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Se miró en silencio por largo rato y luego oyó decir a su madre en tono de burla: —¿Te das cuenta ahora de lo que quiero decir? Virginia se cubrió los ojos con los dedos regordetes. —Yo… yo entiendo— asintió y su voz se quebró—. Me veo… horrible. Los doctores… me prometen que… adelgazaré. Y yo… me siento tan… enferma. —¡Promesas! ¡Promesas!— exclamó la señora Clay—. Todos han dicho que te iban a adelgazar, que harían que te sintieras mejor. ¿Te das cuenta de los miles de dólares que he gastado en los últimos cinco años? Todos dicen que es cuestión de tiempo, pero yo no veo resultados. ¡Se espera que cuando te cases, adelgazarás! ¿Quién sabe? ¡Podría ocurrir un milagro! Virginia se volvió a mirar a su madre. —Tal vez cuando me vea, se niegue a casarse conmigo— dijo y había una nota de