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Descripción

Una escritora en pleno bloqueo creativo no es capaz de escribir ni una sola palabra desde hace varias semanas. Lo intenta todo, pero nada le funciona, sin embargo, su compañero de piso tiene una ligera de idea de cómo ayudarla...

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Capítulo 1
Soy una fracasada. Una auténtica fracasada. Con todas las letras. En todos los idiomas del mundo. Y como siguiera así, mi situación no tendría remedio posible. Aún podía evitar la catástrofe absoluta si le ponía empeño, al menos en eso quería pensar cuando tenía mis ataques de positivismo. O si mi cerebro al fin se decidía a funcionar con normalidad y como siempre lo había hecho. Con lo que yo había sido en mis buenos tiempos... Una vez tuve todo un hilo argumental totalmente montado para una saga de cinco libros al despertar después de un sueño. Otra vez, solo con un ligero detalle que había leído sobre un arma histórica sobre la que había varias leyendas, creé todo un libro a su alrededor, el cual no era por presumir, pero había tenido un éxito nada despreciable entre el público juvenil. La mayoría de las veces, solo me hacía falta música para imaginar escenas interesantes y de lucha, que solían ser sobre las que pivotaban y se sustentaban el resto de mis tramas. Sin embargo, lo que me estaba pasando ahora era un auténtico martirio.  Llevaba sin poder escribir desde hacía varias semanas. Esto era una mierda. Abría el documento y me ponía a leer lo último que había escrito para refrescar mi memoria. Sin embargo, en cuanto llegaba el momento de empezar a escribir, todas las ganas se iban. Volaban como si fuera un pájaro en completa libertad. Qué poético. Pero eso no me ayudaba lo más mínimo a solventar mi problema. Así nunca podría terminar el nuevo libro, y la fecha límite se acercaba rápidamente. Me iba a llevar otra bronca de mi editor, y con toda la razón del mundo, pero es que no podía evitarlo. Me levanté, fui al salón y apoyé mi cabeza en la pared donde me di un suave golpe. Una cosa era tener un bloqueo y, otra muy diferente, no poder escribir ni una maldita palabra. Se suponía que me estaba ganando la vida con mis libros, no podía seguir mucho tiempo más así. Volví a entrar en mi despacho, dejándome caer con toda la fuerza de mis 58kg sobre mi silla, la cual dio un par de vueltas debido al ímpetu.  Había hecho todo lo que se me había ocurrido. Autoimponerme objetivos a corto, medio y largo plazo, para ver si cumplía alguno. Cosa inútil, ahora lo sabía. Había leído multitud de libros de autoayuda para aclarar mi mente, pensando que tal vez tenía uno de esos problemas subyacentes que salían a relucir en los peores momentos solo para joderte la vida. Me había comprado unos de esos cascos insonorizados para que el ruido ambiente casi inexistente en mi casa no me distrajera. Había visto y leído diversos blogs y videoblogs donde escritores explicaban los bloqueos por los que habían pasado y cómo los habían superado, aunque claro, esas cosas eran tan sumamente personales que no esperaba que conmigo pudiera llegar realmente a servir. Sin embargo, hubo uno de una autora asiática que sí me pareció interesante. Su plan de autorescate para esta clase de casos era leer. Leer sobre mitología, religiones, filosofías, culturas varias... Si no podía continuar con el libro en el que estaba trabajando, simplemente le daba a su mente otras cosas en las que pensar, de las cuales incluso podían salir nuevas historias.  Esa me había parecido la mejor idea del mundo, y me había lanzado a ella con muchísimo entusiasmo. Me había recorrido todas las grandes librerías que había en toda la ciudad, y después había continuado con todas las pequeñas que tenían una reseña en internet. Me había pasado horas viendo y seleccionando libros, súper contenta al volver a mi piso con una montaña de nuevos libros. Pero esa autora asiática no avisó sobre algo en lo que debería haber caído yo solita, y es que para poder desviar tu bloqueo mediante la lectura de libros, tenías que tener ganas de leer. Lo había intentando infinidad de veces, con libros diferentes, para así no tener excusas, y no había pasado más allá del primer párrafo. De ninguno de la treintena que había adquirido recientemente. Ni siquiera temáticas que me habían interesado durante toda mi vida y que siempre me habían resultado muy atrayentes habían conseguido que saliera de esta inapetencia intelectual en la que estaba inmersa. No entendía qué me pasaba, pero parecía que realmente podía ser mi fin como escritora. Una vida profesional realmente corta, aunque intensa. No todo el mundo conseguía tener algo así en su vida. Debería sentirme agradecida por haber vivido mi sueño durante un tiempo, a pesar de lo corto que me había resultado. Podría haber sido mucho peor, ¿no? Eso quería pensar, pero la verdad es que actualmente no había nada que pudiera ver que me resultara peor que... ESTO. En ese momento escuché cómo mi compañero de piso, Carlos, abría la puerta. Un par de minutos después lo oí a mi espalda, haciéndome sentir su presencia muy cerca de mí.  -Veo que sigues sin poder escribir. ¿Me equivoco?-comentó mientras soltaba las bolsas que llevaba en las manos al tiempo que apoyaba sus manos sobre el respaldo de mi silla.  -No. Como siga así, me voy a arruinar. Mi cuenta bancaria está dando un bajón enorme y no podré continuar así mucho tiempo más. Creo que necesito ayuda. No sé de qué tipo, pero la necesito. Si no, estoy segura que acabaré tirando mi carrera por la borda y me convertiré en una vagabunda que irá por las calles gritando como una loca y tirándole gatos a todo el que se acerque demasiado-me eché sobre el respaldo con las manos en la cabeza y sujetándome de los pelos con la desesperación grabada en mi rostro. Al abrir los ojos vi a Carlos muy cerca de mí, y mi cuerpo se alejó un poco por puro instinto. Invasión de mi espacio personal.  -Yo creo que puedo ayudarte-abrí los ojos con la sorpresa grabada en mi cara.  -¿De verdad? ¿Cómo? -Te pondré un horario de escritura-puse los ojos en blanco al escuchar su propuesta. Como si yo no hubiera intentado ya hacer eso mismo.  -Eso no va a solucionar nada.  -Claro que sí. Me aseguraré de que cumplas ese horario a rajatabla. Y si no lo cumples o no escribes lo suficiente, recibirás un castigo-me lo quedé mirando fijamente, sin saber por dónde iban los tiros. No sabía realmente a lo que se refería, pero necesitaba empezar a escribir de nuevo, así que sin pensar mucho en lo que podría llegar a significar esa propuesta, asentí, dando mi conformidad. Una sonrisa que no sabía exactamente cómo definir curvó los labios de Carlos. 

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