Mi nueva manada

1340 Palabras
La expresión en el rostro de Ulric era de confusión y cautela, no entendía por qué Adrien había insistido tanto en verlo tan pronto. Después de todo, los asuntos sobre la posible unión de manadas ya habían sido discutidos en otras ocasiones. Todo estaba en orden... o al menos eso pensaba. Cuando Adrien se detuvo frente a Jackson Bell, su mirada cargada de desprecio dejó claro que no había venido solo a hablar de política o alianzas. Jackson, con una expresión desafiante pero con un rastro de nerviosismo en sus ojos, intentaba mantener su postura firme, pero el Alfa de EmberWood irradiaba una presencia imponente. —¿Qué significa esto, Adrien? —preguntó Ulric, con el ceño fruncido y los brazos cruzados sobre el pecho, intentando mantener la calma ante la tensión evidente. Adrien se volvió hacia él, los ojos oscuros e inquebrantables. —Ulric, esto no tiene nada que ver con las uniones de manadas. Esto va mucho más allá —dijo con firmeza—. Encontré a una Omega de tu manada desangrándose en el bosque. Sola. Abandonada por su Alfa. Ulric parpadeó, visiblemente sorprendido, pero su expresión intentó mantener la neutralidad. —¿A qué te refieres? ¿Quién es esa Omega y por qué estás trayendo esto aquí? —preguntó, intentando minimizar la situación. Adrien señaló a Jackson, cuya actitud se volvió aún más rígida. El aire se tornó denso, y todos los presentes sabían que lo que estaba por suceder sería crucial. —Estoy hablando de tu protegido, Jackson Bell —dijo Adrien, sin rodeos—. A quien encontré después de haber dejado a su Omega, Hana, a morir en medio del bosque. Desangrada por sus garras. Los ojos de Ulric se abrieron ligeramente, pero rápidamente intentó recomponerse. Sabía que la acusación era grave, pero Jackson había sido intocable hasta ahora, gracias a la influencia de su padre, un hombre poderoso y viejo amigo suyo. Había permitido que Jackson escapara de consecuencias graves durante demasiado tiempo, y la corrupción en Darkwood había asegurado que nadie hablara. No obstante, enfrentarse a un Alfa como Adrien DuPont era una historia completamente distinta. —Eso suena... grave —respondió Ulric, intentando restarle importancia a la acusación—. Pero, Adrien, deberíamos investigar antes de hacer suposiciones. Jackson es hijo de un viejo amigo, y estoy seguro de que debe haber una explicación... Adrien cortó sus palabras con un gesto brusco de su mano. No había espacio para excusas. —No hay nada que investigar —dijo, su tono helado y controlado—. Yo mismo vi a Hana. Está bajo el cuidado de mis médicos ahora. Fue maltratada de una manera cruel e inhumana, y no voy a permitir que este acto quede impune. Jackson, ahora más pálido de lo que había estado, intentó interrumpir. —¡Es mentira! —espetó, con los ojos brillantes de ira—. Hana es mía, y lo que pasa entre nosotros no es asunto de otros Alfas. Adrien se volvió hacia Jackson, sus ojos resplandeciendo con una furia contenida. —Hana no es un objeto, Jackson. Es una persona, un Omega de tu manada. Tu deber era protegerla, no destruirla —la voz de Adrien resonaba con autoridad y poder—. Y ahora, vas a responder por tus acciones. Ulric respiró hondo, sabiendo que si permitía que Jackson fuera castigado, las repercusiones con su padre serían graves. Había aceptado demasiados favores, demasiados sobornos para mantenerlo fuera de problemas. Pero también era consciente de que enfrentarse a Adrien y tratar de cubrir esto sería mucho más peligroso. Adrien era conocido por no tolerar la injusticia, y tenía conexiones poderosas con el Alto Mando. —Adrien... —intentó Ulric, con voz conciliadora—. Entiendo que la situación es seria, pero podríamos manejar esto internamente. Jackson tiene un buen historial, y su padre es un hombre honorable... —No me interesan los favores ni las conexiones de su padre —Adrien lo interrumpió, su tono afilado como una espada—. Lo que me interesa es la vida de esa Omega y la justicia. Si no haces nada, llevaré esto directamente al Alto Mando. Las cosas cambiarán, y no será a tu favor. Ulric tragó saliva. Sabía que estaba entre la espada y la pared. Si Adrien llevaba la situación al Alto Mando, sería mucho peor para Jackson, para él mismo, y para toda la estructura de poder que había permitido que Jackson actuara sin consecuencias. Apretó los puños, tensando la mandíbula. —¿Qué propones entonces? —preguntó, renuente, pero sabiendo que no tenía otra opción. Adrien mantuvo su mirada fija en él, sin ceder ni un milímetro. —Deja que Hana venga a EmberWood. Estará bajo mi protección y mi manada se asegurará de que se recupere, tanto física como emocionalmente. No se la devolveré a un Alfa que la ha traicionado de esta manera. Ulric lo pensó por un momento. Sabía que, aunque no lo dijera directamente, Adrien estaba ofreciendo una salida. Si aceptaba, Jackson quedaría libre de una acusación formal ante el Alto Mando. El precio era perder a su Omega, pero tal vez, con Hana fuera del camino, la situación no escalara más. Finalmente, suspiró y asintió con rigidez. —Está bien. Hana irá contigo a EmberWood —aceptó, su voz llena de resignación—. Pero quiero que se sepa que esto no es una admisión de culpa. Sólo quiero evitar más conflictos innecesarios. Adrien no necesitaba escuchar más. Sabía que, aunque Ulric intentara salvar la cara, la victoria era suya. Se volvió hacia Jackson, su mirada llena de desprecio. . . . Hana abrió lentamente los ojos, sintiendo un peso denso en su cuerpo. Al principio, todo a su alrededor era borroso, como si estuviera atrapada entre el sueño y la realidad. Unos segundos más tarde, la claridad volvió a su vista y se dio cuenta de que no reconocía el lugar donde estaba. Las paredes de piedra gris, el aroma suave a madera y el aire cálido del fuego que ardía en una chimenea cercana no pertenecían a su hogar. Por un momento, pensó que estaba muerta. Quizás ese dolor lacerante en su costado y las sombras oscuras que la rodeaban eran el fin. Soltó un pequeño gemido al intentar moverse, pero una oleada de dolor recorrió su cuerpo, recordándole las heridas que aún no sanaban por completo. Los lobos, aunque conocidos por su capacidad de regenerar heridas en corto tiempo, a veces necesitaban algo más que tiempo cuando el daño era demasiado profundo, tanto en el cuerpo como en el alma. Hana intentó levantarse, pero su cuerpo protestó. Fue entonces cuando la puerta de la habitación se abrió suavemente, dejando entrar a una figura femenina. La persona que entró tenía una sonrisa amable y cálida que de inmediato le transmitió tranquilidad. Era otra Omega, más alta y fuerte que Hana, pero con una dulzura en sus ojos que contrastaba con el sufrimiento al que Hana estaba acostumbrada. —Hola, veo que ya te has despertado —dijo la mujer con voz suave mientras se acercaba a la cama—. Soy Jade. Hana la observó con cautela, sus recuerdos nublados por el dolor. No entendía por qué había una extraña en su habitación, ni siquiera sabía dónde estaba. —¿Dónde... dónde estoy? —preguntó Hana, su voz apenas un susurro. Jade se sentó en una silla junto a la cama y tomó la mano de Hana con cuidado, como si temiera causarle más dolor. —Estás en EmberWood —respondió con una sonrisa reconfortante—. Yo seré tu Omega cría, lo que significa que me encargaré de ti. Soy mayor que tú, y es mi deber cuidar de las Omegas más jóvenes. Hana abrió los ojos sorprendida al escuchar aquellas palabras. ¿EmberWood? El nombre resonó en su mente, recordándole las historias que había escuchado sobre esa poderosa manada. Los DuPont, conocidos como gobernantes justos pero también temidos. La confusión se apoderó de ella, preguntándose cómo había llegado hasta allí.
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