Chapter 1

2045 Words
“Moon Dance: El Baile de la Luna” Libro Uno de la Serie “Lazos de Sangre” Editado por Tracy Murray Author: Amy Blankenship Translated by Vanessa Pérez Copyright © 2012 Amy Blankenship English Edition Published by Amy Blankenship Spanish Edition Published by TekTime All rights reserved. Prólogo El Bosque Nacional Ángeles es hogar de los peligrosos pumas y los jaguares importados que recorren el vasto bosque. En ocasiones, durante las noches despejadas, se multiplican durante un rato ya que los "hombres animales", o cambiantes como se les conoce comúnmente, vagan por la tierra indómita entre sus primos lejanos. Es durante esas noches cuando los animales de verdad se resguardan en su denso hábitat mientras los depredadores de la ciudad invaden su territorio el tiempo suficiente para cazar o, en raras ocasiones, montar peleas que no pueden desarrollarse en el hábitat humano. No existe nada más despiadado que uno de estos cambiantes pelándose; y si uno de ellos resulta herido, este se vuelve tan peligroso para los humanos como cualquiera de sus homólogos del reino animal. Para proteger a los humanos entre los que viven, las disputas de los cambiadores, cuando es posible, se llevan a cabo fuera del alcance de estos humanos y el mejor lugar para esto es en la profundidad de los cotos de caza de la zona. Esta noche el bosque está envuelto de una calma inquietante. Mientras tanto, los dueños de las dos discotecas más importantes de la ciudad se adentran en este terreno inhóspito arrancándose la ropa de las espaldas para dejar libre a sus bestias interiores. Esta noche han estado buscando la tumba de un vampiro que podría destruirlos a los dos. En las profundidades del bosque no había humanos que pudieran oírlos. Malachi, el líder de un pequeño clan de jaguares, se abalanzó entre la oscuridad hacia su adversario... Un hombre a quien nunca debería haber confiado más que en su mejor amigo. Su objetivo era otro cambiante, uno con sangre de puma corriendo por sus venas, Nataniel Wilder... su socio durante más de 30 años. Malachi irrumpió en el claro y encontró a Nataniel esperándole con forma humana. Malachi avanzó un par de pasos mientras se convertía de nuevo en humano también. Sin importar la forma que tuvieran, ambos eran letales. Como humanos, ambos eran atléticos con músculos de acero tensados bajo la piel suave. Los cambiantes envejecían despacio y los dos parecían no sobrepasar apenas la treintena, aunque ya estaban bien entrados en los cincuenta. Si esto hubiera sido una película de Hollywood, habría costado unos cuantos minutos llevar a cabo el cambio, pero esto era real y no había monstruos babeantes en el claro. La desnudez no significaba nada para los cambiantes y la luna brillaba sobre ellos como un foco a través de las nubes de tormenta. –Esto no tiene que acabar así, –Nataniel dijo mientras se mantenía firme y trataba de hacer entrar en razón a su amigo. –¡Escúchame! Aquello ocurrió hace treinta años y las cosas han cambiado... Yo he cambiado. –¡Treinta años de mentiras! –Rugió Malachi y su voz retumbó por el claro. Su mirada se dirigió hacia el lugar donde él había enterrado a Kane y sintió el ardor de las lágrimas que se amontonaban en sus ojos. –Por tu culpa, metí a Kane en ese agujero… ¡Por tu culpa lo he traicionado durante treinta años! –¡No puedo dejar que lo desentierres, Malachi! Ya sabes lo que ocurrirá si lo haces, –Nataniel observó con nervios mientras Malachi suspiró con melancolía sobre la tumba del hombre que una vez fue su mejor amigo. Él nunca lo entendió. Kane era un vampiro y, por lo tanto, era peligroso. Kane también había sido una de las dos cosas que se habían interpuesto en el camino de la alianza entre jaguares y pumas... Kane y la preciosa, mentirosa e infiel esposa de Malachi, Carlota. Nataniel la amó primero. Él no quería que todo acabara de aquel modo. Al final, Nataniel se había encargado del problema en un arrebato de celos... matando dos pájaros de un tiro. –¡Él era mi mejor amigo y nunca me traicionó! ¡Tú fuiste el que me apuñaló por la espalda! –Malachi contuvo las lágrimas de rabia mientras se tocaba el pendiente que llevaba; el pendiente de Kane. ¿Qué había hecho? Cuando encontró a Kane inclinado sobre el cuerpo sin vida de su mujer, se detuvo confundido, hasta que Nataniel confirmó que Kane era el asesino. Ella había muerto justo ahí, en ese terreno, así que pensó que sería justo que Kane se uniera a ella... bajo la misma tierra. Incluso había robado el libro de hechizos de Kane y lo había llegado a usar en su contra por venganza. Sí, Nataniel tenía razón en una cosa. La mayoría de los vampiros eran diabólicos, aunque había algunas excepciones y Kane había llegado a ser una de ellas. Pero nada era más maligno que lo que él mismo había hecho. Este hechizo solo podía deshacerlo el alma gemela de Kane. Malachi pensó que sería gracioso en aquel momento porque Kane siempre había sido joven y aun así no había conocido a su alma gemela. En el pasado, él y Kane habían llegado a bromear sobre que jamás nacería una mujer para él. Su mente volvió a recordar la sonrisa de Kane mientras decía que 'Dios debía tener sentido del humor para llegar a ser capaz de crear una mujer que aguantara sus excentricidades'. –Lleva ahí debajo demasiado tiempo. –Advirtió Nataniel. –Con ese deseo de sangre y locura que lleva dentro… si lo liberas ahora, Kane, nos matará a los dos. Malachi volvió la cabeza y fulminó a Nataniel con la mirada. –Solo tendrá que matarme a mí porque tú ya estrás muerto. Después de lanzar la amenaza, ambos se convirtieron de nuevo en su forma animal. ***** En el límite de un camping cerca del gran coto de caza, Tabatha King, o Tabby como todo el mundo la llamaba, estaba sentada en los escalones de la enorme caravana de sus padres mirando a las estrellas que se asomaban entre las densas nubes. Se sopló el flequillo de los ojos, contenta porque por fin había dejado de llover. Esa era la primera vez que ella iba de camping y lo último que quería era quedarse encerrada dentro de la caravana. Estaba muy ilusionada con el viaje y aún más porque sus padres habían decidido llevarse al perro de la familia, Scrappy, con ellos. Le había costado muchas súplicas, pero tras prometer que cuidaría de su pequeño mejor amigo, un cachorrito de r**a Yorkshire, finalmente convenció a sus reacios padres. Scrappy solía ladrar a la oscuridad, moviéndose de un lado a otro con su correa, intentando perseguir las sombras que llamaban su atención. La niña resopló cuando Scrappy consiguió deshacerse de la correa y salió corriendo. Ella estaba de pie en los escalones metálicos cuando el cachorro se escabulló como un dardo a través de una pequeña abertura en la valla que separaba el camping del coto de caza. –¡No, Scrappy! –Gritó Tabby y salió corriendo detrás del perro. Sus padres confiaban en ella para que no se escapara. Se paró delante de la verja y respiró profundamente mientras miraba a través de la oscuridad de los árboles. –No soy una cobarde. –Se mordió el labio de abajo con determinación antes de ponerse de rodillas para inspeccionar la abertura. Después de sufrir algunos rasguños, se deslizó por el pequeño agujero de la valla y corrió por el bosque siguiendo el sonido de unos ladridos lejanos. –Me vas a meter en un lío, –susurró con dureza. Después hizo algunos ruidos con la lengua ya que sabía que el perro a menudo acudía con esos sonidos. –Tabby, ¿dónde estás? Tras de sí, Tabatha oyó a su madre que la llamaba, pero ella estaba más interesada en llevar a su perro de vuelta al camping. Scrappy era su perro y ella tenía que cuidar de él. Así que, en lugar de contestar a los gritos de su madre o llamar al perro, se quedó callada y siguió los agudos sonidos de los ladridos de Scrappy. No pasó mucho tiempo hasta que Tabatha tuvo que parar un minuto para recuperar el aliento. Apoyó la espalda contra un árbol y puso las manos sobre las rodillas cubiertas de suciedad mientras respiraba y prestaba atención a los sonidos del bosque. Siempre había deseado plantarse en mitad del bosque y simplemente escuchar, como hacían los indios en las películas de televisión. Las nubes de lluvia que se habían separado hacia un rato volvieron y el brillo de la luna desapareció. Ella abrió los ojos de par en par cuando se dio cuenta de que ya no veía las luces del camping en la distancia. Dio un paso adelante con dudas, miró a su alrededor desesperadamente y lo único que podía ver era oscuridad, troncos de árboles que apenas era capaz de reconocer, e incluso sombras más oscuras. Ella gimió cuando algo lanzó un gruñido a lo lejos detrás de ella. Decidió que no le gustaba esa dirección, así que salió corriendo sin mirar atrás. Tras lo que pareció una eternidad, oyó a Scrappy ladrando de nuevo y se lanzó hacia esa dirección con la esperanza de que lo que fuera que había gruñido anteriormente no estuviera persiguiéndola. Oyó otro gruñido, pero en este caso venía de algún lugar delante de ella. Intentó frenarse clavando los talones en el suelo, pero estaba cubierto de hojas y barro a causa de la lluvia. En lugar de parar, ella se deslizó incluso con más fuerza antes de caer por una pendiente. Se le cortó la respiración cuando su cuerpo se estrelló contra un árbol caído que frenó su caída. De lo primero que se dio cuenta cuando recuperó el aliento fue que Scrappy ya no estaba ladrando. Oyó el gruñido de nuevo y empezó a trepar por donde había caído cuando oyó un quejido suave. Hizo fuerza con las rodillas, miró por encima del tronco de un árbol y vio un pequeño claro en el cual se proyectaban directamente los rayos de la luna. Justo en el centro del claro estaba Scrappy, quejándose como si hubiera sido golpeado por el perro de su misma calle cuando se cruzan. El cachorro estaba agazapado y arrastrándose hacia atrás. Tabatha abrió sus ojos azules de par en par cuando vio el porqué. Dos animales se acercaban lentamente el uno al otro en el claro y Scrappy estaba justo en medio. –Tonto, –Tabby susurró entre dientes. Ella reconocía los animales de las imágenes que su padre le había enseñado antes del viaje. Uno era un puma y el otro lo reconoció de la televisión... un jaguar. Le encantaba ver documentales de animales y ella no era tan aprensiva como su madre cuando los animales trataban de atacarse unos a otros en la tele. Pero esto era diferente… era real y un tanto aterrador. Eran grades gatos que podían comerte de un bocado. Los gráciles animales se rodeaban mientras gruñían profundamente con los ojos brillantes como medallones de oro. La brisa se llevaba aquel terrible sonido y le llegaba a Tabatha mientras continuaba observándolos con un asombro nervioso. –Vamos, Scrappy, –susurró con la esperanza de que los enormes gatos no la oyeran. –Ven aquí antes de alguno de ellos te pise. –Iba a decir ‘te coma’ pero no quería asustar al pequeño cachorro más de lo que ya estaba. De repente, los gatos chillaron, lo que hizo que Tabatha se cubriera las orejas con las manos porque le pareció un sonido demasiado agudo y aterrador. Corrieron con todas sus fuerzas a través del claro y Scrappy metió el rabo entre las patas gritando de miedo. Al ver al perrito traumatizado, Tabatha trepó por el tronco y corrió hacia Scrappy lo más rápido que pudo. Ella estaba más cerca de Scrappy que los gatos, así que se echó rápidamente sobre el pequeño cuerpo del perro para cubrirlo al mismo tiempo que los dos animales saltaron y colisionaron en el aire, justo encima de ella. –¡Por favor! ¡No hagáis daño a mi perro! –gritó. Chilló de nuevo cuando unas garras afiladas estrujaron su brazo y otras arañaron su espalda. Los gatos cayeron al suelo detrás de la niña con un ruido seco, como de huesos que chocan, gruñéndose y chillándose el uno al otro. Ella permanecía encorvada sobre Scrappy, que seguía temblando y quejándose suavemente, sin atreverse a mirar a los animales que peleaban a solo unos metros detrás de ella.
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