Prólogo

822 Words
─Monserrat. Me estremecí cuando escuché que dijo mi apellido, odiaba cuando entregaban las notas de los exámenes, era como un temblor de nerviosismo que no podía explicar, me ocurría desde que inició el semestre, y mi ansiedad crecía cuando sabía que los 2 primeros exámenes de esta clase los tenía reprobados. Jamás había reprobado tantos exámenes de física, o mejor dicho… Jamás había reprobado ningún examen en mi vida desde que inicié el instituto. Esto podía entorpecer mi promedio y estaba aterrada porque podía perder mi opción de beca en Oxford, la ansiedad estaba que me carcomía. Vamos, tranquila Eva. Tenía que darme un voto de confianza, es decir, había estudiado tanto que pude haber hecho el examen hasta dormida, les había explicado a todos mis amigos de clase, e incluso varios se fijaron de mí en el examen y de hecho ellos estaban felices viendo su calificación, así que si ellos aprobaron, yo también debía estar aprobada. Aunque eso había creído de los pasados 2 exámenes y había sacado un asqueroso Cero. Ya, era el momento. Me levanté arreglando mi falda y me acerqué al escritorio del profesor Novan, él era una hombre joven, de seguro no pasaba los 30 años, daba miedo con su cara de culo donde mantenía su ceño fruncido y siempre explicaba física como si odiara estar encerrado en un salón de clases, nunca hablaba con nosotros más de lo normal o lo estrictamente profesional, eso hacía de algún modo la clase más pesada. Me detuve frente al escritorio y tomé la hoja que me tendió sin mirarme. Mierda. Sentí como mi sonrisa se me borró del rostro al ver un enorme Cero de tinta roja en mi examen,  aguanté la respiración y cerré los ojos, todo estaba jodidamente mal, lo mínimo para aprobar era un 6, y solo quedaban 2 exámenes en lo que restaba del curso y tenía que sacar en ambos la máxima nota si quería aprobar. Algo que parecía jodidamente imposible. Miré la hoja nuevamente, parecía que todo el procedimiento estaba bien menos el resultado. Había estudiado, ¿Cómo era esto posible? Maldición, iba a perder mi beca por su culpa. —Hijo de puta —dije entre dientes dándome media vuelta para ir a mi asiento, cuando de repente escuché a mis espaldas: — ¿Disculpa? Me detuve en seco, todo el salón pareció caer en un tormentoso silencio. Apreté mis labios y me di media vuelta para enfrentarlo. — ¿Qué? —dije como si no hubiera dicho nada, su ceño estaba fruncido, su rostro comúnmente enojado parecía haberse tornado sombrío y rojo. Mierda. —Repite lo que dijiste —se levantó apoyando sus manos del escritorio, no había notado que el profesor Novan era realmente alto, se había quitado los lentes y sus ojos verdes estaban fijos en mí casi traspasándome como dardos, temblé de la impresión pero no iba a dejar que este hijo de puta que quería quitarme mi beca me intimidara. —Que necesito comer fruta —dije alzando la barbilla con un eje de superioridad. Sí aquí estaba yo, burlándome en su cara, tentando al diablo. Sus ojos verdes pasearon por mi rostro como si me analizara y por primera vez noté como sonrió, pero no con una sonrisa simpática y humorística, fue una sonrisa perversa e irónica, de esas que das cuando estas apunto de matar a alguien y bailar en sus cenizas. —Clase, quiero decirles algo. —el profesor Novan se irguió llevando las manos al puente de su nariz antes de colocarse sus lentes, todos estaban anonadados escuchándolo, no era propio de él decir… nada extra que no fuera de física. Él se detuvo con las manos detrás de su espalda y dijo: —Los idiotas creen poder encender fuego debajo del agua, los inteligentes; encienden el fuego debajo del agua. No entendí su referencia, y creo que la mitad de la clase tampoco lo hizo, pero de igual forma, me sentí ofendida. — ¿Me está llamando idiota? ─Repliqué dando un paso hacia él, cuando de repente él se volteó hacia mí y tuve que resistirme a la idea de caer de espaldas al ver que casi me azotó con el aire y me lanzó rayos láser con los ojos. —Si se sintió ofendida, es porque entonces eso es lo que tú, señorita Monserrat, se considera. —Replicó, pude ver una ligera satisfacción en sus ojos cuando dijo despacio y en casi un susurro: — Sancionada.  Se dio media vuelta hacia su escritorio y comenzó a entregar los demás exámenes como si no me hubiera sancionado y  humillado frente a todo el salón hace apenas unos segundos atrás… lo peor de todo es que me sentía confundida porque seguía sin entender lo que me dijo y me hacía sentir aún más idiota. Hijo de puta.  Ya estaba harta de él, lo único que quería era vengarme.          
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