Miel

1384 Palabras

Sus ojos oscurecieron, su mandíbula quedó tensa, y sus labios los apretó con tanta fuerza que casi podía escuchar el chirrido de sus dientes. —Si eso es todo, buenas noches —dije sonriendo levemente, antes de cerrar la puerta frente a sus ojos. —¿Por Dios, cómo se atreve a venir a importunarme cuando estaba a punto de dormir? —dije para mí, mientras desataba mi bata para acostarme a dormir. Me senté al borde de la cama. Se sentía un tanto extraño tener que pensar que solo estaba en esta casa para que se me encontrara un marido, como si yo no tuviera la capacidad de tomar decisiones. —Lo mejor será dormir —me dije a mí misma, acostándome en mi cama para luego abrigarme, empezando a dejar caer mis párpados pesados hasta que todo oscureció. ... —Buen día, señorita —me dice el mayordomo

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