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De Revista

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Blurb

No puedo quejarme de mi vida ni decir "Vaya mierda". Tengo un empleo que adoro, un jefe súper amable, una compañera de trabajo irreemplazable, una buena paga...

Ser ilustradora en una de las revistas más prestigiosas de Portland era un privilegio que no todos podían llegar a tener. Cualquier puesto en la Voss Magazine era privilegiado y codiciado.

Por suerte no entré en la revista por ser hija de uno de los artistas más renombrados de la ciudad. No entré por ser una Baxton. Entré porque me esforcé en conseguirlo. Por mi esfuerzo y el de nadie más.

Lo único que me falta (y que no busco para nada) es un romance. Alguien que me ponga los pelos de punta. Alguien que ocupe mis pensamientos.

De eso se encargará Aaron Warren. Mi nuevo compañero de trabajo y un antiguo conocido en la escuela. El inútil, egoísta, narcisista, y molesto jugador de básquet que se encargaba de humillar a los débiles de la escuela. Y, cómo no, yo era una de ellos.

Él es quien hará que mi vida sea como De Revista.

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Capítulo 1: La vida.
La vida no siempre me sonríe. De hecho, está comenzando a hacerlo en éstas instancias de mi vida. En la secundaria trataba de decirme a mi misma que todo iba a mejorar, que ya no iba a ser todo gris, que dejarían de molestarme, que me sacarían la ortodoncia, que tendría un trabajo excelente y un novio magnifico. Puedo decir que he logrado todo eso (a excepción del novio, claro). Aguanté toda la secundaria con burlas como "dientes de chapa", "la fea Sarah", "obra fallida"... A éste último lo inventaron ya que mi padre, el gran Jeremy Baxton, es el artista plástico más renombrado de Portland, y me trataban como a una obra que le había salido mal. Mamá siempre intentó darme ánimos y hacerme fuerte. De no ser por ella, yo habría terminado mal. Al parecer los idiotas de secundaria creen que un par de alambres en los dientes te hacen una Cuasimodo de carne y hueso, y que estudiar para ser alguien en el futuro te hace una rata de laboratorio... Si, mi ropa no era la que estaba de moda, pero era cómoda. Gracias a mi esfuerzo, logré obtener mi matrícula de Diseño Gráfico en la Escuela de Artes Visuales de New York y entrar a trabajar a los veintiún años en la prestigiosa Voss Magazine, la revista numero uno en ventas de Portland. Puedo decir que la vida me sonríe por que tengo al mejor jefe de todos. El dueño y fundador de la revista, John Voss. Un amable señor que se preocupa por sus empleados y su revista. Tengo una compañera de trabajo increíblemente loca y divertida, quien es la hija de John Voss y la diosa, jefa y prodigio de la sección de modas. No es de mi edad, ya que siempre me costó adaptarme a mi generación. Gina tiene cuarenta y siete años, y es mi leal psicóloga y consejera. Aunque actúa como una adolescente (una adolescente que yo nunca fui, gracias a dios). Se embriaga cuando vamos a los clubes nocturnos, va de hombre a hombre, se viste como una veinteañera sexy (y el cuerpo realmente le da para usar esa ropa, está mejor que yo). Es una hermosa mujer, de cabello n***o y ojos celestes, con una nariz hermosa y unos perfectos dientes. Tiene todo lo que una mujer de esa edad (y las de mi edad también) desea, menos un marido e hijos. Ella dice que no los quiere ni los necesita. Amo mi trabajo. No podría pedir uno mejor. Ilustrar las notas de moda, humor y deporte es genial. Las otras notas me dan igual, son simples y fáciles, no necesito de mucha imaginación. Pero las de deporte, moda y humor son las mejores. En cada trabajo debo esforzarme por ser creativa y plasmar la idea que quiere dar la nota. En las de moda, de las que se encarga Gina, tengo que dibujar ropa, zapatos, accesorios, maquillaje, modelos o lo que sea de lo que se trate. En humor tengo que hacer caricaturas o pequeños dibujos de lo que se traten los chistes. En deporte debo dibujar... Bueno... Deportes. Aveces es el Polo, con los caballos y los jinetes. Aveces es beisbol y dibujo algo de lo que cuenta la nota. Mi favorita es la de fútbol americano, ya que debo hacer esos grandes simios y añadirles algunas características humorísticas. Los hago a todos feos, al igual que a los basquetbolistas. Pero mi rencor con los basquetbolistas viene de otro lado que no vale la pena recordar. El sonido del teléfono me despertó de mi lindo sueño. Un sueño con Christian Grey. ¡Oh, si! ¡Azótame, Christian! -¿Mm-hola...? -atendí el teléfono con todo el sueño del mundo. De mal humor por haber interrumpido mi sueño- -¡Sarah! -el grito de Gina me obligó a alejar el teléfono de mi oreja- ¿Dónde estas? Son las nueve. -¡¿Qué?! -me senté con rapidez, despertándome completamente- Rayos, Gina. ¿No pudiste despertarme antes? -Acabo de llegar, ya sabes a la hora que vengo. -rodé los ojos. Ella siempre llega una hora tarde. Pero ella es ella, yo soy yo. Y yo siempre estoy a las ocho en punto tomando café en mi estudio del edificio de Voss Magazine- Se me hizo raro no no ver tu lindo cabello rubio por aquí. -Enseguida estoy ahí. -corté la llamada y me levanté- Corrí al baño y me despojé de mi pijama. Me metí a la ducha y demoré diez minutos. Salí y agarré un vestido suelto con un cinturón delgado para remarcar mi cintura. Por mi iría vestida de vagabunda, pero Gina me asesinaría y tiraría mis restos a los tiburones. No me preocupé por secar mi cabello ni alisarlo, puesto que no tenía tiempo. Aunque... Bueno, no es malo. Mis rizos naturales se armarían y Gina se pondría a saltar como loca. Yo suelo alisarlo para no tener que luchar con él cuando lo peino. Es imposible hacer algo con él cuando se enreda. El vestido color n***o me hace más trasero y lo odio. Parezco gorda. Salí de mi penthouse y bajé por el ascensor. -¡Nos vemos, Joshua! -me despedí del portero del edificio- -Hasta luego, señorita Baxton. -dijo cortésmente. Sonreí y crucé la calle (intentando hacer que no me atropellen) para entrar al Voss. Si, amo tanto mi trabajo que vivo en frente- -Hola, Lissa. -saludé a la recepcionista con la mano sin dejar de caminar-correr (por los malditos tacones) y llamé al ascensor. Esperé impaciente a que llegara y me subí apenas la puerta se abrió. Marqué el piso veinte y suspiré- Ya estoy aquí... -susurré para tranquilizarme. La canción del ascensor era bonita, todas las semanas la cambiaban y siempre era una mas linda que la otra. A veces, en mi tiempo libre, subo y bajo en el ascensor para relajarme con las canciones y el movimiento. La puerta se abrió, dejando ver el caos de la oficina. Los cubículos estaban alborotados, como siempre, y los empleados iban de aquí para allá- -¡Hasta que al fin llegas, Sarah! -escuché el grito de Gina- Ya tengo las notas y las fotos de esta semana. -dijo acercándose a mi. Sonreí- Hola, rubia. -me besó la mejilla y me miró- ¿Por qué llegas tarde? -¿Por qué llegas tarde tú todos los días? -dije burlona mientras comenzaba a caminar en dirección a su oficina- -Digamos que Morfeo me secuestra y me hace el amor. -respondió y abrió la puerta de su oficina- -Ésta vez me secuestró a mi. -Gina rebuscó entre su papelerío y sacó la famosa carpeta negra en la que me entrega todas las semanas su trabajo- -Maldito traidor. -dijo con dramatismo. Me reí y negué con la cabeza- Me gusta mucho tu cabello así . -Está mojado. -señalé- -Aún así me fascinan tus rizos. -me estudió más a fondo. Rodé los ojos, sabiendo que algo iba a querer agregar- Voy a maquillarte. -lo sabía- -No tuve tiempo de ponerme nada. Con suerte elegí la ropa y los zapatos... -Buena elección, por cierto. -me quitó la carpeta de las manos y me sentó en la silla frente a su escritorio- Hoy viene el nuevo de la sección de deportes. -Lo sé, ayer fue el último día de Jenkins. -le hicimos una despedida digna de celebridad. (en realidad solo hubo comida y bebida)- -Lissa dice que es un dios. -dijo mientras hacía gestos raros mirando mi cara- Cierra los ojos. -lo hice y sentí el frío pincel del delineador- A ver si al fin consigues a alguien que te dé amor. -Tú quieres que me den otra cosa, no intentes disimularlo. -la escuché reír y abrí los ojos. Ella le sacó la tapa al lápiz labial y me lo acercó. Lo agarré y me puso un espejo en frente- -No es mentira... -murmuró- Te haría bien romper la rutina. Ya sabes... -Probar un poco de todo... -dije cansada. Esa frase era su pan de cada día- Gina... -me levanté de la silla y le devolví el lápiz labial- No necesito de ningún hombre para vivir feliz. -agarré la carpeta y comenzamos a caminar hacia la puerta- Estoy bien. -sonreí y abrí la puerta- ¿Dónde está...? -Aquí tienes... -el olor a café llegó a mis fosas nasales y el cálido vaso quedó en mis narices- -Oh, Hank, cásate conmigo. -agarré el vaso y saludé al asistente de Gina con un beso en la mejilla- -Ya sabes la respuesta. -me guiñó un ojo y yo me reí- -¿Cómo sabías...? -Gina me dijo que llegarías tarde. -le sonreí a Gina y volví a retomar mi paso- Así que supuse que no tendrías tiempo de comprártelo tú. -Gracias a los dos, los adoro. -dije mientras me alejaba. Entré a mi estudio y dejé el café en el porta vasos de mi mesa de dibujo. El olor era tan llamativo... El café que hay en la esquina del edificio es mi favorito. Nunca probé café más delicioso- Vamos a ver... -murmuré y saqué los papeles de la carpeta. No estuve ni media hora dibujando que ya tuve visitas- -Sarah... -la cálida voz de mi jefe me hizo tragarme mi insulto por interrumpirme- Siento desconcentrarte, es que quiero que vengas a mi oficina. -me asusté- Tranquila, está todo bien. -me reí y me levanté de mi taburete (ya que se usa uno para las mesas de dibujo)- -Okey... -caminé hacia él- -¿Está todo bien? -preguntó el anciano- -Si, todo en orden. ¿Por qué pregunta? -lo miré mientras caminábamos rumbo a su oficina. Su cabello gris estaba un poco mas corto, debe haber sido Gina- -Por la hora en que llegaste. -Lo siento... -dije con verdadera culpa- Es que no sonó la alarma y yo... -No importa, no voy a recriminarte nada. Sé que eso no sucede a menudo contigo. -me sonrió y abrió la puerta- -¿Para qué me llamaba entonces? -pregunté sin dejar de mirarlo- -Quería presentarte a tu nuevo compañero de trabajo. -me señaló a alguien que no había notado en la habitación antes. Abrí mis ojos de par en par y mi boca cayó al suelo- Él es... -Aaron Warren... -susurré. Él frunció el sueño y me estudió más a fondo. Al reconocerme sonrió burlon- -¿Fea Sarah? -alzó una ceja. John lo miró sin entender- -Mierda.

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