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3320 Words
SEGUNDO LIBRO DE LA SAGA "LAS 4 ESTACIONES DE LOS LOBOS" MI LOBO DE VERANO ******************* Dedicado a mi hermana y a su icónica frase de: “Ya que no tienes nada que hacer, ¿Por qué no escribes algo?” ******************* OBRA REGISTRADA BAJO EL CÓDIGO 2104197544472. PROHIBIDA SU DISTRIBUCIÓN TOTAL O PARCIAL SIN LA AUTORIZACIÓN DEL AUTOR. "NO PDF" ****************** PREFACIO La ira me domina. Lo que mis ojos han visto es la esencia misma de la maldad más oscura de este mundo, yo no puedo quedarme sin hacer nada, no puedo ignorarlo. Mientras avanzo hacía su figura, me siento consumir, como si las mismas llamas del infierno subieran a mí para ayudarme a quemar todo lo que tengo enfrente. Quiero quemarlo a él, quiero que se haga cenizas y desaparezca de este mundo. Quiero matarlo, borrar su mísera existencia. Y lo haré. ****************** CAPÍTULO 1 Hice algo realmente malo y a decir verdad, no me importaría hacerlo de nuevo. Gracias a ese “pequeño error”, como me gusta decirle a mí, estaba a punto de perder mi vida de ensueño. Vivía en un casa cercana a la playa, todos los días podía meterme en el mar y dejar que mis fosas nasales se inundaran de ese delicioso aroma salado, el viento me enredaba el cabello y mis pies se sentían satisfechos al sentir la cálida arena, el sol me abrazaba y besaba la piel, tanto que mi tono ya era de un tenue bronceado, un bronceado perfecto. Mi madre, una mujer que prefirió vivir su vida al límite, no sabe ni sabrá nunca quien es mi padre, él tampoco debe saber de mi existencia. Lo mismo con mi hermano menor Edgar, el tampoco conoce a su padre. Digamos que mamá es una mujer demasiado salvaje, a sus 19 años ya estaba embarazada de mí y mi nacimiento no representó ningún freno en su alocada vida, crecí la mitad de mi infancia en moteles de mala muerte, no había suficiente dinero para tener un lugar propio o quizá, mi madre así lo quería. Durante las noches se iba o volvía con un hombre diferente cada vez, la rutina siguió así hasta que llego Edgar, yo tenía 8 años. Los abuelos, ya preocupados por la seguridad de ambos nietos, insistieron para que mamá se mudara a su ciudad, algo que agradecí enormemente. Una casa en la playa era lo que deseaba más que nada. Nos instalamos en una casa de un solo piso bien cerca del mar, era color blanco, ahora es color crema, tenemos 3 habitaciones, una cocina y una sala pequeñita. La casa tiene una cerca de madera que rodea la propiedad y colocamos unas piedras redondas que trazan un camino hasta la entrada, afuera en el cobertizo colocamos hamacas y un sillón, las tardes ahí se sienten deliciosas. El único inconveniente es cuando viene algún huracán, entonces los abuelos nos hacen irnos a su casa. Una mini fortaleza en el centro de la ciudad. Con el tiempo mi madre descubrió que no era tan malo vivir en una ciudad de playa, ahora tenía una carta más amplia de hombres a su disposición, yo me quedaba a cuidar de Edgar. En un principio éramos solo Edgar y yo, pero al cumplir yo 13 y Edgar 5, llegó Kelly. La pequeña y dulce Kelly, la única que si conoce a su padre. Su relación con mamá fue muy breve, incluso aunque se hubieran casado, fue tan breve que solo estuvieron juntos 6 meses. Ahora Kelly pasa ciertos fines de semana con su padre. Mi vida era perfecta, tenía montones de amigos y también montones de pretendientes, siempre me causó curiosidad ese aspecto, yo no era tan atractiva como las otras chicas, pero tenía lo mío, eso no lo puedo negar. Mi melena es ondulada y de un rubio dorado hasta los hombros, mis ojos son de color café claro, mido 1.70 y aunque soy algo delgada para mí gusto, tengo unas curvas decentes. Los chicos y a veces algunas chicas, se me acercaban quizá por mi personalidad. Soy algo salvaje, no como mamá, pero me encanta la aventura, jamás decía que no a algo, ir a surfear, bucear, irnos en velero o ir de acampada, participar en peleas, beber… Bueno, soy un espíritu libre. Y me gusta ser así. Te diré, no solo soy una especie de loba salvaje, también tengo mi lado materno, lo que a mamá le falta con Edgar y Kelly yo lo compensó, es como si ellos también fueran mis hijos y no solo mis hermanos. — Debes obedecer al señor Elliot en todo. — Me dijo mi madre por cuarta vez antes de que mi vuelo fuera anunciado. Yo ya estaba harta, su única solución fue mandarme lejos, tan lejos que debía cruzar medio país. — Y yo te vuelvo a repetir, madre. — Anuncié con un tono serio. — Si no cuidas bien de Edgar y Kelly yo te juró que voy a volver aquí a darte una buena tunda. Entiende que no eres más una jovencita de 18 años, tienes hijos y responsabilidades. Si yo me enteró que algo les ocurrió, sobre ti voy a poner toda culpa. Ella me miró y parpadeo un par de veces, como si dudara de lo que acaba de escuchar. Mamá no era una mala persona, pero no era de fiar. No podía dejar a los niños con ella con la certeza de que estarían bien. Y lo que me dolía era no poder llevarlos conmigo. Entendía perfecto que tuviera que irme, eso ya no dependía de mí. Era una orden del juez, menuda mierda. ― Bree. ― Me llamó Kelly mientras me extendía los brazos. Yo la tome y apoye su cabecita sobre mi pecho. ― ¿Por qué dicen que eres una mujer malvada? Una media sonrisa se me formó en la cara, ¿así que eso pensaban de mí por todo el lugar? Lamentaba que mis pequeños hermanos tuvieran que escuchar las habladurías sobre su hermana mayor, rogaba porque no les hiciera nada por mi culpa. Si eso pasaba iba a volver sin importar que a patear algunos culos. ― Lo dicen porque es lo que soy, pero solo con los que son peores que yo. Quiero que entiendas eso, mi pequeña. ¿Puedes entenderlo? ― Levantó su rostro en forma de corazón y me miró. Entonces asintió y se aferró a mí con sus manitas. De pie frente a mí, estaba Edgar. Por sus ojos cristalinos supe que quería llorar. Le extendí un brazo y le hice una señal para que se acercara a mí. Lo rodeé y lo apreté con dulzura. ― Anda enano, ya sácalo. Llora. Está bien si lo haces. ― Y tras decirlo hundió su cara y escuché unos leves gemidos. Mi corazón se rompió, no quería irme, no quería dejarlos. No era justo que tuvieran que pasar esto por mi error. “Mi pequeño error”. ― ¡No te vayas! ― Me gritó Edgar después de un rato, Kelly se retorció y unos lagrimones se asomaron en su rostro. ― ¡Tu no hiciste nada malo! ¡No nos dejes! Cuando dijo eso, sentí la desesperación, estaba intentando ser lo más fuerte posible para ellos. Quería que me vieran ser valiente y contagiarles algo de eso, pero estaba hecha pedazos. Mi vida, mi pequeña vida perfecta se había acabado. Antes de siquiera poder decir algo más anunciaron mi vuelo. Al escucharlo Edgar se me pegó al cuerpo. Yo me fundí en un abrazo con él y Kelly. ― Será temporal, enanos. No tengan miedo, todo va a estar bien. ― La voz se me estaba quebrando. No podría soportarlo más. ― Si algo pasa, asegúrense de llamarme. Por favor, Edgar, cuida a Kelly. Cuídense mucho por favor. Miré a mamá, ella estaba ahí parada sin moverse, no tenía idea de que hacer. Le hice un ademán para que me ayudara. Le di a Kelly que se rehusó a separarse de mí. Mamá la tomo en brazos, la pequeña se revolvía con fuerza. Edgar por otro lado, no quería soltarme. Lo tomé de los hombros y lo obligué a mirarme. ― Enano, tienes que escucharme. ― ¡No! ¡No nos dejes! ¡Bree, por favor! ― ¡Edgar, escúchame! ― Tuve que gritarle para calmarlo un poco. ― Ahora tu estas a cargo, debes cuidar a Kelly. Promete que pase lo que pase me llamaras y me lo dirás, cualquier cosa. ― Lo abracé con fuerza, me puse de pie y sin mirar atrás me fui. ― ¡Bree! ― Escuché como me llamó en gritos, pero no pude mirar atrás, no podía hacerlo o todo se me vendría abajo. Una vez en el avión me desmoroné, unos gemidos horribles me salieron del cuerpo. Las lágrimas me nublaban la vista y con un puño me deje caer unos golpes secos en el pecho. Odiaba esto, lo odiaba todo. ―¿¡Señorita!? ― Una azafata se me acercó y preocupada llamó a otra de sus compañeras. Todos en el vuelo me miraban como un fenómeno, poco me importaba. ― ¡Señorita, pare! ― Imploró su compañera. ― ¡Si continua tendremos que bajarle del avión! “Oh, por favor. Eso es lo que quiero.” Pensé, aunque eso era imposible. Yo sabía que no podría volver a poner un pie en Salty Beach, eso en quien sabe cuánto tiempo. Al final me obligué a calmarme, me dieron una pastilla para los nervios. El resto del vuelo seguí llorando en silencio. Cuando baje del avión tuve que tomar dos autobuses. Uno que me llevó a la parte norte de la ciudad y otro que me dejó en mi destino final. Estaba sentada mirando el suelo con atención. Había dejado todo, mis hermanos, mi casita en la playa y ese morenazo al que le tenía el ojo puesto. Todo. Un hombre se colocó frente un autobús y comenzó a llamar a las personas. ― ¡Autobús a Green Cold! ― Pude contar solo a 8 personas. Ese pequeño pueblo en medio del bosque es a donde iba. Mi madre tenía una hermana. Eran dos polos opuestos, mientras mi madre era incompatible con los estudios y la vida tranquila, su hermana sí. Era tan lista que ingresó a una universidad prestigiosa, ahí conoció y se enamoró del que fue su esposo. Ambos tuvieron una niña, Annie. Mi adorada prima, Annie. De vez en cuando venía a visitarnos, yo me divertía con sus visitas de lo lindo. Estar con ella era como estar con una hermana. Yo solo había estado en Green Cold una vez, no hacía mucho de eso, pero no fue por una razón agradable. Los padres de Annie murieron cuando era muy pequeña, mis abuelos no se podían hacer cargo de ella y mi madre mucho menos. Así que creció con sus abuelos paternos, Elliot y Margaret. Hace unos meses su abuela falleció, vine al funeral con mi madre, ella quiso irse nada más terminada la ceremonia. No pude decirle mucho, Annie estaba fatal. No hablaba y solo asentía con la cabeza. Todo el tiempo estuvo aferrada al brazo de su abuelo y un gorila de más de 1.90 estaba parado a su lado, cuidándola como perro fiel. Cuando lo vi lo supe, que él estaba enamorado de ella. Eso me alivió un poco, Annie no estaba sola. Miré por la ventanilla, árboles y más árboles. Montañas y más montañas. Sin duda alguna, ya no estaba en mi hogar. Comencé a sentir el cambio de presión en mis oídos, estaba subiendo y parecía que íbamos a llegar hasta tocar las nubes. Un pueblo entre montañas, donde siempre hace frio. Había hablado con Annie y su abuelo por teléfono. Mi madre no entró en detalles, pero les rogó que me aceptaran un tiempo en su casa. Annie estaba más que feliz, estaba ansiosa por mostrarme su nueva cabaña, la anterior había quedado reducida a cenizas. Accedí a ir con ella por dos razones, la primera era que no conocía nadie más que fuera confiable, mis supuestos amigos me habían dado la espalda. Y la segunda, era que realmente tenía ganas de estar un tiempo con mi prima. Estábamos en verano y lo que pudo haber sido un jugoso y exquisito verano en la playa, ahora sería uno muy diferente. Tendría que pasarlo en un bosque, uno que según Annie me iba a encantar, no habría nieve y los arboles estarían llenos de follaje verde. Al cabo de unas dos horas llegué. Baje del autobús y un fuerte olor a madera me golpeó en la cara. El clima sin duda era muy diferente, era húmedo pero frío, hasta el sol se sentía con menos fuerza. Qué horror. ― ¡Bree! ― Me gritaron por mi nombre, no tuve que voltear para saber quién era. Baje mi valija del compartimento externo del autobús y la levanté como si nada. Me di la vuelta y corrí hacia la dirección de dónde provino la voz. ― ¡Annie! ― Le grité, ella corrió hacía mí y mientras yo soltaba la maleta me abrazo con fuerza. Correspondí su abrazo. Se separó de mí y me miró. ― No llores más, Bree. Sé que Green Cold no es tu hogar, pero aquí estoy para ayudarte en todo lo que pueda. Annie siempre ha sido muy amable, es una chica tan dulce y tierna. Ella sabía lo mal que me sentía y aunque, muy en el fondo ella estuviera peor que yo, ahí estaba, dispuesta a pensar en mí y ayudarme. Me hice de odios sordos al “no llores más” si había llorado y mucho, pero decidí que solo me iba a permitir llorar en el viaje. Ya nadie me iba a ver derramar otra lágrima. ― Gracias, Annie. ― Le pellizque una mejilla y ella se sonrió. ― Eres tan linda como siempre. Entonces lo sentí, una mirada asesina. Miré hacia esa figura y pude verlo, al mismo grandulón que estaba con ella en el funeral. Sabía perfectamente que es lo que haría en todo ese tiempo, molestarlo. ¿Por qué? Porque sabía muy bien cuáles eran sus intenciones con la pequeña Annie. Esto iba a ser muy divertido. ― Bree. ― Anunció ella y se separó de mí, el sujeto la tomo de la cintura y la pego a su cuerpo. A mí se salió una sonrisa socarrona. Vaya gigante celoso. ― Él es Dante, es mí… ― Novio. ― Él no la dejo terminar, Annie lo miró confusa. El me clavó la mirada con cierto recelo, yo la sostuve para hacerle saber que no le tenía ni una pizca de miedo. Annie me miró a mí, luego a Dante y de nuevo a mí. Estaba confundida. ― Hola, perro sarnoso. ― Solté mi primer insulto. El dio un paso hacia mí y apretó la mandíbula con fuerza, pero Annie le puso las manos en el pecho y con una sonrisa nerviosa lo hizo retroceder. ― Dante, no. Es mi prima. Y se supone que estás trabajando en manejar tu impulsividad. ― Él le dedico una mirada de súplica. Pero mi prima no cedió. ― Pero tú escuchaste como me llamo. ― Y me señaló con un brazo extendido. Su dedo índice estaba casi a la altura de mi cara, con mi mano derecha le di un manotazo para quitarlo. Hubo un silencio y después movió a Annie con cuidado de en medio. ― ¡Yo la mato! ― ¡Que no! ― Gritó Annie y se puso en medio con velocidad. ― Por favor. El sujeto se quedó mirándola como embobado, “bien por ti prima, controla a tu bestia”. Fue lo único que pensé. ― De acuerdo. ― Masculló. Annie le pasó mi maleta con gran dificultad, él la tomó como si nada y se fue andando dándonos la espalda. ― ¿De dónde sacaste este animal? ― Le pregunté. Ella se carcajeo y comenzamos a caminar tras de él. ― Una larga historia. Llegamos al estacionamiento de la pequeña central de autobuses, por lo que sabía esta era la única central de autobuses. El pueblito era gracioso, la mayoría de las casas eran de madera, había adoquines por todos lados, solo las carreteras principales eran de asfalto. Todas las tiendas tenían vitrinas con anuncios coloridas que dejaban bien visible la mercancía que se vendía. La gente andaba enfundada con botas y como era verano, portaban suéteres ligeros, algunos más experimentados llevaban camisas de manga corta y alguna que otra chica, falda con medias. Subimos a una camioneta jeep de color rojo. Mientras Dante se guardaba mi maleta, Annie me abrió la puerta de atrás y me dejo subir. Yo me acomodé en el asiento y me saqué mi mochila amarilla con figuras de sandías. Esa mochila me la regalaron Edgar y Kelly el año pasado por mi cumpleaños número 17, no me gustaba en absoluto, pero era un regalo de mis dos pequeños, así que la atesoraba. ― Conejita, tu cinturón. ― Cuando Dante subió le colocó a Annie el cinturón, ella se puso roja como tomate y me miró por el retrovisor. Yo me quería reír, pero no iba a burlarme de Annie. Me llevé una mano a la boca y me la apreté para contener la risa. Cuando comenzamos a dejar el pueblo atrás me preocupé. ― Annie, ¿a dónde vamos exactamente? ― A mi cabaña. Tranquila, está adentrada en el bosque. No te asustes. ― De acuerdo. ― Respondí algo dudosa. Lo que me faltaba, si ya de por sí me incomodaba vivir en un pueblito en medio de un bosque, ahora tenía que vivir justo en el bosque. ― Llegamos. ― Anunció Annie. Pero yo no veía más que arboles enormes a mí alrededor. Annie me invitó a bajar y me mostró un sendero, agudicé la mirada y ahí estaba. Una cabaña, tal como me había dicho. ― El sendero solía ser mucho más largo, los coches normales no podían subir. Así que tras la construcción de la nueva cabaña mejoramos el sendero y dejamos un tramo pequeñito. Este hay que subirlo a pie, nos gusta más de ese modo. ― ¿La camioneta no puede subir hasta allá? ― Dije y señale la cabaña. ― Si. ― ¿Entonces? ― A Annie le gusta más así. ― Me respondió Dante, yo lo miré, rodé los ojos y luego lo ignoré. Pude escuchar como apretaba los dientes. ― Anda Bree, te va a encantar, sentir el bosque, respirarlo. ― Mi prima extendió los brazos y alzo la vista a las copas de los árboles. ― ¡Abrázalo! ― Exclamó y comenzó a caminar por el sendero, seguida de Dante que llevaba mi valija. Este me miró como si me fuera a matar y pude escuchar como bufaba. Por alguna razón, ambos nos detestábamos con suma intensidad. Para mí él era como un "perro sarnoso" y para el yo era una "cara de rata". Me rezagué un poco, suspiré y miré esa inmensidad. Me sentía pequeña solo de levantar la mirada y sentirme rodeada de esos árboles tan impotentes. No me gustaba nada la sensación, pero no quería hacer sentir mal a Annie. Iba a portarme relativamente bien... Otro vistazo a mí alrededor y en efecto, el color verde predominaba justo como se me prometió. Me llevé la mochila al hombro y estuve dispuesta a avanzar a ese verano extraño. **************** Hola! Aquí L.G.L Esto fue el primer capítulo de la segunda parte de ❄️Mi Lobo de Invierno ❄️ No olvides seguirme en mis redes sociales I n s t a g r a m : Letras_ii F a c e b o o k : Mi Lobo de Invierno Oficial NOTA: SI ENCUENTRAS UN ERROR ORTOGRÁFICO SIÉNTETE LIBRE DE MARCARLO PARA PODER CORREGIRLO.
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