El Rey Alfa y su Luna HumanaUpdated at Dec 22, 2023, 00:41
Libro 2 Historia independiente
"Whiskey", gruñí sobre la música alta. Apoyé mi espalda contra la barra, mirando hacia la multitud. Las cosas empezaban a ponerse salvajes; chupitos, drogas, strippers, todo empezó a aparecer. Olía a humo, alcohol y semen. Eso, hasta que el aroma más celestial llegó a mi nariz. ¿Qué era eso? ¿Coco? ¿Vainilla? Era intenso y abrumador, poniendo mis sentidos amortiguados en sobremarcha.
"Whiskey", llamó el camarero. Me volví hacia la barra, alcanzando la bebida, cuando alguien la arrebató antes de que pudiera cogerla.
"Eh, eso es mío..." Empecé a protestar, mis palabras quedaron cortas cuando mis ojos se posaron en ella. El aroma a coco y vainilla flotaba a su alrededor.
"¡Alma!" gritó Dean en mi cabeza.
"No puede ser..."
"Oh, lo siento..." Empezó ella pero se detuvo, jadeando, cuando sus grandes ojos marrones encontraron los míos. Cualquier pensamiento que tuviera de volver a las mujeres en mi mesa pronto fue olvidado.
"No importa", dije, dando pasos calculados hacia ella, acechando a mi presa. Tenía el pelo negro largo y sedoso, y medía unos 5'6'', quizás un poco menos debido a los tacones altos que llevaba. Llevaba una camiseta negra de manga larga y una minifalda negra con medias de rejilla y unas orejas de gato falsas encima de su cabeza. Su maquillaje combinaba con su atuendo, haciéndola parecer una gata negra con bigotes y todo.
"¿Compartimos?" dijo, pestañeando ante mí. Se ruborizó en el momento en que se lo quité.
Di un gran trago y luego coloqué el vaso en sus labios. "Termina", dije, lamiéndome los labios. Dudó pero obedeció, bebiéndose el resto. Pude ver que sus ojos me estudiaban, sin estar segura qué pensar de mí. Ser un Alfa me hacía más grande y fuerte que la mayoría. Medía cómodamente seis pies cuatro pulgadas, mi cuerpo bien esculpido por años de ejercicio y un metabolismo increíble. Tenía el pelo castaño espeso y desordenado, luciendo más del lado salvaje que del lado profesional la mayoría de los días. Añade un par de ojos verdes vibrantes y, bueno, era un seductor.
"¿Quieres..." Ella empezó a preguntar pero volvió a ruborizarse y bajó la cabeza, evitando mirarme.
Tomé su barbilla entre el pulgar y el índice, levantándola para que me mirara. "¿Quieres qué?", le pregunté, acercándome más a ella.
Ella tomó una respiración profunda y calmada. "¿Quieres irnos de aquí?", dijo, sus ojos llenos de deseo.
"¿Mi casa o la tuya?", susurré en su oído, mis dientes rozando la suave piel de su cuello.
"La tuya." Ella tembló, sus manos agarrándome para mantener el equilibrio.
"Vamos, Gatita", guiñé un ojo y ella sonrió. La guié lentamente hacia la salida principal, mi mano en la parte baja de su espalda.