se deja consumir por el dolor. Así que será mejor que te levantes.
Bridget no respondió. Simplemente quería seguir en la oscuridad, donde no tendría que enfrentar la realidad.
En su interior se burló de las palabras de su amiga. Siempre había sido una cobarde sentimental que no sabía cómo lidiar con el rechazo. Aunque era buena para hacerse la desentendida, eso no cambiaba las heridas que recibía cada vez que Andrew le daba el hombre frio.
Está vez, era aún peor.
Bridget soltó un suspiro mientras se envolvía más en las sábanas.
Emily al ver esto, frunció el ceño, preguntándose que había hecho está vez Andrew, que había dejado tan mal a su amiga. Aún así, no era de las que se rendían fácilmente. Había venido a este lugar a investigar porque su amiga no le respondía y no se marcharía sin una respuesta. Sin una palabra más, tomó la manta y la apartó de un tirón, dejando a Bridget expuesta al aire frío de la habitación.
—¡Emily! —protestó Bridget débilmente, intentando cubrirse de nuevo.
—No, no más —dijo Emily, negando con la cabeza—. Bridget, me importa un carajo lo que haya pasado, pero esto… esto no esta bien. No dejaré que te quedes ahí, hundida en tu propia miseria
Bridget cerró los ojos, sintiendo las lágrimas arder detrás de sus párpados. No quería que Emily la viera así, pero era inútil. Su amiga siempre había tenido una forma de ver a través de sus defensas.
—No sé cómo seguir —admitió Bridget en un susurro—. No sé cómo seguir adelante después de esto.
Emily suavizó su tono, pero mantuvo su firmeza.
—No tienes que saberlo todo ahora mismo. Solo tienes que dar un paso, Bridget. Solo uno. Y el primer paso es levantarte de esta cama y tomar una ducha. Vamos.
Bridget vaciló, pero la mano extendida de Emily era una oferta que no podía rechazar, al menos no sin decepcionarla. Con un esfuerzo monumental, tomó la mano de su amiga y se obligó a salir de la cama. Sus piernas temblaban, pero Emily la sostuvo con fuerza.
—Así está mejor —dijo Emily, llevándola al baño—. No te preocupes por nada más ahora. Solo concéntrate en estar limpia y sentirte un poco mejor. El resto lo manejaremos después.
Bridget asintió lentamente, dejándose llevar por la determinación de su amiga. Emily la ayudó a desvestirse, con una suavidad que le recordó cuánto la cuidaba. Mientras el agua caliente corría por su cuerpo, Bridget sintió como si el peso del evento pasado comenzara a lavarse, aunque solo fuera un poco.
Después de lo que pareció una eternidad, salió de la ducha, encontrando a Emily esperándola con una toalla y una sonrisa que le daba un poco de calor a su corazón helado.
—Ahí está mi chica —dijo Emily, ayudándola a secarse y luego a vestirse con ropa cómoda pero presentable.
Bridget la miró, sintiéndose agradecida de que Emily no la presionara para hablar sobre lo sucedido. Necesitaba a alguien que no la cuestionara, alguien que simplemente la acompañara.
—Gracias, Emily —dijo Bridget con la voz entrecortada, mirando a su amiga—. No sé qué haría sin ti.
—No tienes que agradecerme nada, Bridget —respondió Emily con una sonrisa tierna—. Para eso están las amigas. Y ahora, vamos a hacer algo para distraernos, ¿de acuerdo?
Bridget parpadeó, sorprendida por la propuesta.
—¿Distraernos?
Emily asintió con entusiasmo.
—Sí, necesito sacarte de esta casa, aunque sea por unas horas. Vamos a salir esta noche, a divertirnos un poco.—Emily sonrió para que su amiga se motivara.—No estoy diciendo que el dolor desaparecerá mágicamente, pero créeme, un cambio de ambiente te hará bien.
Bridget vaciló, sintiendo que aún no tenía la energía para enfrentarse al mundo exterior, pero Emily le tomó las manos y le dio un apretón alentador.
—Por favor, Bridget. No te pido que lo olvides, solo que intentes. Hazlo no por mí, si no por ti misma.
Bridget la miró a los ojos, viendo la sinceridad y la preocupación que su amiga le profesaba, sintiendo que debía hacer un esfuerzo por mejorar, o al menos fingir que lo estaba consiguiendo.
—De acuerdo —dijo finalmente, esforzándose por sonreír—. Vamos a intentarlo.
Emily soltó un suspiro de alivio y asintió, poniéndose de pie.
—Eso es lo que quería escuchar. Vamos, cambiemos está ropa por algo lindo y cómodo. Vamos a mostrarle al mundo que Bridget Harrison aun no se ha dado por vencida.
Bridget dejó que la energía positiva de Emily la envolviera, y aunque su corazón seguía cargado de dolor, una pequeña chispa de calma empezó a asentarse en su pecho. Se levantó, decidida a no decepcionar a la única persona que creía en ella en ese momento. Emily la ayudó a elegir un conjunto sencillo pero elegante, algo que no le exigiera mucho esfuerzo, pero que la hiciera sentir bien consigo misma.
—Perfecta —dijo Emily, aprobando su elección—. Esta noche será sobre nosotras, Bridget. Nada de pensar en el pasado, nada de preocupaciones. Solo tú, yo y un poco de diversión. Eres una mujer joven y hermosa, no puedes echarte a perder en tus mejores años.
Bridget respiró hondo, sintiendo que, por primera vez en días, algo en su interior se aflojaba. Tal vez no estaba completamente lista para dejar ir el dolor, pero esa noche, con Emily a su lado, sentía que podía empezar a sanar.
**
Bridget quien iba sentada en el asiento de copiloto, escuchó a su amiga parlotear en silencio. De vez en cuando, dejaba salir alguna palabra de confirmación o desacuerdo, tratando de seguir el hilo de conversación de Emily.
Para la rubia, estaba resultando más fácil de lo que pensó. Y todo eso se debía a su amiga.
Cuando llegaron al establecimiento, Emily se estacionó y ayudó a Bridget a bajarse del auto. No quería apartarse del lado de su amiga, y está, a su vez se lo agradecía.
El lugar al que fueron, era un club nocturno. Emily, la guió, en busca de una sala privada. Mientras Bridget iba caminando agarrada del brazo de su amiga, las luces y la música la desorientaron, haciéndola sentir un poco incómoda.
La mujer apretó con fuerza, tratando de tranquilizarse. Tenía muchos años que no entraba a un lugar con este, hecho que le hizo darse cuenta lo mucho que su vida se había centrado en su esposo únicamente.
Finalmente ambas llegaron a una sala aparentemente desocupada. Emily cerró la puerta cuando entró, aislando de esa forma la música estruendosa que se escuchaba por todos lados.
—Ya estamos aquí. Ahora es momento de divertirnos. Yo me encargaré de buscar las bebidas.—dijo Emily con una sonrisa, mientras observaba como su amiga tomaba asiento.— Hoy es una noche para tomar malas decisiones y ser libre, así que no te cohíbas, Brid.
La susodicha miró a su amiga con una mueca. No quería tomar malas decisiones, ni ser libre. Lo único que quería era estar en su cama.
—Esta bien.
—Espérame aquí, ya vengo.
Bridget vio como su amiga salía por la puerta de cristal, dándole una mirada preocupada antes de salir. Cuando estuvo completamente sola, Bridget miró a su alrededor, sintiéndose pequeña y fuera de lugar.
¿Había tomado una buena decisión?
Se mordió el labio inferior, tratando de controlar su nerviosismo y su pesimismo. No quería dudar. Su amiga había ido a buscarla con buena intención, no podía decepcionarla. La mujer se quedó ensimismada luchando contra sus propios pensamientos cuando escuchó como la puerta se abría.
Está miró hacia la dirección de la puerta pensando que era su amiga, sin embargo, se sorprendió al ver al hombre que había ingresado.
Está pestañó con asombro, aún sin asimilar la presencia de la persona que había entrado a la sala del club. Su rostro, iluminado por las distintas luces le resultaba conocido, sin embargo no sabía descifrar o no podía recordar en dónde lo había visto antes.
—No sabía que estaba ocupada…—la voz ronca del hombre se alzó por el poco sonido que entraba por la puerta, provocándole un estremecimiento a la chica.
Bridget no supo cómo responder. Sus ojos no se podían apartar de la cara del extraño ya que su mente no dejaba de preguntarse porque se le hacía tan familiar.
Justo cuando se disponía a abrir la boca, la puerta se volvió a abrir nuevamente. Está vez si era su amiga.
—¿Me perdí de algo?— Emily quien sostenía dos copas de cristal, observó al hombre y luego a su amiga con la ceja arqueada.
—No, ya me iba. Disculpa nuevamente.—hablo sin dejar de mirar a Bridget.—No sabía que esta sala estaba ocupada. Que disfruten la noche.
Ambas mujeres observaron al hombre irse, sin saber cómo reaccionar. La mas sorprendida era Emily, ya que el hombre era muy aparente y en ningún momento apartó la mirada de Bridget.