Capitulo 1

2501 Words
                                                                                      Capítulo 1 Inglaterra 1950. Anna, por favor prepara mi baño, hoy es un día muy especial, hoy conoceremos a la futura esposa de nuestro adorado Emmont. Esa era Yvette Price, celebrando desde tempranas horas el compromiso de su hijo mayor, Emmont con una de las señoritas más destacadas de la ciudad, hija de un hombre adinerado y una elegante mujer, los Tyron una familia con mucho poder. A pesar de que los Price no eran una familia con tanto dinero como los Tyron, tenían mucha influencia entre la gente importante, el señor Bernadette era un político muy respetado, quien había participado en luchas comunes importantes ganándose así el respeto de muchos, entre esos incluidos los Tyron. Yvette y Bernadette tenían tres hijos, el mayor de ellos Emmont con 20 años de edad, el segundo Paul con 19 años de edad y la tercera y última Astrid con 16 años de edad, Astrid entre todos era la más problemática, una chica rebelde y liberal, con un alma de bohemia, siempre queriendo ir contra de lo que su recta madre y su estirado padre le exigían, como por ejemplo ir pensando en tener un marido. -Me niego rotundamente a ser una ama de casa – decía con firmeza mientras tomaban el desayuno todos juntos- -Los Tyron tienen un hijo de 19 años, Marcus, sería perfecto si te casas con el – comento Emmont. -Tu cállate – le exigió su hermana mirándolo con molestia- a ti te es fácil, tu eres el hombre. -Bueno ya está bien Astrid – le regaño su padre- tarde o temprano vas a tener que hacerlo te guste o no. La chica no quiso seguir con el tema, alargarlo era perder el tiempo, nadie podía contra su padre y menos en esos temas, suspiró y siguió degustando de su sopa con molestia. Su madre había preparado todo un banquete para recibir a los Tyron, parecía una fiesta de gala y lo peor era que la obligarían a actuar como toda una señorita de sociedad. -¡Pura mierda! –preguntó, pateando una lata en su patio trasero. -Oye, ¿Qué pasa? – le preguntó alguien saltando a su lado. Era Theodorus, el hijo del jardinero y su mejor amigo. -Hoy vendrá la refinada futura esposa de Emmont con su estúpida familia y debo comportarme como toda una señorita de sociedad – le dijo con fastidio, haciendo muecas. -Así escuché a Emmont, alardeando que se va a casar con una señorita refinada, no está nada mal. -Ustedes los hombres son unos tontos – dijo cruzada de brazos. -Oh, vamos Astrid. ¿Por qué te molesta tanto? Así es la vida, ya quisiera yo casarme con una chica de sociedad – dijo pensativo con una sonrisa en el rostro- pero me tocara casarme con la gorda Stacy. Astrid lo miro con una sonrisa burlona. -Oye eres cruel, pobre Stacy, es gorda, pero es una buena chica, y sabe hacer buen pan, no pasarás hambre. -Ummm es cierto – le dijo encogiéndose de hombros- oye,  ¿y tú? -¿Yo qué o qué? -¿Cuándo te vas a comprometer? -Nunca – le dijo con mala cara- no quiero casarme jamás y enamorarme menos. -Tus padres van a obligart, ¿lo sabes verdad? Es mejor que busques un buen chico que te agrade, antes de que te casen con un viejo verde lleno de mucho dinero. Astrid lo miró con desagrado, de sólo pensar aquello le revolvía el estómago, no iba a poder ser capaz de pasar por una situación así. Después de tanto pasearse por los alrededores de su casa, perderse en el bosque con Theodorus buscando bayas frescas para comer, tuvo que volver a la realidad de golpe, ya se acercaba la hora en que la familia Tyron vendría a casa por lo que debía asearse y colocarse su mejor vestido para la ocasión. -Mira cómo estás, toda llena de tierra niña salvaje – le dijo su madre mirándola con reprobación – ve a darte un baño y alistarte por favor solo por hoy Astrid, solo por hoy no lo arruines – le suplicó. La joven dobló los ojos con fastidio y se dispuso con mucho pesar a tratar de hacer lo que su madre le había pedido. -Mírate, eres toda una jovencita hermosa – le decía Anna, mientras le terminaba de cepillar su cabello-, encontraras un joven apuesto que sea de tu clase y altura, te casarás y tendrán hermosos bebés. -Por favor Anna,  ¿tú también con eso? – le preguntó con fastidio. -Pero mi niña esa es la ley de la vida, nacemos, crecemos, nos reproducimos y morimos – le explico con ternura. -Sólo ya no quiero que me hablen más del tema – sentenció. -Señorita Astrid, dice su madre que baje ahora mismo que ya la familia Tyron viene cerca – le dijo otra de las sirvientas entrando a su cuarto.  -Muy bien,  ya estás lista – le animó Anna. Astrid suspiró con resignación, a pesar de odiar ese tipo de eventos, debía hacerlo, sería peor para ella si intentaba fastidiarlo o si se negaba a ser parte de ello, se mentalizó que sería una tonta y aburrida cena que terminaría rápidamente, que el centro de atención seria Emmont y su prometida. Al bajar ya su padre, madre y hermanos se encontraban posicionados cerca de la entrada de la casa en espera de la familia, se posicionó al lado de Paul. -Qué aburrido todo esto, es una mierda- le dijo el chico por lo bajo, provocando la risa de Astrid. -Shhhhh ya vienen – les regañó su madre. Emmont desde muy pequeño se destacó entre los tres como el hijo pródigo, siempre a los pies de su padre, siguiéndole los pasos y expresando que de grande quería ser como él; por su parte Paul era más relajado, no era un problema, pero se mantenía al margen de todo, entre los dos para Astrid, Paul era su hermano favorito, siempre amable y cariñoso con ella, la entendía y jamás la juzgaba, al contrario, le demostraba su apoyo incondicional. Una de las sirvientas abrió la puerta y por ella hizo entrada de cabecilla el señor Tommas Tayron, un hombre alto y elegante, traía un bastón y una pipa en sus manos. -¡Mi queridísimo amigo Bernadette! Los hombres se tomaron en un fraternal abrazo, comentando una que otra cosa y riendo. Detrás de el apareció una radiante rubia, que a deducir era la señora Alysha Tayron, su esposa y madre de sus hijos, vestía igualmente elegante y tenía una sonrisa en el rostro, saludo primeramente a Bernadette y luego a Yvette. -Mi estimado Tommas, él es mi hijo y mayor orgullo Emmont. Emmont parecía que había inflado su pecho al escuchar tal presentación de su padre, se colocó derecho y le estiró la mano al hombre. -Un placer conocerlo, señor Tyron. -Oh, nada de señor, te casarás con mi hija, así que sólo dime Tommas – le dijo el hombre con una sonrisa, estrechando la mano del chico-, me alegra mucho que seas un joven tan apuesto, mi hija es mi mayor tesoro, no se la podría entregar a cualquiera. Los adultos rieron ante tal comentario, mientras que los chicos se mantenían serios mirando la escena.  -Ven por favor Maddie, ven a conocer a tu prometido – le llamo su madre. Astrid, quien había tenido curiosidad por conocer el rostro de su futura cuñada, se llevó una sorpresa al llegar está al frente de ellos, pensó que tal vez se encontraría con una egocéntrica chica, feliz de casarse con un apuesto joven como su hermano, pero no fue así, lo primero que notó en ella fue una belleza sin igual, algo que parecía ser un alivio para Emmont, quien no dejaba de verla con una cara de tonto enamorado, lo había escuchado hablar días antes con temor de que el físico de su esposa no fuera lo que el esperaba, pero ahora parecía satisfecho al tenerla en frente, aunque no se pudiera decir lo mismo de ella, se le notaba tristeza en sus ojos azules como el cielo. -Un enorme placer conocerte, Maddison – le dijo Emmont a la chica, tomando la mano de esta con delicadeza y posándole un beso. La chica dibujó una sonrisa obligada. -Igualmente, Emmont – le respondió con amabilidad. -Maddison, te presento a tus futuros cuñados, él es Paul – intervino su padre. -Qué tal, un gusto – le dijo su hermano, haciendo una reverencia con su cabeza. -Un gusto conocerte, Paul – le respondió la chica, con una sonrisa nerviosa. -Ella es Astrid, la pequeña de la casa. Astrid no esperaba menos de su presentación, pues así la tenían en su familia, como la pequeña. La rubia tardó unos segundos en atinar palabra y es que Astrid tampoco tenía intenciones de ser la primera en hablar, estaba en frente de una chica común y corriente, no de la reina de Inglaterra. -Hola, mucho gusto Astrid – le dijo por fin, al notar que su cuñada no atinaba palabra alguna. -Un gusto conocerte – le dijo Astrid, mirándola. Había otros dos hijos del matrimonio Tyron, Sky una pequeña niña jovial de aproximadamente unos 12 años y Marcus el hijo mayor, quien no pasó desapercibida a Astrid en ningún momento. Astrid pensó que aquello solo sería cosa de una cena y una conversación, pero para su desagrado y sorpresa no fue así, su madre no le había informado, que habían invitado a los Tyron a pasar unas semanas en su casa antes del matrimonio de los chicos, y para su peor, debía compartir habitación con su cuñada.  Luego de la aburrida los hombres Tyron y Price se juntaron en la oficina para degustar de un wiski, mientras que las mujeres tomaban el té en la sala de estar. -Mamá, ¿puedo retirarme? – le preguntó Astrid a su madre. -Astrid, estamos compartiendo un agradable momento con la señora Tyron y las niñas, no seas mal educada – le dijo su madre con una sonrisa, que claramente denotaba incomodidad. -Oh no, Yvette – intervino la señora Tyron- estas conversaciones aburren a las chicas, déjala que vaya ¿Sky puede acompañarte, cariño? Para que tome aire fresco y conozca los alrededores de la casa. -Los ojos de Yvette en ese momento parecía que iban a salir de sus órbitas, Astrid tradujo eso como que decía decir que sí, a ser la niñera de la pequeña Tyron, y para ser sincera, ella prefería eso a tener que quedarse un rato más, escuchando las tonterías que hablan esas dos mujeres. -Claro – le respondió con una sonrisa- vayamos a ver los caballos – le convidó a la niña, quien con una sonrisa se levantó de su asiento. Caminó junto a la niña y de camino pudo notar que Emmont ya estaba haciendo su trabajo y lo que mejor sabe hacer, aburrir a la gente, y en esta ocasión, tenía el placer su futura esposa. -Oh, Astrid – le llamó, haciendo que su hermana se detuviera en la puerta y cerrara los ojos con fastidio- ¿A dónde van? Astrid se dio la vuelta mirando hacia donde estaba la pareja, su cuñaba la miraba con esa expresión que sólo podría tener una persona que está harta de la vida. -Llevare a Sky a ver los caballos – le respondió. -Ah, genial ¿quieres que vayamos con ella? Así conoces un poco – le invitó el chico. -Sólo si Astrid no tiene problema en eso – dijo mirando a la castaña Astrid. -Para nada – le respondió con seriedad. Había mentido, pero debía ser educada, recordaba una y otra vez a cada momento lo que su madre le había pedido, esta vez no lo arruinaría, o eso intentaría.  Astrid caminó al frente junto a Sky, quien resultó ser una excelente compañía, era una niña muy energética y cómica, a cada cosa le sacaba un chiste provocando las risas de Astrid, mientras que detrás de ellas se encontraba Emmont, dándole un Tour a su esposa, quien un segundo más escuchándolo y morirá de un ataque de fastidio. -Oh, mira Sky, este pequeño nació ayer. Emmont se acercó hacia el establo junto con Sky, dejando atrás a Maddison y Astrid, las chicas caminaban en silencio, pero Astrid notaba que Maddison la miraba de reojo. -Te ves muy joven. ¿Qué edad tienes? – le preguntó de repente Maddison a su futura cuñada. -Creo que voy a tomar eso como un alago, que me digas que me veo muy joven – le dijo con una sonrisa. Madisson bajó la mirada con vergüenza. -No me lo tomes a mal, es que mi padre nos dijo que tú eras la mayor, creo que se confundió – le explico con amabilidad. -Tengo 16, un año menor que tú. -Acerté en la edad, era lo que imaginé que tenías. Conversando más de acerca con esa chica, Astrid se dio de cuenta que era impresionante aquella belleza que denotaba, lo que más resaltaba de ella eran sus ojos, tenía unos hermosos ojos azules como el cielo, su hermano Emmont era muy afortunado. -Espero no te moleste que tengamos que compartir tu habitación, trataré en lo más mínimo de incomodarte. ¿Qué significaba aquello? Esa muestra extensa de amabilidad que le ofrecía, Astrid sentía que no podía ser posible que esa chica tuviera todas esas cualidades juntas, era realmente atractiva, tenía educación y amabilidad, tal parecía ser que su futura cuñada estaba echa a la perfección, pero eso era algo que con el pasar de los días descubriría. -Creo que puedo soportar compartir mi zona de confort con alguien más – le dijo con una sonrisa. Sonrisa que fue contagiosa para la rubia, quien por primera vez en la tarde dibujaba una expresión real en su rostro, cosa que ni Emmont había podido lograr, Astrid la miró con unos segundos, su rostro cambio en ese momento, parecía que esa sonrisa le daba un brillo diferente. -¡¡Astrid!! – le llamó Emmont, haciendo que la chica despertara de esa aura mágica- por favor ayúdame a sacar eso, está pegado con el lodo. -El premio para el mas inútil – dijo Astrid, causando la risa de Maddison. Astrid volteó a mirarla con una sonrisa. -Vamos As, ven por favor – le volvió a decir el chico. -Ahí voy, ahí voy – le dijo con fastidio. Emmont intentaba sacar una rama del lodo para poder alcanzar una fruta que estaba en una de las ramas más altas del árbol, pero parecía no poder, Astrid lo empujó para que se hiciera un lado, tomó con sus manos fuertemente la gruesa rama y jaló, sintiendo el primer intento en vano, tomó aire y un poco más de impulso, logrando con más fuerza que saliera, pero lanzando consigo un pedazo grande de barro, del impulso Astrid cayó al suelo y el barro fue a parar en la cabeza de Maddisson. -¡¡Oh no, Astrid!! – le gritó su hermano.                                                                                      
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