Desterrado

1691 Words
Olot sabía que no iba a morir, pero estar bajo el suelo era una sensación desesperante; Todo su cuerpo se sentía rígido por la inmovilidad y le empezaba a doler. Por más que intentó escupir la tierra todavía la sentía en la boca, recordó como justo antes de ser enterrado olvidó cerrar la boca y los ojos, un error doloroso e incomodo. Por suerte sus "asesinos" no se creían el cuento de la inmortalidad, por lo que no se molestaron en tomar medidas contra la posibilidad de que escapara. Pero después de todo eran como criminales así que lo despojaron de sus prendas. —Para ser un bufón llevas un saco bastante bonito —dijo uno de ellos después de abrir la puerta del carromato. —Yo pido la camisa que lleva debajo —respondió el otro mientras sacaba una pala. —¡Sigo aquí, imbéciles! —dijo él atado de manos y pies. —Pronto estarás bajo tierra, no te preocupes, muchacho. —No entiendo como alguien tan idiota puede ser el mandadero del rey —respondió Olot— la tierra no me detendrá, salir no me costará nada, Zaddef. —¿Pensar en nuevas canciones te ha hecho daño al cerebro, eh? —Zaddef se acercó a su compañero— Encárgate del agujero mientras hablo con el muerto, ¿quieres? —Seguro que mueres de viejo antes de que yo pueda recorrer todo el continente —Su garganta pronunció un sonido gutural y un segundo después escupió en la cara de su captor. —Grave error, amigo. —Le arrebató la pala a su compañero y asestó un golpe en la cabeza de Olot—. No sé por qué el rey te querría aquí, pero sé que eres peligroso y justo ahora estás lo suficientemente debilitado para deshacernos de ti. Te recomiendo portarte bien si quieres que tu muerte sea rápida y sin dolor. Si fueras inmortal seguro estarías en una de esas cuevas que cuentan en las leyendas, llenas de reanimados o monstruos de la noche. Olot reflexionó por un momento hasta que le vinieron palabras a la cabeza. —Oye, pelele. —¿Qué quieres, chico inmortal?  —Por ahora no puedo hacer nada, pero quiero que cuides bien de mi ropa porque en cuanto te vuelva a ver la arrancaré yo mismo de tu cadáver. —Estaré esperándote para que tomes tus pertenencias, bufón. —Se echó a reír y cuando su estruendosa carcajada se detuvo, alzó la pala y mató a su compañero con un golpe en la cabeza—. Bien, ahora la camisa también es mía.  Zaddef cargó a Olot y lo tiró al agujero, una vez ahí lo cubrió de tierra y se fue. Durmió un rato bajo la tierra, cuando despertó había recuperado sus fuerzas, estaba listo para salir. Creyó que sería más pesada, pero sus dedos se movieron con facilidad hasta que alcanzaron la superficie, después su torso se impulsó. Cuando salió tomó una bocanada de aire. Se encontraba en calzoncillos, hacía frío y empezaba a anochecer. Notó que al lado suyo se encontraba el compañero de Zaddef. —Ahora sé por qué querías mi ropa, vistes horrible —le dijo al cadáver como si pudiera oírlo—. Pero no me queda otra opción que imitar tu terrible sentido de la moda. Le robó la ropa y se dispuso a salir del lugar. Era una zona llena de agujeros parecidos al del que salió, pequeñas montañas de tierra se dibujaban por todos lados, el límite estaba hecho por árboles que formaban una especie de cuadrado. No había ningún camino de salida dibujado cerca. Olot supo a la perfección que se trataba de un cementerio de destierro. Una antigua leyenda que contaba que los reinos vecinos dejaban cadáveres ajenos de criminales importantes en el territorio del otro debido a que los reyes creían que era de mala suerte dejarlos en el mismo reino. Nadie podía comprobar la existencia de tales lugares, algunos decían que en vez de cementerios eran cárceles y mazmorras. Pero Olot pudo confirmar que se trataban de fosas al azar puestas en un lugar que no había pisado jamás en su vida. Aun así estaba casi confirmado gracias a que el rey solía mandar verdugos con 'carromatos que gritaban' y regresaban vacíos después de algunos días. A pesar de que no había un sendero marcado, todavía había huellas del caballo y el carromato que lo pudieron guiar para salir del bosque. Entre las ropas del cadáver encontró diez monedas de una unidad y un cinturón, pero no había ningún mapa u otra ayuda disponible por lo que tomó como única defensa la pala que había dejado Zaddef sobre la tierra. Pensó por un momento en la posibilidad de profanar tumbas, pero le dio asco de solo pensarlo y emprendió su camino a la oscura y fría noche. Si los rumores acerca del cementerio del destierro eran ciertos entonces tardaría en encontrar la aldea mas cercana. Pensó que si para el rey era alguien indeseable entonces necesitaría una especie de identidad secreta. "El caballero de la pala" rondó por su cabeza, pero un momento después cambió de parecer. "Hombrepala suena bien", se dijo al mirar su fiel pala amarrada con ayuda del cinturón a su espalda y continuó.  Mientras se adentraba en el bosque intentaba identificar el terreno, si podía saber del lugar por los árboles o por el cielo, pero su sentido de orientación estaba afectado por su memoria que estaba muy alterada. El único sitio en el que se podía ubicar a la perfección era el reino de Vaglos del cuál estaba desterrado y muy posiblemente a días de distancia. Había sido enterrado por la tarde y para ese momento empezaba a anochecer, el viento tocaba un son menos calmado y entre los árboles se escuchaban ruidos de animales salvajes acechando a sus presas. Estaba pensando si dormir en un árbol alto para resguardarse del peligro o seguir sin parar por el sendero con la esperanza de encontrar un poblado, pero la situación lo apuró cuando del bosque salió corriendo frente a él un ciervo siendo perseguido por un lobo. En cuanto el lobo pudo alcanzar al ciervo se abalanzó sobre él y empezó a devorarlo en el mismo sitio, arrancaba carne de manera salvaje con su poderosa quijada mientras que se ayudaba con sus patas delanteras a sostener el cuerpo, los primeros bocados fueron tranquilos, pero pronto notó la presencia de Olot y volteó a verlo mientras sostenía el corazón de su presa aún en la boca, masticó, luego tragó y después empezó a gruñir, separó sus patas y mostró los dientes. Olot tomó el mango de la pala y la intentó sacar.  "Mala idea eso del cinturón" —pensó mientras movía de un lado a otro la pala por detrás de su espalda para sacarla. Después de breves segundos de desesperación empezó a jalar el cinturón de arriba a abajo hasta que la pala pudo salir, el lobo seguía observando, esperando el momento preciso para asesinar a su nueva presa. La pala era pesada, lo suficiente para matar a un hombre, pero el lobo era grande y dudó si podría con una criatura tan feroz y fuerte. Posicionó la pala verticalmente para tener la ventaja del borde filoso por si el peso del golpe no era suficiente y retrocedió dos pasos, el lobo adelantó una pata delantera al frente y bajó la altura de su parte trasera, parecía que iba a saltar. Olot decidió retroceder aún más y el lobo gruñó más fuerte. —¿Vas a atacar o no, amiguito? El lobo pareció entender pues intentó saltar con las fauces abiertas dirigidas al cuello de Olot, pero recibió un golpe que lo dejó en el suelo, se levantó al instante y movió sus garras contra los brazos de Olot, este rechazó el ataque con otro golpe de la pala. Continuó rechazando golpes e intentando contraatacar, ninguno de los dos parecía cansarse pero el lobo estaba furioso, Olot se cubrió de un ataque en el que el lobo apoyó más peso, lo que hizo que la pala cayera al suelo. El lobo saltó sobre él y la pelea continuó en el suelo, Olot alejaba las garras y fauces del lobo con una mano mientras que con la otra golpeaba su garganta y su quijada, en uno de los intentos el lobo logró encajar su diente en el hombro de Olot que en ese momento tomó la pata del lobo y lo apartó con una patada en su estómago, lo que le dio tiempo para buscar la pala en la oscuridad, cuando la encontró el lobo estaba de nuevo listo para atacar, saltó de nuevo con las fauces abiertas y Olot pudo dar un golpe con el filo de la pala, hirió al lobo y este se quedó tumbado en el suelo por un momento aullando de dolor, Olot sabía que el lobo podría morir sufriendo o incluso podía recuperarse para una segunda pelea... Alzó la pala sobre la cabeza del lobo y mirándolo a los ojos dio el último golpe asegurándose de su muerte. Sus prendas estaban rasgadas y tenía rasguños en los brazos y el torso, la herida del hombro no era profunda, pero dolía y sangraba poco a poco. No tenía las suficientes ganas para seguir peleando con otros animales así que buscó un árbol alto y lo escaló, encontró una rama gruesa y se sentó. El cinturón seguía amarrado a su espalda, pero lo reajusto al uso común para cargar la pala en su cintura mientras descansaba. —Me sigue faltando la armadura para llamarme caballero, pero supongo que "Hombrepala" aún no está registrado —se dijo a sí mismo mientras examinaba su preciada pala ensangrentada. Contempló las estrellas mientras sus rasguños se desvanecían y la herida del hombro se curaba con lentitud. Antes de poder dormir le intranquilizó recordar que todavía no recobraba la memoria, le preocupaba tener el sentimiento de no saber quién era, como hubiera nacido días antes, como si la parte mortal de su ser conservara recuerdos humanos que no le pertenecían a la parte inmortal.
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