Capitulo 1

4953 Words
 El chico movía sus manos con la mayor rapidez que podía. El nerviosismo entremezclado con el miedo que enseñoreaba su cuerpo, ocasionaba que sus movimientos fueran torpes y desiguales, mientras le preparaba la cena al sujeto que estaba en la sala, en un estado de ebriedad tal, que a duras penas podía mantenerse de pie, pero a pesar de su condición, se levantó del sofá para ir en dirección al jovencito que se estaba tardando demasiado.   Con pasos desiguales, se tambaleaba en el camino rumbo a la cocina, hasta que por fin llegó, arrojando su botella de ron al suelo para hacerse notar.   - ¡Estúpido! ¿Por qué tardas tanto? ¡Tengo hambre! eres un inútil, ni unas simples salchichas puedes hacer - Espeta el hombre, viendo como el chico se estremecía por haber notado su presencia.   -Terminaré pronto... - Musita el joven encogido de hombros, observando que el hombre se acercaba a él.   Este le sujetó por el cabello volteándole, y sin más le golpeó con fuerza en su mejilla, el chico entre quejidos cayó al suelo, llevándose consigo las salchichas que estaba preparando.   - ¡Mira lo que hiciste maldito mocoso, recoge todo eso! - Grita viendo como el chico que yacía en el suelo, comenzó a recoger las salchichas, sintiendo como sus dedos se quemaban, por lo calientes que se encontraban.   Al cabo de media hora, el hombre dejó en paz al chico y este pudo terminar de preparar la cena. Cuando se acercó a llevársela, quitó el exceso de botellas vacías de la mesa, para dar espacio al plato. El hombre mientras bebía, detallaba todos sus movimientos, hasta que en el momento que el muchacho pretendía irse, le sujetó un brazo para que se sentara a la fuerza a su lado.   El chico temblaba del miedo, sintiendo como el hombre comenzó a acariciarle el cuello, pasando sus manos toscas sobre su piel lastimada de golpes recientes y pasados, con sus ojos cerrados se reprimía a llorar en el instante que el borracho individuo, sustituyó sus manos, por su lengua, lamiéndole el rostro con lascivia.   -Chúpamela... - Murmura en el oído del niño que comienza a llorar en silencio.   -No... no por favor - Suplica el chico en un hilo de voz.   El hombre sin decir una sola palabra, le sujeta el cuello, llevándole hasta su pantalón.   - ¡Obedece! - Grita y al instante el joven en medio de un llanto silencioso, comienza a desabotonarle el sucio pantalón de mezclilla.   ***   En la mañana siguiente, el chico despertó en el suelo de la sala, con pesadez y sigilo, se levantó del sucio piso de madera, yendo con paso lento hasta su habitación para entrar al baño. Al llegar, cerró la puerta con seguro, suspiró sintiendo que ahora tenía cierta protección, así mismo entró en el cuarto de baño para cepillar sus dientes. En medio del proceso, se detuvo por un momento para ver la imagen que reflejaba el espejo partido a la mitad, que reposaba sobre el lavamanos, miró algunos de los moretones que tenía su rostro, los observó por unos segundos, suspiró desanimado, y luego continuó cepillando sus dientes, pensando que en pocos minutos tendría que estar en el colegio.   Al terminar de lavar sus dientes, entró a la ducha para asear su cuerpo. Minutos después sale del área de baño, cubriendo su cuerpo desnudo con una escueta toalla, cuando justo en ese momento, escucha que están tocando la puerta de su cuarto con tanta furia, que el muchacho no se sorprendería si en cualquier segundo, la puerta se destrozara más de lo que ya estaba.   - ¡Abre la maldita puerta basura, sé que estás ahí! - Grita el hombre del otro lado.   El muchacho comienza a sentir un nudo en su estómago, y un torrente de miedo comienza a recorrer todo su cuerpo, se queda inmóvil sin decir una sola palabra, cuando vuelve a escuchar los golpes en la puerta una vez más.   - ¡Te dije que abrieras esa maldita puerta Sam, bastardo bueno para nada! no hagas que la arranque como la semana pasada - Amenazó el furioso hombre.   El miedo del muchacho, incrementaba con cada sonido que emitía el puño de ese hombre sobre la puerta. Pero luego de darle vueltas al asunto, asintió y se dirigió caminando sin mucha seguridad, para cumplir con las peticiones del individuo que esperaba impacientemente del otro lado. Al abrir la puerta, el sujeto no esperó demasiado para lanzarse contra él propinándole un puñetazo en su cara, tan fuerte que el chico cayó al suelo por el fuerte impacto.   - ¿Por qué tardaste tanto en abrir, imbécil? - Pregunta el hombre con el ceño fruncido.   - Estaba duchándome...y no escuchaba nada... lo siento - Responde en susurros, sintiendo como su rostro ardía en la zona donde fue golpeado.   El hombre después de escucharle, se echa a reír.   - No mientas ¡En esta jodida casa, se escucha hasta el ruido de las ratas cuando se pasean de habitación en habitación! - Vocifera el hombre pateando fuertemente en el costado del muchacho que yacía en el suelo.   Sam se retuerce en el suelo, cubriéndose el rostro con sus manos. Por temor a que el hombre le pateara en la cara.   - ¡Si quieres el dinero, busca dentro del libro que se encuentra sobre el escritorio... esta ahí dentro! - Suplica el muchacho, con los ojos cerrados por el dolor.   - Eso era todo ¿Vez que fácil fue? simplemente tenías que darme el dinero que ganaste esta semana, y nos hubiésemos ahorrado todo esto, Sam - Aclara levantando sus hombros. Con un tono de voz más calmado.   El individuo se agachó, para acariciar el cabello del chico que aún seguía en el suelo, luego de su acto de "afecto", salió del cuarto contando los pocos billetes sin decir otra palabra.   Cuando el hombre se marchó Sam comenzó a levantarse lentamente, sosteniéndose de la pared, sentía un sabor metálico en su boca, estaba sangrando a casusa del primer golpe que recibió de aquel hombre. Se trataba de Raúl Rodríguez su actual padrastro de 46 años, era alto de cabello casi rapado, piel bronceada y ojos cafés, sufría un serio problema con la bebida y las drogas, prestó servicio militar por varios años, pero ahora solo era un sargento retirado con honores. A pesar del tiempo, aún conservaba gran parte de la masa muscular que tenía en aquellos gloriosos días en el ejército, vivía de la pensión militar, pero por sus costosas adicciones, el dinero salía tan rápido como entraba, por esta razón recurría al miserable salario de su hijastro que prácticamente trabajaba para él, y así poder costear parte de sus vicios.   La esposa de aquel hombre, Eva de Rodríguez se había ido meses atrás por causa del mal vivir que últimamente su esposo le hacía llevar, así que era cuestión de tiempo para que algún trabajador social, se acercara y cambiara de hogar a Sam nuevamente.   Este era el 4 hogar donde había estado en sus 16 años de vida, siempre cambiaba constantemente por maltrato por parte de alguno o ambos padres sustitutos, nunca se había defendido ante los ataques de sus agresores, pero cuando tenía 14 años, decidió hacerlo. Había salido tan lastimado después de su acto de valentía, que terminó en el hospital por todo 1 mes. Nadie le visitó mientras estuvo internado, y además se vio en la necesidad, de trabajar para pagar los gastos que precedieron después de su estadía en el hospital. Esa fue la primera y última vez que intentó arremeter contra sus agresores.   Él era un muchacho normal de ojos celestes, cabello medianamente largo color castaño, de piel pálida y algo pecoso. Su cuerpo era de contextura delgada, pesaba unos 49 kilos y media 1.60 de estatura, su apariencia a simple vista era descuidada. No tenía los intereses de un chico normal de su edad, y tampoco había experimentado las vivencias normales de su edad, como la celebración de un cumpleaños, salir con amigos, regalos en navidad, muestras reales de afecto por parte de sus allegados, todo eso era totalmente ajeno en el mundo de Sam.   Su mayor pasión y pasatiempo era leer y escribir todo lo que acontecía en su día a día, leer un libro era un escape lejos de su oscura y solitaria realidad, ya que no tenía amigos, y tampoco intentaba hacerlos, al ver que los chicos se alejaban por razones que él desconocía, razón por la cual dejó de intentarlo con el pasar del tiempo, llegando al punto en que se habituó a la soledad. Después de clases, se iba a su trabajo de medio tiempo como lava platos, en un restaurante de comida italiana, los empleados del restaurante lo trataban de forma tan indiferente, que prácticamente pasaba desapercibido dentro del establecimiento.   ***   Después del "saludo de buenos días" que recibió de su padrastro. Sam limpió la sangre que aun corría por su boca, recogió sus cosas y se dirigió al colegio.   - Ahora tendré otro nuevo moretón en mi fea cara - Pensó de manera cabizbaja el muchacho, mientras se tocaba el golpe en su boca y caminaba hacia el colegio.   Cuando llegó a la casa de estudio, caminó por el pasillo en dirección a su primera clase, sintiendo como era observado por algunos chicos, que lo miraban como si todo su ser emitiera un fétido olor desagradable, él suponía que ese tipo de reacción se debía a su ropa descuidada y vieja, o a sus golpes en el rostro, pero después de cavilar en las posibles razones, llegó a la conclusión que posiblemente eran ambas.   Sam estaba acostumbrado a esa clase de miradas, así que le restó la menor importancia y siguió su camino a la clase de física. Llegando al salón buscó asiento, como aún no había llegado el profesor, sacó el libro de Stephen King para terminar de leer el capítulo que dejó a la mitad anoche.   Más adelante en el salón, un grupo de chicas hablaban sobre la falta de dinero de una de sus amigas.   - Estoy enormemente pobre chicas. Mi papá me ha recortado la mesada, porque quiere que ahorre dinero...es terrible - Dice una delgada chica, haciendo un puchero y suspirando.   Una de sus amigas comienza a reír y le sugiere una idea.   - Oh, si estas algo corta de efectivo te podemos ayudar, solo si estas dispuesta a realizar lo que te pidamos - Propone la amiga, con una sonrisa llena de malicia en su rostro.   - ¿Lo que sea? no voy a matar a nadie por ustedes, y tampoco me voy a prostituir, así que ni lo sueñen - Declara con los brazos cruzados.   Todas las chicas comenzaron a reír ante la ocurrencia de la jovencita.   - ¡No seas exagerada Sofía! ¿No te vamos a pedir algo tan drástico? Es solo una simple e inocente apuesta... ¿vez a ese chico de allá? - Propone la calculadora amiga de la chica, señalando a un desaliñado chico de cabello castaño, que estaba sentado tres puestos atrás de ellas, Sofía volteó disimuladamente en la dirección que su amiga le señalaba.   - ¿Qué pasa con él? - Pregunta tratando de fingir cierta curiosidad e interés.   - Te daremos un hermoso billete de 20, cada una de las que estamos aquí presentes, quiere decir que estarías ganando 100 en efectivo, por darle un beso a ese chico - Reta sonriendo y señalando, a el muchacho que estaba muy concentrado, leyendo un libro súper grueso.   - ¿Esto tiene que ser un chiste verdad? De todos los chicos que hay en este salón ¡¿Vas a escoger al que parece un indigente?! Ni en broma lo besaré, no estoy tan desesperada - Admite cruzando sus brazos, para lucir lo más convincente posible.   - Oh vamos Sofía ¡¿no te la íbamos a poner fácil?! Además, que recibirás 100 en efectivo, le estarías haciendo un favor besándolo, no creo que ninguna chica normal lo haría, imagina que estás haciendo una labor altruista, con beneficios en pro del chico sin esperanza en el amor - Explica en tono de lastima y broma, mientras hace un mohín con sus labios.   Sofía se dedicó a observar a ese muchacho detenidamente, pensando que de cierta forma la apuesta de sus amigas no era una buena idea, tenía que besar a un chico de terrible aspecto ante los ojos de ella, pero luego de darle muchas vueltas al asunto, asintió.   - No es el fin del mundo, además que recibiré mi recompensa y Patricia tiene razón, estaré haciendo una labor altruista en pro para él - Murmura la muchacha sin quitar la mirada de aquel chico castaño.   - ¿Y entonces? - Pregunta de manera dubitativa, su amiga Patricia.   - Lo haré, no es la gran cosa es solo un beso, y quiero ese dinero fácil - Acepta Sofía guiñándole un ojo a sus amigas, con un aire de complicidad.   Cuando se dirigía en la dirección donde se encontraba el muchacho, con paso decidido y colocándose brillo labial en sus labios, entra el profesor de física.   - Ok muchachos, tomen asiento ya la clase comenzó, los que recordaron traer su libro de física, busquen la pagina 243 vamos a realizar los ejercicios que faltaron en la clase pasada - Ordena el profesor mientras borraba el montón de obscenidades en la pizarra.   Algunos muchachos en la clase, hicieron sonidos de pereza al escuchar las palabras del profesor, mientras que Sofía y Patricia prefirieron dejar su apuesta para después de clases.   Al terminar todas las clases, Sam se dirigía a su lugar favorito: la biblioteca, cuando inesperadamente, escucha la voz de una chica llamándole, con una expresión sorprendida, se volteó para ver quién, encontrarse con el asombro de ver que se trataba de una compañera de las clases de física, Sam siempre le había parecido hermosa, de ojos color miel, un color muy parecido al de su cabello largo, siempre amarrado con una cola de caballo.   para Sam, ella irradiaba una luz que no podía explicar, nunca habían intercambiado palabra alguna, ya que él solo la observaba de vez en cuando en clases, veía disimuladamente como reía, y bromeaba con su grupo de amigas, que a su parecer no lucían del todo amigables con personas ajenas a su grupo social.   - Wow... por fin te encuentro, Sam - Dice Sofía tomando aire, después de haber corrido para alcanzar al chico que ahora tenía frente a ella.   Las amigas de la chica, se habían encargado de investigar su nombre, para que toda la apuesta fuera perfecta, ella pudo notar como el chico la miraba con una expresión de sorpresa, gesto que encontró un poco gracioso.   -Me...me estabas buscando... ¿A mí? - Pregunta Sam, con nerviosismo e incredulidad en su voz.   - Si tontito, eres el único en la clase de física que se llama Sam, aunque tu nombre completo es Samuel - Confiesa la coqueta muchacha con una sonrisa en su rostro.   Sam quedó impresionado que alguien supiera su nombre, y más aún que fuera una chica hermosa como Sofía.   - Si...es que yo no pensé que... y... ¿Qué querías? - Tartamudea el chico con una sonrisa de oreja a oreja, tocándose su cabello, ella pudo notar que, de cierta forma, su sonrisa era encantadora, e iluminaba su rostro de una manera que ella encontró algo tierna.   - Necesito decirte algo en privado... es muy importante, oh espera un segundo -Explica, pero luego se detiene, para ver su teléfono, que estaba vibrando por un mensaje que había recibido:   "Que estas esperando bésalo ya ¡Animo amiga!"   Sofía sonríe y les responde:   "Ok, ok cálmense y miren como gano 100 billetes chicas :P ".   Una vez que termina de escribirle a sus amigas, guarda su teléfono, y sin perder el tiempo se acerca a el muchacho que seguía perplejo con su presencia, lo sujeta de su chaqueta con fuerza, y detalla una vez más su rostro, desvía la mirada hacia su boca, tenía unos labios pequeños y rosados, en su ojo izquierdo tenía un hematoma, al igual que en su mejilla, pero lo que más capta su atención, es una pequeña hinchazón roja que tenía en su labio inferior, no quiso pensar como, cuando y donde se había lastimado, simplemente tomó el aun sorprendido rostro de Sam entre sus manos, para tener un mayor control sobre él y besarlo con mayor facilidad, en cuestión de segundos los labios del chico, con los de la jovencita se hicieron uno solo.   Sofía lamia y luego mordía suavemente los delicados labios de Sam, pero en ningún momento introdujo su lengua. Con sus ojos abiertos, Sofía se mantenía atenta, presenciando su " labor altruista" ser una realidad, pudo percibir que aquel beso sin amor, significaba mucho para ese chico, con solo observar en la forma como tenía sus ojos cerrados, ella podía ver, e incluso sentir como él disfrutaba cada milésima de segundo que transcurría mientras sus bocas estaban unidas. Al terminar el beso, Sam aun continuaba con sus ojos cerrados.   - No le digas a nadie que te besé ¿Entendiste? oh espera... recordé que no tienes a nadie, así que no hay problema - Hizo un puchero - Adiós fracasado - Aseveró la muchacha retocándose con su brillo labial, dirigiéndose a un grupo de chicas que observaron todo.   Sam no dijo ni una sola palabra, no entendía que estaba ocurriendo después de sentirse el chico más feliz del mundo, sentirse en el cielo, cae súbitamente de nuevo a la realidad y el golpe de la caída esta vez sí que dolió, vio como caminaba Sofía con aires de victoria hacia sus amigas, las mismas chicas de la clase de física, pudo notar como reían y le daban unos billetes a la muchacha... Sam entendió todo.   Había sido parte de un juego por parte de aquellas chicas, sintió un nudo en su estómago cuando comenzó a procesar todo nuevamente, nunca se habían fijado en él, y que de la nada, aparezca una chica hermosa a besarle, era más que obvio que se trataba de una broma, Sofía tenía razón, era un fracasado, su padrastro actual también tenía razón, era una basura, no había palabras para describir cómo se sentía Sam en ese momento, quedó paralizado viendo como Sofía y sus amigas salían del lugar, caminando victoriosas y cantando por el pasillo, quería que la tierra lo tragara en ese mismo instante.   En la biblioteca no pudo concentrarse, no dejaba de pensar que su primer beso no forzado había sido por una apuesta, y no por amor o incluso deseo, se había imaginado ese momento de muchas maneras, pero ninguna parecida a esta, miraba a los chicos que estaban en la biblioteca, como algunos hablaban entre otros, reían, y la Sra. bibliotecaria les ordenaba que mantuvieran silencio, y ahí estaba Sam, sentado al fondo en una de las mesas de la biblioteca, acompañado solamente con sus libros y cuadernos.   - ¿Por qué no puedo ser como ellos? - Pensaba mientras veía fijamente un libro sin estarlo leyendo realmente. Cuando decidió irse y olvidarse de todo ese asunto del beso, Sofía, los chicos en la biblioteca y sentirse un extraño.   - Los platos que lavaré hoy, me ayudaran a olvidar mi corazón roto - Se decía mentalmente el muchacho riéndose consigo mismo, tratando de buscarle el lado gracioso a la situación para olvidar, y perdonar a los implicados más rápido.   ***   A las 11 de la noche, había concluido su turno en el restaurante, Sam se despide de sus compañeros y decide emprender la larga caminata hasta su casa. Al llegar, sube las escaleras, abre la puerta y como es costumbre Raúl, su padrastro está completamente borracho en la sala viendo un partido de futbol por la televisión.   - ¿Dónde está mi dinero imbécil? - Balbucea Raúl desde el sillón, sin quitar la mirada del televisor, tomando un sorbo de su botella de licor.   - Me fue muy bien gracias por preguntar - Se dice mentalmente Sam.   -Aquí esta... que lo disfrutes - Responde el muchacho sacándose el dinero del bolsillo.   - ¿Qué dijiste? - Pregunta levantándose del sofá.   Sam cuando observa que el hombre se pone de pie, siente como el miedo se apodera de su cuerpo, una vez más.   - Dije que...disfrutes el dinero - Aclara Sam tragando saliva, mientras intenta forzar una sonrisa.   El hombre deja la botella a un lado del sofá, y observa detenidamente al muchacho con una mirada asesina.   -Quítate la ropa... - Ordena caminando lentamente, y sin mucho equilibrio hacia el chico que poco a poco va retrocediendo con cada paso que da Raúl.   - No por favor, otra vez no... por favor - Suplica el chico sabiendo las intenciones del hombre.   - ¿No me escuchaste imbécil? Quítate toda la maldita ropa, no desearás que me acerque y lo haga yo... ¿o sí? - Amenaza con una pequeña sonrisa un tanto aterradora.   Cuando el padrastro de Sam estaba a pocos centímetros de distancia, el delgado muchacho se aparta rápidamente para alejarse lo más que puede, el hombre le sigue, y Sam corre hacia la cocina para huir, pero finalmente logran alcanzarlo. Es sujetado por el cabello, el chico se resiste tomándolo por las manos, pero es inútil, Raúl se encarga de llevarlo nuevamente hacia la sala, con una de sus manos, sujeta con fuerza el brazo izquierdo de Sam, doblándolo por su espalda, lo empuja hacia la pared, para inmovilizarlo por completo, su cara recibe el golpe contra la pared, y siente la presión de su brazo que, aun sigue sujetado con violencia hacia atrás por su padrastro, el chico gime del dolor por el impacto.   -Esta noche nos vamos divertir mucho, hace semanas que no tengo sexo - Le susurra el hombre al oído de Sam, mientras le intenta quitar el pantalón, logra liberarlo y poco a poco le va quitando la ropa al muchacho, hasta que este queda completamente desnudo.   El hombre sujeta a Sam por sus muñecas para que no pueda moverse, para así, tener una mayor facilidad para besarle y lamerle, haciendo círculos con su lengua sobre todo el cuerpo desnudo del chico.   -Así me gustas completamente callado - Susurra el excitado hombre, que ya se encarga de ir introduciendo toda su virilidad dentro del muchacho.   Sam, sin decir una sola palabra, se queda inerte ante las constantes embestidas que recibía de su padrastro, ya estaba acostumbrado, no era la primera vez que abusaban sexualmente de él. Raúl le penetraba con fuerza, golpeando su rostro contra la pared en medio de la salvaje y ruda violación. Sam se sentía mareado, adolorido, pero aun así guardaba silencio, ni siquiera lloraba porque sabía que de nada servirían sus sollozos.   Cuando su padrastro terminó de usar su cuerpo para saciar su deseo s****l, fue a su cuarto a dormir. Sam quedó en el suelo, mirando un punto ciego en alguna parte de la sala. Aun escuchaba los comentaristas del partido de fútbol, que su padrastro estaba viendo por televisión, se levantó del suelo y apagó la tv, no quería que aquel hombre en la mañana, lo golpeara por haberla dejado encendida, recogió su ropa vieja y se fue a su cuarto, cerró la puerta. Como no deseaba usar el mismo atuendo sucio de todo el día, buscó otra ropa que vio en el suelo para vestirse.   Mientras se vestía con lentitud, se quejaba calladamente, su cuerpo le dolía demasiado, y aunque ya debía sentirse habituado, aun no podía acostumbrarse a los constantes golpes, y violaciones que recibía prácticamente todos los días por su padrastro.   - No quiero dormir... quiero leer un poco - Se dijo a sí mismo, buscando en su bolso el libro que había comenzado a leer hace un par de días.   Se acostó en la cama, y abrió el libro en la página que había dejado por la mitad, al principio no estaba leyendo realmente, tenía su mente completamente en blanco, viendo palabras en aquella página que no significaban nada, cuando de repente una gota escarlata cayó en una de las hojas, su cabeza estaba sangrando, a causa del golpe que recibió contra la pared, se levantó de la cama rápidamente, y buscó algo para detener la sangre, presionó con fuerza la herida, y sintió dolor una vez más, mientras intentaba sobrellevar el malestar veía el suelo, el piso de madera estaba sucio.   - Debería limpiar, algún día - Pensó.   Transcurrieron varios minutos, y Sam seguía presionando la herida con una franela que encontró en el suelo, cuando la sangre se detuvo, fue a su cama, no tenía cobijas ni una almohada, así que utilizó sus brazos como almohada, cerró sus ojos para lograr dormir, pero no lo logró, imágenes en forma de película pasaban por su mente, lo que había ocurrido con su padrastro hace pocos minutos, no dejaba de repetirse en su mente una y otra vez, seguido del beso que recibió por Sofía, el dinero que obtuvo por haberlo besado, no lo dejaban tranquilo. Sam abrió sus ojos nuevamente. Inquieto, volvió a coger el libro, y decidió leer para entretener su mente, y desviar esos pensamientos que le atormentaban, pero era inútil, sus pensamientos, su mente estaba muy recargada   - No puedo leer... ¡tengo que concentrarme! - Se dijo así mismo tocándose la cabeza, finalmente, lagrimas brotaron de sus ojos. Se cubría el rostro con sus manos para mitigar el sonido que producía el llanto, no quería que su padrastro escuchara su sollozo.   Lloró por varios minutos, y al terminar sintió que parte del dolor que sufría se había desvanecido, solo quedaba el físico. Pero a pesar de eso experimentó una bocanada de alivio, tanto que se quedó dormido sin darse cuenta.   ***   En la mañana siguiente, el reloj biológico despierta nuevamente a Sam, va hacia el baño y cepilla sus dientes, luego se arrastra a la cocina, y se asoma por la puerta del cuarto de sus padrastro, aún sigue completamente dormido a causa de la borrachera de la noche anterior, Sam respira aliviado por ver que aun duerme. Con sumo silencio, prepara unos huevos revueltos, con panqueques para desayunar, no pasan pocos minutos cuando escucha los gemidos de su padrastro, que está levantándose.   - ¡Tráeme mi maldito café imbécil! ¿Por qué tardas tanto? ¡Te escucho en la cocina! - Grita todavía desde su habitación.   - Voy... aún no está listo - Le responde Sam desde la cocina - ¡Oh Dios mío!­- Exclamó el chico en pensamientos.   Rápidamente comienza a preparar el café, lo había olvidado por completo. Al cabo de 5 minutos, aparece Raúl algo impaciente por la tardanza del muchacho.   - ¿Por qué tardas tanto? hace más de media hora estas levantado, pude escucharte desde mi cuarto, eres jodidamente ruidoso ¿Se puede saber por qué no hiciste ese maldito café apenas te levantaste? - Pregunta mientras empuja al chico, hasta el borde del mesón de la cocina.   - Lo... lo siento, me olvidé de eso completamente... quise desayunar primero y... - Su explicaciones son interrumpidas, por una fuerte bofetada que recibe del hombre.   - ¡Ya cállate, no quiero más excusas, eres tan idiota! ¿No puedes recordar hacer un jodido café en las mañanas? ¡Qué mierda me importa que tengas hambre! - Grita el exaltado hombre, mientras le jala el cabello a Sam.   Cuando lo deja tranquilo, el chico se toca la mejilla que aún le arde por el impacto, y baja la mirada con tristeza, ya que no quiere ver al hombre que tiene frente a él.   - Lo siento - Musita con voz temblorosa.   - Como sea, no me interesan tus estúpidas disculpas, que son tan inservibles como tú, huérfano asqueroso - Contesta tomando los huevos y panqueques que Sam había cocinado.   Sam ve como el mayor se lleva absolutamente todo lo que había hecho, comida que alcanzaba fácilmente para dos personas, prefiere no emitir ni un solo comentario, y simplemente termina de hacer el café llevándolo hasta la mesa, va a su cuarto colocándose unos de sus anchos y rotos jeans usados, se coloca sus zapatillas y con la misma camiseta que usó ayer, decide usarla el día de hoy mientras busca su bolso, saliendo de la casa sin decir una sola palabra.   En el camino, observa algunos de los chicos del vecindario, salir de sus casas luciendo aparentemente felices y bien arreglados, mientras se montan en el auto con sus padres, los cuales quizás los llevarían rumbo a sus distintos colegios. Sam inconscientemente pasó una de sus manos por su cabello, en un intento por mejorar su apariencia, y lucir tan bien como aquellos muchachos, pero luego recordó que se trataba de su persona, y encogiéndose de hombros decidió forzar sus labios para sonreír.   El jovencito sintió, como algunas gotas de agua caían en sus mejillas, estaba comenzando a llover, pero a Sam no le importaba, aún estaba deprimido por el desayuno que no comió, y por lo tonto que se sentía por permitir tantos maltratos por parte de su padrastro, y que el miedo siempre ganara, quería ser más valiente, pero no podía, aun recordaba ese tiempo que estuvo en el hospital, tiempo que fue terrible para él. Ahora, en medio de sus pensamientos, el chico siente como la lluvia se intensifica, y este encogiéndose de hombros se abraza a sí mismo, obligándose a continuar sonriendo, viendo como los chicos que eran sus vecinos pasaban a un lado de él, luciendo aparentemente felices.   -Gracias lluvia, ahora podré lavar mi ropa. Perfecto, logré matar dos pájaros de un tiro - Piensa el chico cuando decide ir corriendo bajo la lluvia.
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