Destino

                                                                              “Creo en cierta combinación de esperanza y luz que dulcifica                                                                            los peores destinos. Creo que esta vida no lo es todo; ni el principio                                                                                           ni el fin. Creo mientras tiemblo; confío mientras lloro.”                                                                                                                                     - Charlotte Brontë Quince años, por fin los había cumplido. La edad tan esperada y compleja, ya no era un niño pero tampoco podría ser considerado un adulto. Era una especie de existencia intermedia, muy grande para la niñez, muy inocente para la adultez.  Era treinta y uno de Julio, recién el reloj había marcado las doce y Harry Potter se deseaba feliz cumpleaños, tal como lo hacia cada año. Sabía que por la mañana le llegarían regalos de sus amigos y compañeros de casa, sin embargo, echaba en falta tener a alguien que le celebrase su cumpleaños: que celebrara su llegada a este mundo. Sus tíos, los Dursley, nunca lo habían querido, podía sonar duro pero era la verdad. Nunca hubo para él fiestas y pasteles en su infancia, solo el frío y la oscuridad de su alacena. Lugar en el que ya no habitaba, después de su primer año en Hogwarts sus tíos se le dieron, reticentemente, la ex habitación de juegos de Dudley, su primo.  El joven de quince años decidió no seguir con esa linea de pensamiento, la auto compasión no le  serviría de nada, eso era algo que sabia bien, los años vividos se habían encargado de enseñarle esa valiosa lección.  Miró la hora, eran ya cerca de la una de la madrugada. Demasiado tarde. Se saco sus viejas gafas redondas y las dejo en la pequeña mesita de noche que estaba a un lado de su cama, parte del escaso mobiliario del lugar. Acomodo su almohada y se tapo con las sabanas. Mientras esperaba que el sueño llegara a él, su mente divago por  hermosos deseos, donde era amado sin comparación. Aclaremos una cosa, no es que sus amigos no le quisieran, pero no era lo mismo. Lo que quería era alguien que lo amará por sobre todo y todos, alguien que lo aceptara tal cual era, sin condición. "Todo saldrá bien, no te preocupes" "Aunque lo digas así, todo confiado, sabes que esta vez el riesgo es mayor" "Lo se, pero tu estarás a mi lado, protegiéndome, como siempre ¿no?"    Harry se removió incomodo en su cama, su ceño fruncido y gotas de sudor bajando por su rostro, dejando ese brillo característico del agua sobre la piel. De pronto logro abrir los ojos, algo sorprendido por el sueño que había tenido. Alguien le hablaba, a partir del tono grave dedujo que era un hombre, no, un joven, era la voz de un joven, sin embargo, ¿quien podría ser? En su vida había oído una voz como esa, grave pero con un tono que devela la sombra de una reciente infancia. Familiar. Sin duda le parecía extrañamente conocida, pero no podía recordar de donde. Era reconfortante de alguna misteriosa manera. No era capaz de recordar sobre que trataba la conversación. Su memoria solo retuvo fragmentos.  Dando por zanjado el tema retiro las blancas sabanas que cubrían su cuerpo y se levanto, no valía la pena comerse la cabeza por ello; era solo un sueño, tampoco es que fuera la primera vez que sus sueños le mostraban algún hombre hermoso que le estuviera profesando amor. Se acerco al armario, algo viejo, de madera caoba pero útil de igual manera. Miro su ropa, jeans rectos, camisetas de colores planos y sudaderas con menos color aun, nada de aquello lo representaba. Se puso lo primero que encontró y se paro frente al espejo. Lo que el reflejo enseñaba era un joven bajito, de potentes ojos esmeraldas ocultos tras unos lentes y rizado cabello caoba.  Su rostro era una mezcla extraña entre las facciones de un adulto y de un niño: mandíbula que se comenzaba a delinear y facciones que adquirían una incipiente tosquedad propia de la madurez, todo esto contrastado con mejillas redondeadas y un porte demasiado pequeño para su edad. Él no se consideraba hermoso, propiamente no lo era, lo que ocurría es que sus características eran hermosas por separado, pero juntas formaban un todo extraño, no feo, sino extraño. No es como que le importará como se veía, incluso si lo hacía, esa era una de las cosas en las que tenía prohibido pensar. De su lista de problemas ese era el menor. El primero y más importante de todos era averiguar como largarse para siempre de la casa de los Dursley. Le había preguntado a Draco como obtener la emancipación en el mundo mágico, sin embargo, para su desgracia, era un proceso largo y complicado, mas aun con su condición de "el-niño-que-vivió". Muchos querrían obtener su tutela y no solo eso, si se enteraban de que no estaba viviendo bien con sus parientes, culparían a Dumbledore, lo que causaría que  el equilibrio de poder se desmoronara y eso traería graves consecuencias.  Otra opción, la última, sería vivir con su padrino Sirius Black, pero con su condición de fugitivo no sabía que tan buena en la practica realmente sería. Podría probar, no es que hiciera gran daño.