Después de que los niños abrieran sus regalos y corrieran por todos lados, la sobrina mayor de Enzo, Emma, se acurrucó en mis brazos, ya casi dormida. La hija más pequeña de Sarah, que apenas tiene un año, ya estaba dormida, y Sarah estaba por llevar a su otra hija a la cama cuando me ofrecí a hacerlo por ella. —No te preocupes, yo la llevo. Aprovecha para pasar tiempo con tu familia, casi no los ves—, le dije con una sonrisa. Sarah me miró agradecida y respondió: —Está bien, muchas gracias. Así vas practicando un poco. Probablemente tenía razón. En no mucho tiempo, yo también estaría con las manos llenas, ocupada con dos bebés pequeños. Cargué a la niña de cinco años y la llevé al cuarto de invitados. Sarah y sus hijos se quedarían en nuestra casa esa noche, mientras que los padres