CAPÍTULO 1: GRAN DÍA

3458 Words
Jhazlym agita los brazos en el aire, lo suficiente para que pueda entenderse el nombre que había escrito en el cartel que había trabajado unas cuantas horas el día anterior. Se aseguró que el grupo de personas que se acercan a la salida, donde ella se encontraba, rodeada de un grupo de personas que seguramente también esperan a sus familiares. Cristofer Núñez. ¿Las letras son lo suficientemente grandes para que se pueda entender a distancia?, esta y muchas otras preguntas más tiene la peruana en mente mientras se asegura de seguir moviendo el cartel a pesar del cansancio de sus propios brazos. ¿Acaso Cristofer pudiera ser capaz de verlo? La ansiedad de ella comenzó a protagonizar cuando más personas siguieron saliendo, pero ninguna se acerca directamente a ella. Sus nervios están tan presentes que con sus dientes atrapa el interior de su labio inferior, mordiéndolo muy nerviosa y, también esperanzada porque quiere reconocer el rostro del hombre que la cautivo meses atrás: Cristofer. Muy a pesar que no lo conoce más que video llamadas, fotografías que intercambiaron, pero nada más y de ningún otro lado. Podía ser un asesino, tal vez. Pero eso es algo que a nuestra querida ingenua no se le ocurrió. Hoy es el gran día que por fin conocería después de largos meses charlando por la red a la persona que dice ser su gran amor. Para buena suerte de Jhazlym, él vive muy cerca de Perú, que es el país en que vive prácticamente son países vecinos, la idea de que se encuentren en la frontera de sus países se propuso, pero a la mamá de la peruana no le gustó mucho la idea de que tenga que encontrarse con un extraño en una ciudad extranjera. A pesar que las posibilidades que se conozcan y se frecuenten eran muy vagas, pero no le quedaba de otra que confiar y creer que podrían ser la excepción del otro y así llegarían a conocerse, y entablar una relación. Que, en secreto, Jhazlym lo deseaba más que a nada. Desde que la idea de conocerse se planteó ella comenzó a fantasear con la idea que la relación podría ir por un buen camino, que podrían visitarse más a menudo, ponerse de acuerdo donde y cuando verse, y tal vez, sí la suerte estaba del lado de la menor podrían llegar a entablar una relación de verdad. Suspiro, mirando por la enorme ventana. La inquietud en ella está latente, esperando si alguien voltea a mirar su cartel, o al menos se acerque a ella, pero nadie lo hizo. Aunque no quisiera la pobre mente de Jhazlym está en constante incógnita, en recelo, y agonía porque segura no está si llegaría, o si podría verlo en fotografías o en alguna video llamada. La tortura no para mientras los segundos pasan sin la presencia del susodicho extranjero. «¿Esto... realmente va a suceder? ¿Le gustaré? ¿Me veré muy gorda en esta camiseta? Creo, que debí usar la camiseta roja, la que tenía un escote cuadrado. Ese me acentúa mucho mejor. Realmente, ¿le gustaré? Basta.» Es lo que diría yo si tan solo pudiera escucharme esta alma en desgracia. «Él te quiere, Jhazlym, realmente lo hace. Cristofer, te quiere. Sí, así es.» No lo digo yo, es uno de los tantos diálogos mentales que se dice mentalmente y que por más que deseo editar sus pensamientos, no me es posible. Mordió un poco más ese pobre interior de su labio inferior, con la ansiedad latente y a punto de explotar, continúo agitando sus brazos cansados en el aire, aunque más de una vez bajo los brazos, pero nuevamente los alzaba. Una y otra vez con este movimiento, el dialogo mental paso a segundo plano cuando la historia que inició escribir mentalmente hace un año, paso a ser su protagonista. Ese dulce rostro infantil brilla ante la sonrisa que amplia, muy a pesar de los nervios que la invaden. Recorre su mirada por las nuevas personas que salen del avión y cerró los ojos, su corazón empezó a golpear fuertemente contra su pecho, se humedeció los labios, saboreando su labial de siempre: el de cereza. En un pestañeo, abrió los ojos y aunque estaba a distancia fue capaz de reconocer a ese rostro medio regordete, largo y de un color de piel tan pálida como el mismo marfil. Aunque jamás lo vio cara a cara, pudo intuir que es Cristofer. El dichoso Cristofer. ¿Corazonada? Es mucho mejor llamarlo así. Un brillo único ilumino sus ojos y una sonrisa eufórica se amplió en sus labios al visualizar al hombre larguirucho, pálido y apuesto que camina hacía la salida en donde ella se encuentra. Rostro en forma de corazón, labios rosados y gruesos, de esos que provocan morderlos después de un beso, unos hermosos ojos verdes con motas celestes, pestañas espesas que embellecen sus ojos y unas cejas pobladas que se alzaban picaras de vez en cuando al buscar alguien familiar, o el letrero. Jhazlym movió más los brazos, aunque ya estaban medios adormecidos. —¿Cristofer? —alzó la voz, dando brincos con diversión—¡Cristofer! No tenía ni una sola idea si realmente fuera él, pero eso no impidió que siguiera gritando hasta que por fin llamó su atención. Cristofer le devolvió la mirada, el brillo parece también tenerlo él, mirando, maravillado y eufórico a Jhazlym. «Sexy», ella pensó demasiado. En definitiva, la peruana está encantada con la idea de tener a metros de él al hombre con el que soñó por meses enteros, pero no se mueve ni un poquito del lugar en donde está, pueden ser los nervios, puede ser el miedo que ya está haciendo efecto. Puede ser cualquier cosa lo que mantiene por unos segundos la mantiene sin aliento. «Hermoso, ¡oh, Dios mío!» Es el hombre más lindo que he visto en mi vida, se dijo así misma. Varias veces se repitió lo mismo con esa vocecita chillona de emoción. Sus mejillas se colorearon de un rojo intenso y de modo instantáneo se mordió el labio inferior, abriéndose paso entre las personas para poder llegar a su hombre, Cristofer. Mientras él al verla las comisuras de sus labios se ampliaron en una enorme sonrisa, la cual embobo a Jhazlym, quien ya se mordía su propio labio inferior y después seguía abriendo su paso para llegar a él. Se apartaría si «¿lo beso? No, o ¿sí? No, no creo que lo haga», se dijo así misma en un intento de reunir fuerzas para detenerse al límite que los divide. Sus ganas de besarlo son tantas que comienza a mover los dedos alrededor de la cartulina, arrugando los extremos de este. Rápido doblo el cartel para guardarlo en la maleta que tenía colgada en sus hombros, y regresar la vista hacía el frente, mirando con ansiedad a Cristofer. «¡Quiero besarlo! ¡Dios! Parezco patética», se regañó así misma, suspirando y desviando la mirada hacía sus pies, mirando sus converses moradas como si fueran una novedad. Los nervios en ella están a flor de piel, pero eso no la detiene a moverse como si tuviese una pulga en el cuerpo, con suerte ya es el turno del suertudo Cristofer salir hacía el otro extremo, ya la cercanía de ambos era casi nula ya. ¿Quién dio el primer paso para correr hacía él o viceversa? Jhazlym, se detuvo a tan solo unos metros de Cristofer. Mordió su labio inferior, escuchando el galopeo desesperado de su inocente corazón. Ella juraría que en cualquier momento perdería el aliento, le daría un ataque al corazón y moriría al instante. Ahí, frente a él. Muy trágica y dramática la inocente. «¡Tengo que apartar la mirada de sus ojos! ¿Por qué son tan hermosos? Quisiera nadar y embriagarme en el mar de sus ojos. ¡Estoy demente!» Con esos diálogos mentales, sí que lo está. Jhazlym arrugo la nariz, y desvió por un segundo sus ojos, luego los volvió a él otra vez. Ninguno de los dos se aventuró abrazar al otro, a pesar que más de una vez había escrito la escena en como va ser el primer encuentro entre ellos. ¿Cómo?, ella lo imagino que se tiraría encima de él para abrazarlo con fuerza, darle unos cuantos besos, inclusive besarlo por primera vez. Más de una vez reescribió como podría ser el verse con él, pero ninguna fue como paso en realidad: ambos se quedaron paralizados. Es el momento adecuado para buscar algo de comer y ver el ridículo que hacen estos dos. Es lo que sigue de lamentable que ni un hola se pudieran decir, no sean como ella y elijan alguien a distancia, o un tímido. Sus piernas comenzaron a temblar con los ojos puestos en él, mientras su dialogo mental se repetía una y otra porque no podía apartar sus ojos de los ajenos. «No puedo. No puedo. Son muy hermosos. Juro que me dará un ataque diabético por tanto observar la dulzura de sus ojos». Esos diálogos mentales cursis de Jhazlym. Pobre de él, se topó con una loca sin remedio, pero estaba advertido, él dijo que así le gusta y yo me rio por lo desastrosos que son. Ella inflo sus mejillas, aun sin desviar la mirada de los ojos de Cristofer. Y los lloriqueos comenzaron mientras rasca con la recortada uña de su pulgar a la correa de su mochila. «¡Oh, Dios mío! Realmente es él, es Cristofer», ahí está nuevamente la emoción lunática de la peruana. Su cuerpo tembló cuando Cristofer dio un paso hacia ella. Como en una comedia romántica, ella lo imito y con los labios temblorosos liberó un jadeo de su garganta. —H-hola… Tartamudea nerviosa, dando zancadas pequeñas hasta quedar frente al pobre chico. Los latidos de su corazón golpearon más fuerte, haciéndose escuchar. Sintiéndose viva, y la sonrisa se ensancho en sus labios, una pequeña lágrima caliente cayó de uno de sus ojos. Cristofer, noto aquella pequeña lágrima y antes que cayera por la mejilla de ella, estiro su mano hacía ella y con su dedo índice, la limpio. «Wow. ¿Qué acaba de pasar?» Es lo que también me pregunto, fue más que agradable ese gesto. Ella se tambaleo en sorpresa por lo que acaba de suceder, hacía muchísimo tiempo que nadie hacía esto. Nadie. Absolutamente nadie limpio sus lágrimas en el pasado, con excepción de un amigo, uno antiguo, cuyo chico no veía en muchos años. Germán, es su nombre. El recuerdo la hizo suspirar, quedando a un metro del recuadro en que se encontraba Cristofer. Respiro profundamente, sus ojos se encontraron y una sonrisa suave como tierna, se dibujó en los labios de ambos. —Hola... Jhazlym susurró en voz muy baja, observando detenidamente las comisuras de sus labios, aun curvadas en una adorable sonrisa, dándola un vuelco a su inocente corazón. Ella levantó su mano, quedando a la altura de la barbilla de él, tímida y bastante torpe acercó la diestra hacia la mejilla de él. ¿Por qué? Ni una sola idea, pero al parecer parece funcionar porque Cristofer trago saliva, desviando la mirada hacia la mano de ella. Y ella respiro agitada. Detenidamente observo el rostro de su amado, su mandíbula se tensó, y nervioso sus ojos se abrieron más de lo normal. ¿Le disgusto que ella tome así su rostro?, ¿no se esperó un gesto como ese? La pobre no sabía dónde meterse, o si el suelo pueda abrirse para que se la trague con zapatos y todo, apretó en una línea recta sus labios y dudando, bajo la mano. Los ojos de Cristofer, volvieron al rostro de ella, observándola con tanta profundidad como si pudiese traspasar su pared, y ver el alma azul que tiene la peruana, su mirada profunda la intimido tanto que inmediatamente agacho su mirada. Con la timidez que ahora es su protagonista. Pasar de la ansiedad, los nervios y la timidez. Son cocteles peligrosos que llevarán a la peruana a un torbellino de caos, del cual puede que no llegue a salir. Observando cómo sus dedos jugaban con su anillo de plata, el cual protegía su dedo anular de su diestra. Hacía tres años, con exactitud, lo usaba en el mismo dedo, es como un símbolo para Jhazlym, un símbolo de que el amor aun podía existir para ella, que existe ese alguien que la pueda amar también. En alguna parte del universo y, una parte de ella quiere, tiene la esperanza que es Cristofer. —Hola... Ahí va el titubeo Cristofer haciéndose presente. Ella dio un respingo, cuando la voz de Cristofer llegó a sus oídos. Ya antes lo había escuchado, pero no en vivo ni en directo, mordió su labio inferior, aleteando sus pestañas, maravillada. Es una tierna. «Su voz, me encanta... su acento, ese acento argentino. Me derrite. Me encanta.» Humedeció sus labios otra vez y nuevamente se volvió a morder su labio inferior, pero a diferencia de las demás ocasiones lo liberó con un gesto que intentó que sea coqueto, pero estuvo lejos de funcionar porque la torpeza este día esta tan presente en ella que la hace tambalear. —N-No... Hagas eso. El susurro de Cristofer hizo reír a la inocente peruana que apretó sus labios en una línea, ocultando la risa que deseaba hacerse escuchar, este chico no despego la mirada de ella, pero tampoco se quejó porque ella de inmediata alzó una ceja, arqueando esta. El chico sonríe divertido, mirándola con detenimiento mientras ella simplemente sigue mirándolo también, con detenimiento y sonreír con picardía. — ¿El qué? El jugueteo coqueto comenzó. La pregunta que hizo sin desviar sus ojos de los de él, dice más de lo que sus labios quieren decir, es claro que ambos desean comerse, pero al estar con publico alrededor, lo hace tan imposible como respirar en un beso que dura más que una sesión de besos apasionado. Ella intento descifrar el color que eran exactamente sus ojos, ya que parecían verdes, pero también celestes. «Definitivamente son verdes. Humm, no, también son azules. Y celestes… Wow, no sé, simplemente son hermosos.» Cristofer trago saliva, audible y fuerte. La peruana solo sonríe con timidez y desvía la mirada hacia sus manos, que jugueteaban aun con su anillo de plata que tenía un círculo mediano, en medio y una piedra tornasolada, una piedra luna. —Morderte... —dijo Cristofer, en un tono de voz muy bajo, señalando con el índice de un modo totalmente disimulado hacía el labio inferior de ella—. Morderte, ese bonito labio. Ese susurro hizo que la peruana se estremezca al subir la cabeza hacia él, y con la mirada muy fija en extranjero. —Oh. Jhazlym desvió la mirada hacía el suelo, se movió de un lado a otro sin saber mucho más que decir. O hacer, ¿debía disculparse con él? Esta situación que tienen es demasiado incomoda, y me temo que él no le interesa demasiado más que un momento con ella. —Lo siento —dijo la ingenua en un susurro. Cristofer le dedico una sonrisa encantadora y negó su cabeza. —Es que me provoca besarte... Cristofer, y sus juegos tientan a la peruana hacer todo eso que alguna vez leyó pero que jamás se atrevió a decir, ni por casualidad. Ella trago saliva con fuerza. «Entonces… no te detengas», los diálogos mentales y sucios ahora están rondando en su ingenua mentecilla. El corazón ella está apostando al estar frente a él, pero él... impredecible como la vida misma. Tal vez podría arrepentirse en un futuro por la osadía que quiere hacer, pero por ese momento está dispuesta a darlo todo por tener un poco de aventura, o una semana entera. —Sí, quieres realmente algo... —hizo una pausa, mordisqueándose el labio inferior. A estas alturas esos labios ya no traían labial con tanta mordida—... no siempre debes pedir permiso, o avisar que deseas hacer algo. —¿Segura? —¿No me dijiste que deseabas hacerlo? Cristofer comenzó a reírse, mirando divertido a la osada. Y para ella, su risa es como una dulce melodía, como todo acerca de él, Cristofer es perfecto, perfecto para ella. — ¿Qué? La pregunta de Jhazlym en ese tono inocente hacía que los gestos de él cambien constantemente, entre coquetos, y divertidos. Él sonrió y sin más dio un paso más hacia adelante, y el corazón de la ingenua dio un vuelco, empezando a latir cada vez más y más fuerte. Ella también dio un paso más, quedando más cerca de él, a tan solo, centímetros. —Eres hermosa —susurro él. Tú no te quedas atrás, por supuesto que no le interrumpió por más piropos que deseaba responderle, y no precisamente porque no quiere entrar en ese juego de coqueteos, si no, porque se quedó completamente muda ante eso inevitable que está a solo segundos de poder manifestarse. Un rojo intenso, pinto bruscamente las mejillas de Jhazlym. —De verdad, hermosa. —Gracias. Fue lo único que pudo decir y tan bajito que es lo más probable que entre el ruido del aeropuerto quede como un suspiro para él, a pesar que casi puedan respirar el mismo aire. Cerró los ojos, dando lentamente un paso más hacia adelante, disminuyendo un poco más el espacio entre ellos. Suspiro y los abrió de vuelta, encontrándose con aquellos ojos que la hacen temblar. — Me gusta... —susurro una vez más—. Tu voz, me... gusta tu voz. Finalmente, estiro sus brazos temblorosamente con la intención de abrazarlo, o rodear su cuello, y con ansias necesita darle un abrazo cálido, tierno. Por supuesto que se lo da, porque se atreve a dar ese abrazo que reprimió. Cristofer tembló bajo el tacto de ella, alzo la barbilla sin despegar la mirada del extranjero que ni se atreve a ocultar su sonrisa que comienza desvanecerse cuando él lleva sus manos a su cintura para atraerlo hacía sí mismo para esta vez acortar la distancia que les queda. Sus narices se tocaron, y Cristofer, exhalo un suspiro para después sonreír. La sensación electrizante que atraviesa el cuerpo de ella se hace más extensa, más rica, y ahí está nuevamente mordiéndose los labios, apoyando su barbilla en el hombro de él. Jhazlym, sintió aquella satisfacción que hacia un tiempo no sentía. Los suspiros no pararon ni por casualidad, los apretones del abrazo se intensificaron y los besos comenzó a dejar en el cuello de él. Ella se siente tan bien, lo destaco cuando la sonrisa se siguió ampliando, y los besos se volvieron mordidas. Ternura, calidez, seguridad, confianza y amor. Son los sentimientos que la invaden. Sentimientos que anhelaba sentir, quería realmente sentirse cómoda al lado de alguien, tal vez tener cenas silenciosas, y agradables, sin aquella incomoda tensión en el ambiente. Sentir aquella confianza de poder expresar abiertamente sus ideas y sus sentimientos, sin sentirse cohibida e incómoda, quería sentirse realmente amada, sin sentirse rechazada. Quería sentirse embriagada de amor, sin sentir dolor y culpa. Take Me There de McFly, empezó a sonar en su cabeza típico de las escenas románticas, de las películas comedias-románticas que Jhazlym solía ver siempre que podía y las cuales le encantaban, demasiado. Sí era posible las veía una y otra vez, algunas veces se aprendía los guiones y los repetía junto a los protagonistas. Un poco triste pero lo suficientemente acertado para que la felicidad dure un poco más en el cuerpo de Jhazlym que no está dispuesta a soltar al amante que ni emoción que ella imagino, mostro al verla. ¿Por qué habían demorado tanto en abrazarse, o en besarse? Ese chico solo está ahí, abrazando el cuerpo de ella mientras que ella se desvive por un poco más de su atención. —¿A dónde vamos? Podemos pasar primero a registrarme al hotel y luego nos vamos a donde quieras —hizo el clásico movimiento de apartar un mechón de su cabello lejos de su rostro y por fin un beso dejo, pero no, EL beso que ella esperaba—. ¿Nos vamos? —Claro que sí, deja que pido un taxi. Agonizante dejo caer sus brazos a sus costados, dando un paso hacia atrás para buscar su teléfono y abrir la app de taxis para pedir uno, poniendo la dirección que le había dicho su pareja. ¿Así debe llamarlo no? Por el momento no habían definido la relación que tienen, y al parecer él no tiene mucho deseo de hacerlo. Apenas le enseño que el taxi ya va llegar se movió con él, fuera del aeropuerto. Una nueva vida junto a él, podría iniciar. O al menos, intentar.
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