Capitulo 1.

1049 Words
Era un Jueves gris, llovía con la intensidad de un diluvio, Después de la muerte del sacerdote del pueblo, al fin habían designado a un nuevo padre para la parroquia, muchos llegaron ese día a misa para saludarlo, y ponerse a las órdenes del religioso, algunos otros llegaron para estar en comunión con Dios. El padre Arturo oficio la homilía con mucha alegría, pues al fin tenía lo que siempre había deseado, una parroquia propia, en un pueblo humilde que necesitara de Dios, después se acercó a saludar a la feligresía, la gran mayoría lo saludó amablemente, pero fue una joven de 16 años quien le perturbó los pensamientos, pues su saludo fue obligado por su madre, él, no dijo nada al respecto, la saludo porque no quería que todo el pueblo se llevara una mala imagen de él al negarse a responder al forzado saludo de la joven. Refugiado en la oscuridad de la sacra habitación en la que pasaría sus tranquilas y aburridas noches, intentaba concentrarse en un espeso libro de poesía, mientras sus pensamientos se rehusaban a olvidar el rostro de la joven y su actitud para con él. -¿Qué problemas tendrá esta muchacha para que actúe de esta forma si ni siquiera me conoce?- pensó mientras se recostaba en él respaldar de la silla de madera-En fin ya tendré tiempo de preguntarle. Siete días transcurrieron desde su encuentro primero, él se encontraba en el mismo lugar que la semana pasada, tras el altar de madera vestido con una casulla verde que anunciaba la continuidad del tiempo ordinario, desde que vio entrar a la chica no le quito los ojos de encima y pudo observar desde donde estaba, que al momento de dar la paz la madre también la obligo a saludar a la gente a su alrededor, para Arturo la sorpresa fue mucha, pues él era un desconocido, comprendía en cierta parte que la joven no quisiera saludarle, pero con el resto del poblado, que eran sus vecinos, esperaba que fuera diferente. Al terminar la misa, la mamá de aquella joven tan extraña, se quedó platicando con una de las señoras de la pastoral de la salud, la menor en cambio se retiró rápidamente hacia el parqueo de la parroquia, El religioso salió a paso realmente veloz tras la chica, cuando logró alcanzarla, no vio otra opción para detenerle más que sujetarla del brazo. - ¿Hola que tal?-dijo él con la respiración agitada. - ¿Sucede algo?-Preguntó ella muy seria. - no-Contestó él, un poco más tranquilo-solo quise saludarte y saber ¿cómo estás? - pues ahorita estoy siendo agredida por un simio suélteme que me lástima!!!-le dijo ella con voz fuerte y expresión de enojo. - perdón no quise hacerte daño-Menciono apenado, acto seguido la soltó de inmediato. Fue entonces cuando vio la oportunidad para huir, ella salió corriendo del parqueo y él se quedó parado por un momento, pensando en lo que había pasado, siendo consciente de que aquel impulsivo acto podía costarle muy caro, el viento soplaba con violencia y le golpeaba en el rostro, mandándole con ello destellos de realidad, después de un tiempo de estar parado en aquel lugar, reacciono y se fue a la casa cural. Al llegar la noche, justo cuando la Luna alcanzaba su máximo esplendor y las estrella bailaban cual luciérnagas en el firmamento, el cura dobló sus rodillas y apoyándolas con firmeza sobre el piso, rezó la oración de siempre para cumplir con Dios, acto seguido en el pecho se dibujó una cruz y se metió a su cama listo para dormir, sin embargo un pequeño caos en forma de mujer lo mantenía despierto, no era su silueta femenina, no, él no se estaba olvidando de su voto sagrado de castidad, él pensaba en ella, solo como un alma atormentada a quien debía ayudar. Ella en cambio, cenó y en el transcurso de aquella pequeña comida familiar le contó a su madre lo que sucedió en el parqueo de la iglesia. -Es pesado y odioso-Agregó la joven a la descripción del cura-Tuve que pedirle me soltara porque me hacía daño. -Eres una malcriada!!!-Gritó la mujer cuyas raíces capilares empezaban a teñirse de blanco-como te atreves a hablar así del padre!!! Mañana mismo irás a pedirle perdón.-Sentenció al final-Y te apuras a comer, dejas la casa limpia, muy limpia, yo tengo que irme a trabajar para que tú puedas seguir comiendo!!! Eres un estorbo-gritó nuevamente a mujer mientras la observaba con odio-que no se te olvide ir a ver al padre mañana!!! Aquella joven que sabía muy bien no debía contradecir en lo absoluto, no hizo más que agachar la cabeza y asentir, aunque su alma se estuviera quemando por dentro al solo imaginarse que de nuevo debía encontrarse con aquel hombre, que realmente no le había hecho nada, pero su sola presencia le molestaba. Al concluir la cena, su madre se marchó de la mesa y se dispuso a asistir a su trabajo, ella, deseando que aquel fatídico día terminara empezó su marcha hacia la poca privacidad que le daba su cuarto. -¿A dónde crees que vas?-Resonó una voz desde un cuarto vecino. -A mi cuarto-contestó ella-quiero dormir... -No has hecho las cosas de la casa!!! Se te olvida que eres la criada-dijo riendo- además también tienes obligaciones conmigo, Hoy no tienes derecho a dormir. Las lágrimas se avecinaron en los ojos de la chica, anunciando la pronta llegada de un diluvio abismal, recogió los platos, los cubiertos y los vasos que estaban en la mesa y los llevó al lavado, luego tomó entre sus delgadas manos una escoba y se dispuso a hacer la limpieza de su humilde vivienda, evitando entrar a aquel cuarto donde su niñez fue vilmente arrebatada, y su inocencia marchita, devorada atrozmente por un fiero lobo. Con sus pies temblantes y algunas ciertas lágrimas en sus ojos, a pasos lentos se empezó a acercar a la oscurecida habitación. -Pasa sin miedo, yo no muerdo, tú sabes muy bien que yo no muerdo-dijo a forma de sátira la voz masculina. -Por favor no más-suplicó ella-yo no te he hecho nada malo, ¿porque quieres hacerme daño?-Preguntó con su voz pendiendo de un hilo. -En esta casa tú y tu madre tienen deberes y ambas deben cumplirlos.    
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