1. Tenemos que hablar
*Narra Lila*
── Odio ir a la casa de esa mujer.
── es tu madre, cielo.
── dejó de ser mi madre cuando te engañó con otro.
── lo siento, pero sabes que los fines de semana te toca con ella, así lo dictó el juez y seguirá siendo así hasta que seas mayor de edad.
── tengo que seguir aguantándola un año más.
Suspiró.
── te he dicho que olvides lo que pasó, Lila, cometió un error, nos separamos y listo.
── no puedo olvidarlo porque destruyó nuestra familia.
── eres muy cabezota.
Aparcó en la acera.
── no me dejes aquí -le supliqué.-
── no me das pena con esa cara, y baja ya del coche que se me hace tarde.
── ¡puaj!
Cogí mi mochila.
── si me necesitas me llamas.
── vale. Nos vemos el lunes, papá.
── hasta el lunes, reina.
Bajé del coche y cerré la puerta.
── espera.
Lo miré por la ventanilla. De su billetera sacó un billete y me lo extendió.
── por si necesitas comprarte algo.
── gracias papá.
Se alejó.
Me acerqué a la puerta, antes de tocar suspiré.
── allá vamos.
No tardó en abrir.
── hola cielo.
── ¿cuántas veces tengo que decirte que no me llames así?
Pasé y fuí directa hacia las escaleras.
── ¿por qué siempre que llegas te vas a tu habitación?
── porque no me apetece hablar contigo, Mónica.
── soy tu madre, Lila -me giré a verla.-
── dejaste de ser mi madre cuando engañaste a papá.
Subí corriendo las escaleras, entré a mi habitación y cerré la puerta con fuerza.
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A la hora de comer, bajé.
── la comida está lista.
── comeré con Madison.
── pero -la interrumpí.-
── chao.
Cogí el bus hasta el centro comercial.
Cuando llegué le hablé a Madison diciéndole que estaba aquí.
No tardó en llegar.
── ¿hoy vendrás a la fiesta? -me preguntó.-
── por supuesto.
Madison es mi mejor amiga desde que éramos pequeñas. Somos como hermanas. Y es una loca adicta con todo lo que tiene que ver con lo coreano, ya me tiene loca con ese tema.
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Estuvimos en el centro comercial hasta la tarde.
Yo me vine a casa para arreglarme.
En la noche, cogí el bolso, dinero y el móvil.
Bajé, antes de abrir, Mónica me detuvo.
── ¿a dónde vas?
── a una fiesta con Madison, su madre me traerá.
── ¿llevas el móvil encendido?
── sí, chao.
Salí, antes de cerrar la puerta ella cogió el pomo y la abrió, saludó a la madre de Madison con la mano, esta le devolvió el saludo.
Me acerqué al coche y entré.
── hola señora Estela.
── hola cariño.
Empezó a conducir.
Nos dejó donde era la fiesta.
── Madison, me llamas para que venga a buscarlas.
── sí mamá.
── se cuidan chicas.
── sí señora Estela.
En cuanto se alejó entramos a la fiesta. Fuimos a la barra y pedimos unos tragos.
── voy a hablar con ese chico que no deja de mirarme, tú deberías de hacer lo mismo, ve a hablar con alguien.
── ¿ves a algún coreano en alguna parte? porque si no es así, no me moveré de aquí -me reí.-
── de acuerdo, entonces espérame aquí.
Me acerqué al chico. Estuvimos un rato hablando, y luego nos besamos. Después de eso volví junto a Madison.
── ¿por qué siempre te besas con ellos y ya?
── es mejor que tener un novio, no te andan celando cada dos por tres, aunque ya me estoy cansando de esto, mejor vamos a bailar.
La cogí de la mano y fuimos hasta el medio.
Estuvimos hasta la madrugada bebiendo y bailando. Cuando empecé a sentirme mareada le pedí a Madison que llamase a su madre.
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Una vez en casa, subí directa a mi habitación, escuchaba a Mónica diciendo cosas detrás de mí, pero no le presté atención y cerré la puerta con seguro.
Estuve todo el día del domingo durmiendo sin salir de la habitación.
Mónica me tocó la puerta varias veces, pero no le respondí.
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El lunes en la mañana me arreglé, cogí la mochila y bajé.
Antes de llegar a la puerta me detuve porque Mónica habló.
── tenemos que hablar.
Me giré a verla.
── ¿ahora qué quieres? -se quedó mirándome unos segundos, suspiró y empezó a hablar.-
── quiero que conozcas a alguien.
── no me digas, a tu novio seguramente.
── pues sí.
── ¿estás hablando en serio? no te valió con engañar a mi padre, sino que ahora quieres presentarme a tu novio.
── la persona que te voy a presentar no fué con la que engañé a Julio.
── o sea, otra persona, ¿con cuántos te has acostado ya? -me dió una bofetada. Me llevé la mano a la cara y la miré.-
── te la has buscado por hablarme así.
── no puedes ni imaginarte cuanto te odio Mónica.
Salí y cerré la puerta con fuerza.
── maldita sea.
Caminé hasta la parada de autobús.
Nada más llegar al instituto me acerqué a mi taquilla a dejar la mochila y a coger unos libros.
── hola reina -escuché decir a Madison.-
── hola -no la miré.-
── andas de malas, ¿qué pasó?
── Mónica quiere presentarme a su novio.
── imagino lo mucho que te molesta.
── resulta que no es con el que engañó a mi padre, y cómo le pregunté con cuántos se ha acostado me abofeteó.
── a ver tu cara -me tomó de la barbilla.- estás un poco roja de este lado, vamos al baño, con un poco de agua fría pasará.
Fuimos al baño, mojé mi cara y me miré al espejo.
── ¿es que por quien me ha tomado? ¿cómo pretende querer presentarme a su novio? es que es de locos.
── ya, cálmate.
── es que la odio.
── ¡ya Lila! -mojó su mano y la sacudió encima de mí. Nos miramos unos segundos y luego sonreímos.-
Madison tenía un corto de pelo estilo coreano, la piel muy blanca cómo si nunca tomara sol y siempre se maquillaba cómo una muñequita. Se veía preciosa y tierna. Muchas de las personas se la quedaban viendo por su estilo.
Yo, en cambio, tenía mi pelo largo y casi rubio, la piel bronceada y siempre me maquillaba con lo mínimo.
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A la salida de clases, papá vino a recogerme. Nada más cerrar la puerta del coche lo abracé.
── papi.
── ¿qué pasa Lila? ¿qué tienes?
── Mónica quiere presentarme a su novio.
Suspiró.
── ya sabías que esto podía pasar en cualquier momento.
── pero no me hacía a la idea, después de lo que ha hecho quiere presentarme a su novio como si nada.
Se separó y limpió mis mejillas.
── escucha cariño, estas son cosas que pasan, tarde o temprano ella iba a rehacer su vida.
── pues que ni piense que me voy a llevar bien con su novio.
── Lila -lo interrumpí.-
── no.
── de acuerdo.