Prólogo

752 Words
Florida, 27 de julio de 2016. «Error». Me senté en la orilla de mi cama a pensar en el significado de esa palabra. «¿Qué es un error?». La pregunta reverberó en mi cabeza. Según el diccionario, significa: 1. Idea, opinión o expresión que una persona considera correcta, pero que en realidad es falsa o desacertada. 2. Acción que no sigue lo que es correcto, acertado o verdadero. Bien. Todo en términos rimbombantes se ve muy bonito, pero la realidad es que, una idea, una opinión o expresión que yo considere acertada, para otras personas puede ser incorrecta, y lo que para el resto del mundo puede ser correcto, a mi podría parecerme un completo disparate. Por ejemplo: Las religiones. A mi parecer, una religión que subyugue a la mujer, que la limite a ser solo un instrumento para la reproducción humana, donde la figura femenina no es otra cosa que un referente a la sumisión y la obediencia; Eso, para mí, es una idea errada de religión. De acuerdo, sé que las religiones son un invento del hombre, para controlar y manipular a la humanidad, pero mal que bien, sirven para mantener un equilibrio (por no decir “control”) en la sociedad. Debo confesar que creo firmemente en la existencia de un ser supremo que creó el mundo, al hombre, a los animales, las flores, los hermosos amaneceres, la luna, el sol… y pare de contar, pero como se llame, en verdad me tiene sin cuidado. Para mí, Allah, Jevovah, Yahvé, Shangdi, Shivá, Buda… ¡Son lo mismo! Solo que cada uno tiene un contexto cultural diferente. Para algunos, lo que acabo de decir es un error garrafal. Sin embargo, sé que muchos me darán la razón. Y es que, a la hora de definir lo correcto y lo incorrecto, tendríamos que poner en la balanza otros dos términos: objetividad y subjetividad. Para mí, es correcto tomar una decisión basada en la objetividad, porque así evito dejarme llevar por mis sentimientos y hacer juicios erróneos. Muchas personas pensarán que mi falta de subjetividad me podría llevar a tomar decisiones a la ligera, que al no ponerme en los zapatos de otras personas, no tendría la visión necesaria para tomar una decisión imparcial, aunque objetividad e imparcialidad vayan de la mano, pero en fin… ¡Cada cabeza es un mundo! Sé que a pesar de que algunos piensen que mi manera de pensar es errada, también sé que muchos estarán de acuerdo conmigo. ¿O no? ¿Quién está errado? ¿Quién tiene la razón? En realidad, esta historia no tiene nada que ver con religiones, ni creencias ni debates acerca de objetividad y subjetividad. Todo lo planteado hasta aquí, solo es un montón de palabrería para exponer un punto que si es de relevancia de ahora en adelante. Error, error, y más errores… Esa es la historia de mi vida. Suspiré y volví a preguntármelo. «¿Qué es un error? ¿Lo que hice califica como error?». Me llevé las manos a la cabeza y un montón de preguntas retumbaron en mi mente. ¿Qué fue lo que hice? ¿Por qué diantres lo hice? ¿Por qué con él? ¡Rayos! Es un puto dilema que ronda en mi cabeza y no me deja en paz. No desayuné, ni almorcé. A duras penas logré tragarme un pedazo de sandía, el que casi regreso en la taza del váter, a causa de las náuseas espantosas que sentía. No, no estaba embarazada. Debo dejarlo claro. Mi malestar era debido al terrible cargo de consciencia, a la resaca moral que llevaba a cuestas desde que abrí mis ojos y vi un cuerpo masculino desnudo a mi lado. Y aunque sabía que no debía desearlo, no podía evitarlo. ¡Dios! Deseaba sentir sus manos recorriendo mi cuerpo, otra vez. Anhelaba sentir su adictiva boca en mis labios y sus dedos, allí, en el punto exacto… ¡Jodido alcohol! Nos hace actuar como animales primitivos. Se nos olvida el pudor, y lo que está correcto o no. Nos sentimos superhéroes dueños del mundo, pero el remordimiento llega al día siguiente, acompañado de un terrible dolor de cabeza. ¡La guinda del pastel! Allí, sentada en mi cama, oyendo el horrible chillido que emite emitía el aire acondicionado de esta pequeña habitación, mirando la pared color beige de mi cuarto, sintiendo que en cualquier momento mi cabeza podía estallar, me pregunté: ¿Acaso estaba estaba frente a mi próximo gran error?
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